Las revueltas comuneras de Castilla y Nueva Granada; un análisis comparado VII: importancia y relevancia histórica

comuneros

comunerosAmbos movimientos han tenido respectivamente su impacto e influencia histórica posteriormente en la historia nacional de sus respectivos territorios, pero como pasa con todo en este análisis, el impacto fue diferente.

A grandes rasgos podríamos decir que, la rebelión neogranadina tuvo un mayor impacto institucional y un menor impacto político, mientras que la revolución comunera tuvo, al contrario, un mayor énfasis político y mucho menos a nivel institucional.

No obstante esto, como con todo, obviamente seria matizable y como con todo, esto tampoco se puede tomar en una totalidad absoluta.

Un mayor impacto institucional y un menor impacto político.

Cuando nos referimos a esto en el caso neogranadino, lo decimos en el sentido de que la rebelión comunera en Colombia, y sobretodo después de la independencia nacional en el siglo XIX, ha sido tomada como un gran referente histórico a nivel nacional, un hecho admirable, una gesta heroica, un antecedente y predecesor de la independencia nacional, un suceso, en resumen, que toda Colombia considera como suyo, lo valora, lo acepta y lo integra institucionalmente como una parte inevitable de su herencia y su pasado histórico que ha conducido a formar la nación colombiana.

Ello se ha visto reforzado especialmente en la época mas reciente, en tanto que los criollos que lideraron el proceso independentista (Santander, Bolívar, Sucre…) no utilizaron el recuerdo y la imagen política de los comuneros como un elemento de reivindicación nacional en el proceso independentista. Algunos autores lo achacan a que fueron precisamente los criollos como Berbeo o Plata los que de alguna u otra forma trataron de poner fin al proceso comunero y al ser los libertadores del siglo XIX criollos a su vez, habrían heredado esa imagen poco positiva de la rebelión comunera.

Por tanto la reivindicación institucional seria mas reciente, y ello se ha visto clarísimamente en el bicentenario de la independencia nacional colombiana, como tanto los museos, instituciones y el propio aparato del estado, han rescatado este suceso como un camino que conduce a la independencia y la formación conjunta de la nación colombiana, y que queda evidenciado en el lema de la ciudad de Socorro; “En la independencia, el Socorro es primero”.

Aquí podemos ver una obvia reclamación de los sucesos comuneros tanto como un antecedente de la independencia como un suceso histórico reclamado por la nación colombiana. Sin embargo no se puede decir que estos sucesos hayan tenido una pervivencia a nivel político.

En este sentido, parece más o menos claro que las reivindicaciones socio-políticas del Socorro quedaron satisfechas con la independencia nacional colombiana en 1810 y las campañas libertadoras del siglo XIX y ya no hay un motivo político para resucitarlo.

Aunque, segura e inevitablemente existirán políticos o individuos que en el siglo XXI se sigan considerando comuneros, y reivindicando la figura comunera, especialmente la de Galán, en lo referido a la justicia a igualdad social, no parece existir un programa o un gran partido político que articule específicamente una herencia comunera, tal cual, en el siglo XXI.

Por ello, considero que la pervivencia y la herencia a día de hoy del movimiento comunero neogranadino es mas un elemento institucional, una parte de la conciencia histórica común de los colombianos que ven en los sucesos del Socorro un precedente histórico de la independencia, satisfecha posteriormente y por ello, algo de lo que sentirse orgullosos y satisfechos, indistintamente de la ideología o clase social, al igual que ocurre con La Pola o el Libertador Simon Bolívar.

Los comuneros neogranadinos son, pues, y de forma incuestionable, un patrimonio común de todos los colombianos y parte de la historia y de la identidad nacional común, pudiendo decir, en resumen que los sucesos comuneros neogranadinos, se han “institucionalizado” claramente y todo el mundo, empezando por el estado nacional colombiano los asume como propios.

Un menos impacto institucional y un mayor peso político.

El caso de los comuneros castellanos es, curiosamente diferente. Si bien se podría decir que en el siglo XIX e inicios del siglo XX ocurre algo parecido con lo que actualmente ocurre a nivel institucional en Colombia, eso ha cambiado radicalmente en los últimos 80 años de historia en España.

La rebelión comunera, como hemos dicho, fue radicalmente reprimida y su recuerdo y su ejemplo borrados a sangre y fuego por parte del emperador Carlos V y sus partidarios imperiales. El proyecto imperial se acabo imponiendo en la corona castellana, que quedo integrada en ese proyecto. La autoridad absoluta de la monarquía española se acabo imponiendo a su vez a costa de reducir el peso de ciudades y de nobles y aristócratas. Por ello, no resulta extraño entender que durante siglos, el recuerdo de los comuneros fuera borrado, y sobretodo en un momento en que todo el mundo reforzaba ese proyecto imperial y sobretodo absolutista que se acabo imponiendo en 1521.

Sin embargo, la situación cambia radicalmente en el siglo XIX. Con la herencia de la revolución americana y la revolución francesa a finales del siglo XVIII, se produce el cuestionamiento, y en muchos lugares, la eliminación física del poder absoluto y de la monarquía absolutista. En España, esos ecos antiabsolutistas, liderados por los liberales y progresistas, acabaron encontrando un lugar relevante, especialmente durante la guerra de la independencia. Es en ese momento cuando se elabora la primera Constitución reconocida como tal, la Constitución de 1812, de inspiración liberal y aperturista, que rompía los moldes absolutos que en ese momento representaba el rey absolutista Fernando VII.

Una vez recuperado su poder en 1814 tras la derrota francesa, el soberano reimpone nuevamente el poder y la monarquía absoluta según los modelos del antiguo régimen sin modificación, y es en ese momento cuando los liberales y antiabsolutistas, muchos de ellos guerrilleros en la época de la guerra de la independencia, empiezan a buscar modelos no solamente militares, si no también políticos alternativos en donde reflejarse para cuestionar al pode absoluto, y es en ese momento cuando los liberales recuperan la figura de los comuneros castellanos como un precedente de legitimación histórica frente al poder absoluto. Es ahora cuando el guerrillero liberal “El Empecinado” hace en 1821 lo que, desde hace 30 años se ha convertido en una tradición histórica; acudir a Villalar el día 23 de abril (día de la batalla) para honrar y homenajear a los comuneros castellanos, especialmente a sus tres dirigentes ejecutados allí y convertirlos en mártires del absolutismo monárquico, de ese mismo absolutismo que ahora también les perseguía a ellos.

Se establece, pues, una identificación política entre el liberalismo antiabsolutista del siglo XIX con la experiencia comunera del siglo XVI, afirmándose en los mismos valores. Todo ello va a mas con el paso de los años, y especialmente durante las monarquías de Fernando VII, e Isabel II, al extenderse sobre ambos una imagen de conservadurismo monárquico extremo, que lleva a que los precedentes históricos anti-absolutistas sean revividos y alzados a la figura de hechos y gestas heroicas del pasado, exactamente igual que ocurre actualmente en el caso colombiano. Ejemplos de ello es la reivindicación comunera en el trienio liberal, la aparición de asociaciones masónicas con su nombre, la reivindicación de su figura en proyectos anti-monárquicos como fue el “Pacto Federal” de 1869 y la colocación del nombre de Padilla, Bravo y Maldonado en el Congreso de los Diputados de Madrid en épocas de gobierno liberales y progresistas.

Este acontecimiento, el colocarlos en el lugar de la soberanía institucional común de todos los españoles fue, junto con la recuperación de un supuesto color morado, color de la Castilla comunera, para la modificación de la bandera monárquica en bandera republicana ya en el siglo XX (aunque seria un error y en parte fue un error equiparar a los comuneros con un protorepublicanismo que ellos mismos rechazaron tajantemente en la Constitución de Ávila, apartado primero), el cenit y el auge de esa colocación y recuperación de los comuneros en símbolo institucional del estado español. Los comuneros, pues, en ese momento habían sido reclamados por la institución española, como ocurre actualmente en Colombia, y colocados como parte de la gesta histórica, de la identidad histórica común de todos los españoles, en su afán de identificación de una línea histórica progresista desde los comuneros a los liberales, progresistas y republicanos del siglo XIX y XX que al final, con la toma de las instituciones políticas estatales por parte de liberales y republicanos en el siglo XIX y XX los saca del cajón del olvido y los coloca en la cúspide de la reivindicación institucional.

Sin embargo esto, que seria una equivalencia total con el caso colombiano, cambia radicalmente en los últimos 80 años, especialmente desde la victoria del bando franquista en la guerra civil española y la instauración de la dictadura franquista en 1939. Por tanto habría una doble etapa; la etapa de reivindicación y exaltación institucional, más o menos desde 1821 hasta 1939 y una segunda etapa de ocultamiento y no reivindicación ni exaltación, desde 1939 hasta nuestros días. Durante la dictadura franquista, se trata de romper con todas las tradiciones liberales y progresistas que cristalizan en la II Republica española, y se trata de volver a un proyecto absolutista y monarquizante que tiene su máximo esplendor en los Reyes Católicos (de donde toma sus símbolos nacionales) y en el emperador Carlos V, como ejemplos de la gesta imperial y absoluta que conducía con mano de hierro al estado.

Por ello, los comuneros son vistos como un intento de frenar esa “evolución natural” que el franquismo veía en el estado absoluto de los siglos XV y XVI, y se infravalora y en algunos casos se desprecia abiertamente la gesta comunera como algo “feudal” y como un “paletismo y un nacionalismo carca de campanario” como afirmaron algunos historiadores en la época franquista, aunque también valorando en parte de forma positiva la “reivindicación nacional castellana frente a los extranjeros flamencos” al ser el ultranacionalismo español el otro gran pilar del régimen franquista.

Por tanto, se abandonaron las tradiciones de reivindicación oficial del estado a los comuneros, Villalar quedo institucional y políticamente marginado y abandonado como símbolo comunero y la bandera asociada a la castilla comunera, la tricolor republicana, borrada del mapa y perseguida políticamente. Y es esa herencia de olvidar, marginar y en parte casi sentir vergüenza por reivindicar a los comuneros al ser asociado a lo “paleto y atrasado” lo que se arrastro durante toda la segunda mitad del siglo XX.

Sin embargo, aquí entramos ya en la definición de este apartado; se produce el abandono institucional, pero empieza a surgir su recuperación e identificación asociada a un proyecto político concreto, exactamente al contrario que en el caso colombiano.

Con la decadencia del régimen franquista en los años 70, empiezan a surgir en todo el estado grupos situados a la izquierda política que tratan, al igual que los liberales en la época de Fernando VII, de articular y buscar proyectos alternativos al autoritarismo franquista, situados en la izquierda política ( desde la socialdemocracia hasta los comunista) que además, y debido a la forma particular en que se articulo el régimen franquista a nivel territorial (integrismo nacionalista, y persecución de toda clase de regionalismo, nacionalismo o separatismo) provoco que en los años 70 surgiera en la izquierda política castellana la idea de recuperar tanto las tradiciones regionales propias (al igual que ocurría con vascos, catalanes y gallegos), como las referencia políticas antiautoritarias, tanto a nivel interno (comuneros) como a nivel externo (experiencias socialistas) para articular un proyecto político alternativo al franquismo y situado a la izquierda política.

Por ello, y al igual que pasa en el siglo XIX, los comuneros vuelven a ser recuperados por un sector político muy concreto, la izquierda regionalista antifranquista, que los recupera y los reivindica como un proyecto político propio, y que cristalizó en los partidos y movimientos autodenominados “comuneros” desde la transición política (PANCAL, TC, UPC, IZCA…)

Un ejemplo de esta recuperación política del movimiento comunero fue la recuperación de la tradición histórica de acudir el 23 de abril a Villalar (institucionalizando a nivel regional el movimiento comunero que cambio el nombre al pueblo por Villalar de los Comuneros) el día 23 de abril de 1976, menos de un año después de la muerte del dictador Franco, recuperación que se ha mantenido hasta el día de hoy, y que en parte se ha institucionalizado al haber oficializado la Junta de Castilla y León el 23 de abril como “día oficial de castilla y león” permitiendo e institucionalizando los días 23 y 24 de abril en las campas de Villalar de los Comuneros la celebración oficial de los actos autonómicos todos los años (entre los que están el día 24 de abril por la mañana un homenaje en el monumento a los comuneros situados en el lugar de su ejecución en la plaza del pueblo).

Sin embargo, esta recuperación institucional, que parece haberse fortalecido en los últimos años, no ha logrado colocarse realmente como algo identitario por todos los castellanos, los partidos mas conservadores o nacionalistas españoles siguen siendo reacios a celebrarlo y a nivel institucional realmente no se le ha dado demasiado impulso.

Además de ello, esta celebración se considera algo específicamente regional, castellano-leones (ni si quiera esta extendido a las demás regiones de la Castilla histórica que participaron en la rebelión comunera, como las actuales Madrid o Castilla-La Mancha, donde este día no es oficial y donde no se ha hecho ningún tipo de vinculación o recuperación histórica del movimiento comunero) y en general, a diferencia de lo que pasa en el caso colombiano, donde la rebelión comunera, lejos de ser un acontecimiento focalizado regionalmente en la zona de Socorro, es revindicado de forma institucional por toda la nación colombiana y por todo el país, mientras que el estado español, a diferencia de la recuperación institucional del siglo XIX ha abandonado la idea de recuperar a los comuneros como un elemento común, y ha renunciado institucionalizarlo, a favor de su recuperación por parte de partidos comuneros, y partidos de la izquierda regional castellana o de secciones castellanas de partidos de izquierdas estatales, como paso en el siglo XIX, con la diferencia de que esos partidos acabaron subiendo al poder e institucionalizando a los comuneros, mientras que los partidos actuales que los reivindican no tienen un peso político destacado en Castilla y no han podido re-institucionalizar a la figura de los comuneros.

Por ello, es que ambos acontecimientos han dejado una huella diferente a lo largo de la historia y su reivindicación ha corrido una suerte muy dispar en ambos casos.

Se podría resumir afirmando que, de alguna manera, la memoria de los comuneros neogranadinos ha sido al final y a lo largo de la historia, y especialmente en la actualidad, mucho mejor valorada, apreciada, considerada y recuperada por el estado colombiano que en el caso castellano, donde se ha abandonado a partidos comuneros y a una fiesta muy focalizada y muy regional, mientras que ha sido peor valorada, apreciada y recuperada de forma institucional a nivel general por el estado.

Un ejemplo muy bueno que podría, a nivel simbólico, ejemplificar esta diferencia de recuperación institucional seria el de los dos grandes monumentos oficiales que se han erigido en Colombia y en España en homenaje a los comuneros de ambos países.

Por un lado tenemos el “Monumento a la Santandereanidad”, un enorme y espectacular monumento construido a finales del siglo XX, situado en el Parque de Chicamocha, donde, sobre una hoja de tabaco de 57 metros de largo y 35 metros de ancho, hay 35 esculturas que representan la gesta comunera y que se puede ver desde lejos al estar situado sobre un promontorio natural, iluminado por las noches y de un gran impacto visual.

Por otro lado, tenemos el monumento dedicado a los Comuneros de Castilla, construido en 1889, especialmente dedicado a Padilla, Bravo, Maldonado y Pacheco, en el lugar de su ejecución en la plaza de Villalar, y que consiste en un simple monolito de piedra situado en la mitad de la plaza (no muy grande) de Villalar de los Comuneros.

Con esto se evidencia la importancia que unos y otros han querido, con el paso de tiempo, darle a la rebelión o revolución comunera. Mientras que para los colombianos la gesta comunera es un hecho nacional de gran importancia, digna de los más espectaculares monumentos y dedicatorias, en España, por el contrario, la rebelión comunera ha quedado limitada a su breve mención (y nulo análisis) en los libros de texto, a monumentos de escasa importancia y a una celebración regional focalizada.

Y ello a pesar de que, si hiciéramos un análisis exhaustivo, podríamos concluir que los sucesos comuneros castellanos tuvieron un peso político en ese momento muchísimo mayor, al punto que lo podemos considerar como una revolución, al manifestar claramente la voluntad de sustituir el poder político imperial por un proyecto alternativo y no limitarse a querer reformarlo, llego a producir una legislación que podríamos considerar de proto-constitucional y su alcance político y geográfico llego a considerarlo en poco menos que una guerra civil en Castilla.

Por el contrario, la rebelión comunera neogranadina no tuvo un alcance político tan fuerte en aquel momento y por ello mas que revolución la podríamos considerar rebelión o insurrección, en tanto que en su parte “institucional” y oficial (la primera parte) no hubo intención de sustituir el poder político español por un poder soberano americano, aun cuando hay guiños clarísimos que se orientan hacia esa dirección, pero que todavía no se plasma abiertamente como a partir de 1810, si bien en la segunda parte al mando de Galán si se alcanzo unas cotas de radicalismo mucho mayores, pero que ya no estaban institucionalizadas ni representaban un proyecto político oficial y cohesionado a nivel “nacional”. Sin embargo, su importancia acabo siendo mucho mayor en tanto el alcance que tuvo en la posterioridad, al ser elevado a la categoría de gesta heroica y precedente de la independencia nacional.

Por ello, podríamos concluir definitivamente, que la rebelión comunera neogranadina obtuvo, a largo plazo mayores éxitos en sus propuestas que en el caso castellano y su proyecto y sus pretensiones, de alguna forma acabo siendo aplicado con el tiempo, al lograr la independencia nacional (los americanos coparon los puestos de poder al expulsar a los españoles y los impuestos se acabaron diluyendo en el tiempo), mientras que, por otro lado, el modelo imperial y la herencia flamenca se acabo instaurando en Castilla y modelando el proyecto político castellano a lo largo de la historia.

Indistintamente de ello, ambos son acontecimientos históricos que, a mi ver, acaban compartiendo otra característica común, posiblemente la mayor de todas ellas, al ser considerados hechos históricos de vital importancia en su respectiva época y que de alguna u otra forma, han acabado formando parte de la historia de sus respectivos países, al punto de que no se puede entender la historia ni de España ni de Colombia, en el siglo XVI y en el siglo XVIII sin mencionar y sin acudir al estudio y la comprensión de los sucesos comuneros que acontecieron en aquella época.

Bibliografía

Joseph Pérez. “Los Comuneros de Castilla”.
José Antonio Maravall. “Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución moderna”.
Enrique Berzal de la Rosa: “Los comuneros: de la realidad al mito”.
José Belmonte Díaz. “La Constitución de Ávila”.
Manuel Briceño. “Los comuneros”.
Javier Ocampo. “Historia de Colombia. Capitulo III: Ilustración y revolución”.
Mario Aguilar Peña: “José Antonio Galán”.
Mario Aguilar Peña : “Los comuneros: guerra social y lucha anticolonial”

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