Día 11 – 08/07/2009 – Honfleur / Etretat / Rouen

Aquel desayuno fue el último en Chambres d’Hotes, una experiencia muy recomendable en cuanto a alojamiento. Partimos rumbo a Honfleur, un pueblo muy agradable con un puerto abarrotado de barquitos, de gente y de restaurantes. Está lleno de vida y animación, especialmente al mediodía, con todas las terrazas llenas. Las fachadas de las casas son de diversos colores, muchas de ellas de pizarra negra, y ya no son las típicas casas bretonas de una sola altura, sino edificios adosados de 3 ó 4 plantas.

Honfleur

Una de las cosas más interesantes es su
iglesia. Situada a espaldas del puerto y construida por los propios pescadores del pueblo en honor a la Virgen, no es de piedra como sucede normalmente, sino un amplio edificio cuadrado de madera. La falta de naves laterales y la cantidad de luz que entra convierten el edificio en tremendamente acogedor.  Después de visitarla compramos unos albaricoques y unas cerezas en un puestecillo que nos supieron a gloria. Dimos una vuelta por allí y pagamos los 5 euros que cuesta cruzar el puente de Normandía, inaugurado en 1991, y que desemboca cerca de la Costa de Alabastro, un tramo de especial belleza entre Étretat y Dieppe. Acantilados altísimos que caen verticales sobre el mar, con un fuerte contraste entre el verde de sus cimas, el blanco de sus paredes y el azul del mar. En la pequeña localidad de Étretat se encuentran los puntos más bellos, las Falaises d’Aval y d’Amont, con unos gigantescos arcos naturales por donde entra el mar que enmarcan la bonita playa donde se asienta el pueblo. En la misma playa se puede aparcar en un parking que te deja poner un ticket de hasta 5 horas, aunque en realidad se tarda media hora en llegar al de Aval y algo menos al de Amont, entre ida y vuelta a ambos 2 horas y media o tres con bocata y fotos.

Etretat (11)

Hay un sendero muy concurrido que sube hacia ambos lados. Es más bonito el de Aval, a la izquierda mirando hacia el mar, ya que primero se ve una columna unida en arco a la montaña formando una especie de trompa de elefante, y cuando se asciende hasta allí te encuentras con otro arco gigantesco a unos 200 metros, y cuando llegas a él te sobrecoge la altura impresionante de los acantilados de roca blanca cortados a cuchillo que continúan hacia Le Havre.

En “Astérix y el caldero” hay un pueblo que vive en lo alto de un acantilado idéntico a estos, donde se desarrolla casi toda la aventura y desde donde se cae el caldero al barco pirata. No obstante, la aldea de Astérix está más bien situada por la Costa de Granito Rosa, según la lupa de la introducción de los cómics. Pensábamos que encontraríamos muchas referencias a los míticos galos, como muñecos, camisetas, etc, y sin embargo apenas vimos un ajedrez y alguna miniatura suelta. Se ve que el parque Astérix de París se lleva todo el merchandising.

En la Falaise d’Amont hay una iglesia en lo alto, y en esa dirección continúa la costa igual de accidentada hasta Dieppe, aunque la carretera se separa tanto del mar que apenas se ve y es necesario entrar de vez en cuando en un pueblo para apreciar el paisaje.

Etretat (14)

En este punto comenzamos el viaje de vuelta a Madrid. 1.500 km nos separaban del punto de partida, teníamos 2 días para completarlos y pensábamos hacerlo como a la ida, en varias etapas y parando a ver más cosas por el camino. La primera fue Rouen, atravesada por el Sena y otra ciudad destruida por la guerra. Después de tantos pueblecitos pequeños y encantadores, sin semáforos, sin atascos, sin problemas de aparcamiento, entrar en una ciudad grande fue como volver al trabajo después de las vacaciones. Muy duro. Tras una hora encerrados entre coches y dando vueltas para aparcar por el centro llegamos a la plaza de la catedral, absolutamente espectacular, único punto positivo de una ciudad sucia y sin armonía. Para rematarlo, en la Plaza del Viejo Mercado (donde se quemó a Juana de Arco, marcado con una enorme cruz), sustituyeron las ruinas de la vieja iglesia por un monstruoso edificio negro mitad parroquia, mitad mercado, algo así como un barco con un tejado gigantesco, algo desproporcionado para las dimensiones de la plaza. Nos comimos un bocata de hamburguesa en un puesto callejero ante el que el Big Mac es un solomillo argentino, y a los pocos minutos la bomba estalló en nuestros estómagos.

Salimos pitando de aquella ciudad con el sol casi oculto, salvamos con dificultades el jeroglífico de indicaciones de carreteras y pusimos rumbo a Chartres con la intención de parar en el primer hotel de carretera que encontrásemos, pero no hubo ninguno en 70 km, así que cuando la carretera de peaje se convirtió en secundaria nos pareció fantástico el cartel de camping cerca de Dreux, y aunque estaba cerrado nos metimos e instalamos la tienda. Era un camping municipal, cómodo y muy barato, que no llegó a 10 euros.