Crítica Sueños de un Seductor
Sueños de un Seductor (Play it again, Sam) – Herbert Ross – USA 1972
El amor es un extraño fenómeno. Extraño e intenso
Allan (Woody Allen) tiene 29 años de edad y trabaja como escritor de crítica cinematográfica. Su gran pasión es el cine, la mejor película que ha visto en su vida “Casablanca”. Por eso será que cuando la programan en la pantalla grande cada cierto lapso de tiempo, él es uno de los primeros en comprar sus entradas y emocionarse ahí sentado en su butaca. A él le tiemblan los ojos como a su ídolo Humphrey Bogart. El sueño de Allan es ser un seductor como Bogart. Se parecen en que son chatos, feos y calvos, pero hay un gran detalle, Bogart se tenía una fe en si mismo bárbara, hacía que las mujeres se derritieran por él. La cara contraria es Allan, su esposa lo ha dejado tras dos años de matrimonio acusándolo de que no la hace reír y que además él es un espectador de la vida, por eso se la pasa viendo películas. En cambio ella quiere divertirse. Allan no se tiene fe en si mismo, no sabe como ligar con las chicas, todo esto conlleva a que se deprima.
Su amigo Dick (Tony Roberts) y esposa Linda (Diane Keaton) van a echarle una ayuda para sacarlo del foso a Allan. Le planifican citas a ciegas en las cuales le va pésimo, su problema es fingir ser otro. Las mujeres se dan cuenta de eso y pum lo mandan a rodar.
Hay algo que no saben Dick y Linda, Allan tiene otro maestro de la seducción, el fantasma de Humphrey Bogart (Jerry Lacy). Este lo visita a diario por las noches. Le explica que “las mujeres son simples”, “el mundo está lleno de mujeres” y le revela el gran secreto con las mujeres: “ser uno mismo, un hombre debe creer en sus cualidades”.
La vida le presenta un dilema a Allan cuando se da cuenta que se ha enamorado de Linda. Pero ella es la esposa de su mejor amigo. Es un triángulo amoroso como en Casablanca con Rick, Víctor e Ilsa. Dos hombres, un camino. Quien mejor para darle consejo que el fantasma de Bogart. Y ahora ¿Qué pasará?
Autor: David Cotos