Día 10 – 07/07/2009 – Desembarco de Normandía
La madrugada del 6 de Junio de 1944 se ponía en marcha la mayor operación de desembarco de tropas jamás vista. El día D, a la hora H, el ejército aliado atacaba las playas de Normandía en un desesperado intento de desequilibrar al régimen nazi y dar la vuelta a la Segunda Guerra Mundial. Dos años de minuciosos planes se veían las caras con las caprichosas mareas y el temible “Muro del Atlántico” alemán.
La llamada Operación Overlord, consistía en el desembarco sincronizado de tropas en cinco playas de la costa de Normandía (de Oeste a Este): Utah Beach y Omaha Beach (tropas estadounidenses), Gold Beach (tropas británicas) Juno Beach (tropas canadienses) y Sword Beach (británicas también). En total, se movilizaron 160.000 hombres, 7.000 barcos, 11.000 aviones y 20.000 vehículos. Increíble.
Con la cabeza llena de imágenes de Salvar al soldado Ryan, empezamos nuestra jornada de viaje más histórica, aunque antes de conocer las famosas playas, la amable señora de nuestra Chambre nos iba a dar una agradable sorpresa: por portarnos bien y no hacer nada de ruido durante la noche, la buena mujer nos hizo una rebaja de 10€ en el precio. ¡Encantadora! Allá donde vayas siempre encontrarás los patios de las casas adornados con banderas de USA, Canadá y Reino Unido, es infinito el agradecimiento que aquí aún se les guarda a estos países por su decisiva participación en la contienda de las playas de Normandía.
Omaha Beach es sin duda la más conocida de las cinco playas y la que sale siempre en las películas, así que pusimos rumbo hacia allí y renunciamos a Utah Beach y Sainte Mere Eglise (de cuyo campanario aún cuelga un recuerdo a los paracaidistas muertos en la zona) por pillarnos muy lejos. Como si nos leyera el pensamiento, el tiempo empeoró por primera vez en el viaje, y disfrutamos de un clima lluvioso y frío parecido al que debieron sufrir aquellos soldados. Sacamos los pantalones largos y el chubasquero y nos alegramos de que la falta de sol hubiera alejado a los bañistas de las playas, que habrían perdido mucho misterio.
Prácticamente cada pueblo de la zona tiene un museo dedicado al desembarco. Entre los más conocidos están el de Caen (ciudad estratégicamente clave en los planes del avance aliado), el de Arromanches (aquí tenéis un enlace al folleto informativo en español: http://www.musee-arromanches.fr/docs/aide_visiteur_es.pdf) y el Memorial de Omaha Beach, dedicado casi en exclusiva a las ofensivas sobre Omaha y Point du Hoc, los dos episodios más sangrientos de la operación. Nosotros elegimos este último (5,50€) y nos perdimos durante casi tres horas en los dioramas, el material original y las pequeñas historias. Un video de unos 25 minutos, en inglés y francés, resume los sucesos de aquel 6 de Junio y te va preparando para la visita a las playas. Contentos de encontrar por fin cosas en inglés, cedimos a la tentación de comprar todo tipo de recuerdos y libros que fuimos devorando en el coche entre traslado y traslado.
Poco queda en Omaha Beach de la mañana del desembarco, en realidad, solamente un feo monumento moderno y algunas placas conmemorativas. De todas formas sobrecoge pasear por allí y pensar en lo que ocurrió. Banderas americanas, inglesas y canadienses salen al paso en cada pueblo y camino, para que quede claro que los franceses no han olvidado lo que deben a aquellas tropas. Pero lo que de verdad atrae a los visitantes a la zona es el Museo y Cementerio Americano de St Laurent-sur-Mer, una pequeña réplica del cementerio de Arlington y punto de inicio y final de Salvar a soldado Ryan.
La visita (totalmente gratuita) comienza con un detallado museo centrado en las historias personales y las pequeñas tragedias de soldados y civiles, gestionado por la American Battle Monuments Commision, una organización que controla museos por todo el mundo dedicados a la memoria de los soldados americanos caídos. Merece la pena pasear por los paneles y las fotografías, deteniéndose a descubrir las historias de los muertos, los héroes y los supervivientes, aunque lo que más llama la atención es el cementerio en sí. 9.387 cruces de mármol blanco, latinas y judías entremezcladas, algunas flores secas aquí y allí, montones de americanos vagando entre las líneas de tumbas, puede que en busca de un familiar, y una sensación inquietante al descubrir de tanto en tanto una placa sin nombre. Algunas agencias ofrecen la visita a las playas del desembarco desde París, de ahí que fuera el único día que nos vimos rodeados de estadounidenses en lugar de los habituales franceses. Tras un largo paseo y montones de fotos, nos dimos cuenta de que el tiempo había pasado volando y eran ya las 15:30, mala hora para tratar de comer en Francia.
Según salimos del cementerio americano, nos topamos con un letrero de “All day fast food” que nos hizo entrar de cabeza muertos de hambre a un elegante restaurante. ¡Menudo error! Por dos sándwiches y un par de coca colas nos cobraron 33€, y tampoco eran una maravilla. Lo único positivo fue que por fin nos enteramos de lo que eran los famosos “croque monsieur” y “croque madam”, una especie de pain amb tomaquet pero con queso, mantequilla, mostaza y huevo en la “madam”. Con algo de hambre y bastante indignados, seguimos camino a los acantilados de Pointe du Hoc.
Parte del plan para el éxito del día D, consistía en una ofensiva previa, sobre todo aérea, para destruir las baterías antiaéreas alemanas y radares (el “Muro del Atlántico”) que podrían crear muchos problemas a los aliados. Una de las misiones especiales era trepar por los inexpugnables acantilados de Point du Hoc desde el mar e inutilizar la batería alemana desde la que se dominaban las playas de Utah y Omaha. Los famosos Rangers americanos fueron los encargados de escalar la roca y ascender, solo para descubrir que los bombardeos habían fallado y los alemanes estaban preparados. Aunque el puesto fue finalmente neutralizado, la marea, la escalada y las ametralladoras nazis dejaron tan solo nueve supervivientes. Tras la batalla de los días siguientes, poco quedó de Point du Hoc, prácticamente hundida por la ofensiva. Sólo algunos restos de impactos y estructuras alemanas han quedado como testigos.
Nuestra siguiente parada era el cementerio alemán de La Cambe, visita altamente recomendable y también gratuita. Aún marcados por lo sucedido durante la guerra, el lugar está gestionado por la “German War Graves Commision”, que es básicamente como la americana de St. Laurent, pero mucho más orientada a difundir la paz y concienciar a los jóvenes de no repetir los errores del pasado.
La organización actual del cementerio y la identificación de muchos de los cuerpos, se llevó a cabo en uno de los primeros campos de voluntariado juvenil que se organizaron en Europa en los años 70. La Cambe huye de la parafernalia americana y crea un jardín discreto y tranquilo para recordar a los 21.139 caídos alemanes que reposan bajo las cruces de granito oscuro. Lo que resulta más escalofriante con respecto a St Laurent es que aquí se recogen las fechas de nacimiento y muerte de los soldados. Prácticamente todos ellos tenían entre 18 y 22 años y casi ninguno superaba los 30. Una generación completa borrada de la historia en unos pocos meses. También sorprenden algunas tumbas múltiples en las que hasta 15 soldados comparten placa y espacio, muchas veces debido a que su fallecimiento fue conjunto en la explosión de una mina o una bala de mortero y apenas se podía distinguir entre los restos de unos y otros.
La tarde avanzaba rápido y aún nos quedaba mucho que ver, así que nos dirigimos a Longues-sur-Mer, donde aún puede pasearse entre las espeluznantes baterías antiaéreas alemanas, orientadas hacia el mar, con un campo de tiro de 120 grados y 19 kilómetros de alcance para sus balas de 150 mm.
Como si acabasen de disparar su último tiro contra las barcazas aliadas, los enormes cañones reposan tranquilos mientras los turistas se hacen fotos y entran y salen de los oscuros bunkers.
Decidimos terminar el día en Gold Beach junto al pueblo de Arromanches, donde aún dominan el horizonte los enormes bloques de cemento usados como puerto provisional. Una ofensiva del tamaño de la de Normandía, exigía la participación de grandes barcos que transportasen vehículos, materiales y tropas de refresco. Pero hasta conseguir capturar una gran ciudad, los aliados planificaron la construcción de estos puertos artificiales. Cientos de bloques de cemento fueron arrastrados desde Inglaterra y semi-sumergidos frente a las playas de Normandía para crear pasarelas por las que desembarcar los grandes equipos. Resulta increíble poder pasear entre semejantes moles, tan importantes durante aquellos meses y tiradas ahora de cualquier manera sobre la playa.
Después de un día tan intenso encontramos una cómoda Chambre abuhardillada y cenamos unas estupendas galettes cerca de Sword Beach. En la puerta del restaurante, un enorme letrero daba la bienvenida a todos los americanos, ingleses y canadienses. La batalla de Normandía no se olvida en Francia.