El Buen Retiro: de 1621 a 1700
Un edificio hermoso
que nació como Adán, joven perfecto,
tan breve y suntuoso,
que fue sin distinción, obra y conceto,
en cuya idea, a fuerza del cuidado,
fue apenas dicho, cuando fue formado.
(Lope de Vega)
5. CONTEXTO HISTÓRICO: EL CONDE-DUQUE DE OLIVARES Y LA CORTE DE FELIPE IV
5.1. El Reinado de Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares (1621-1665)
Felipe IV heredó a los 16 años el trono español por la inesperada muerte de su padre el 31 de marzo de 1621.
Felipe IV, siguiendo la costumbre, se retiró al Cuarto Viexo del monasterio de San Jerónimo para guardar el luto oficial durante 31 días. Felipe IV confirmó los privilegios al monasterio y los amplió, cediendo a los monjes terrenos y una determinada suma de dinero para reformas. También confirmó la privanza del Conde de Olivares en una ceremonia religiosa en el mismo monasterio de San Jerónimo.
Felipe IV comenzó su reinado con la firme decisión de gobernar personalmente. Tenía sobrada inteligencia y preparación para hacerlo, pero se aburrió pronto. Su inmadurez, su indolencia y sus deseos de diversión, le llevaron por otras aficiones más gratas que la de gobernar, la cual dejó en manos de su valido el Conde de Olivares. Felipe IV concedió al Conde de Olivares los títulos de Caballerizo Mayor, Sumiller, Grande de España, Duque de San Lúcar la Mayor, Primer Ministro y Alcaide Perpetuo del Buen Retiro. El Conde-Duque dedicó toda su devoción y su vida al servicio de su señor.
Velázquez reflejó en sus retratos la personalidad de estos dos personajes decisivos en la historia del Buen Retiro. En el retrato de Felipe IV con traje de cazador, una de sus aficiones favoritas, refleja con gran maestría su dignidad, pero también la indecisión y la laxitud de sus acciones.
La personalidad de Olivares queda reflejada en el retrato ecuestre en el que aparece a una edad madura, enarbolando el bastón de mando con vanidad y arrogancia.
La gran pasión del Conde-Duque fue el poder, y lo ejerció en nombre de su señor, y en su intento de engrandecerlo quiso brindarle el marco apropiado donde se magnificase la institución monárquica, construyendo un palacio que encerrase en su recinto toda suerte de lujos y placeres: el palacio del Buen Retiro. El principal motivo para la creación del Buen Retiro fue el de entretener al monarca con una serie de divertimentos, para que se olvidase de los asuntos del gobierno. Fue él quien concibió la idea de construir el conjunto palacial, quien reunió el dinero para su realización y supervisó hasta el último detalle de su construcción y administración. El edificio se convirtió en el símbolo del fracaso de su gobierno.
Olivares supo, también con el mecenazgo del rey, rodearse de una pequeña corte de escritores, pintores y arquitectos que ensalzaran las grandezas del rey y de su corte. Entre los poetas se encontraban Antonio Hurtado de Mendoza, Francisco de Quevedo y Francisco de Rioja, su bibliotecario y secretario. Entre los pintores destaca la figura de Diego de Silva y Velázquez, que se convirtió en el gran pintor de la Corte, y que ejecutaría para el Buen Retiro hasta 18 cargos, y alcanzó cargos como el de Aposentador y el de Caballero de la Orden de Santiago.
6. ORGANIZACIÓN PALACIAL.
El Retiro fue construido por dos razones. La primera, como su nombre indica, para ser usado como lugar de descanso y del monarca, un lugar donde escapara de los problemas del gobierno, pero sin que supusiese los grandes desembolsos de un viaje al campo. Los palacios y villas suburbanas abundaban en las capitales europeas, pero no en Madrid. Un palacio de recreo en medio de unos inmensos jardines para disfrute de una corte.
La segunda razón era crear un marco en el que el rey pudiera actuar como gran protector de las artes: “el rey protegería las artes y éstas le glorificarían” (Brown y Elliott, 1980).
Felipe IV era un gran aficionado y experto conocedor de la pintura y el teatro, y así el Buen Retiro se convirtió en escenario de espectáculos y obras teatrales, y galería de pintura. Con ello se contribuía a realzar la imagen del monarca en otras cortes europeas.
6.2. Límites y Situación de los Terrenos en el Plano de Wit
Las décadas del siglo XVII fueron en Madrid, al igual que en Londres y París, una época de edificación y expansión urbana. Pero en Madrid, la capital de España, la edificación partía de cero. Lo que era una gran oportunidad para hacer un urbanismo racional, como se había emprendido en París. Pero esto no fue lo que se llevó a cabo en Madrid, ya que solamente en una ocasión se creó un espacio bien ordenado, la Plaza Mayor (1617-1619) por Juan Gómez de Mora.
A principios del XVII, los límites orientales de Madrid quedaban definidos por un avenida, el Prado de San Jerónimo, y sus prolongaciones, el Prado de Atocha y el Prado de los Recoletos Agustinos. El Prado de San Jerónimo era una gran arteria bordeada de árboles y fuentes que constituían un lugar de recreo preferido por el pueblo. Al Prado de San Jerónimo se llegaba por dos importantes vías que partían del centro de la villa: la Calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Los encantos del Prado eran suburbanos: aire puro o y espacios abiertos de los que podían disfrutar los habitantes sin tener que realizar grandes desplazamientos (véase el mapa de la Figura …).
El Real Sitio del Buen Retiro se extiende, en la época que nos ocupa, sobre una superficie aproximada de 117-119 hectáreas, (equivalente a la tercera parte del Madrid de entonces) en el extremo oriental de la villa. Sus límites son al norte con el Camino de Alcalá, al sur con el olivar que rodeaba el monasterio de Atocha y el camino de Vallecas, al este con el monasterio de San Jerónimo, Atocha y el Arroyo de Valnegral o Abroñigal, según el plano de Teixeira de 1616.
6.3. Elección de los Terrenos
Para la elección del Cuarto Viexo de San Jerónimo se tuvieron en cuenta una serie de circunstancias favorables: la gran extensión de terrenos disponibles, ya que la propiedad real fue extendiéndose a medida que el proyecto se iba gestando, adquiriéndose nuevas parcelas a través de donaciones y expropiaciones hasta alcanzar la extensión de 117-119 hectáreas. También esta zona oriental de Madrid se fue poniendo de moda para la construcción de casas o palacios privados. Así, frente al monasterio de San Jerónimo, tenían sus fincas de recreo los miembros más importantes de la nobleza: el Marqués del Carpio, el Duque de Maceda, el Conde de Monterrey y el Duque de Lerma. Todas estaban dotadas de magníficos jardines y huertas, que complementaban el agradable entorno y eran como una prolongación del gran escenario natural que necesitaba el Conde-Duque para magnificar la figura de su rey.
6.3.1. El Gallinero
Otro factor que también contribuyó a la elección de esta zona oriental fue que el Conde- Duque poseía una finca próxima al monasterio de San Jerónimo, donde tenía unas pajareras con gran cantidad de aves exóticas, llamada el Gallinero. Olivares donó su posesión al rey.
6.4. El Proyecto
No hubo un proyecto global, con su consiguiente programa de realizaciones, sino que toda la obra fue surgiendo de una forma improvisada y según lo iban exigiendo circunstancias prioritarias o los caprichos de su promotor.
Al empezar la década de 1630 dieron comienzo las obras del Real Sitio del Buen Retiro, como ampliación del Cuarto Real, para cuya realización fueron necesarios cuantiosos desembolsos. A pesar de la rapidez con que se llevaron a cabo, fueron necesarios diez años para terminarlas. Los dos primeros años se construyó de forma incoherente y caprichosa. A partir de 1633 se empezó a desarrollar el proyecto de una residencia real.
El Conde-Duque y Felipe IV querían realizar con gran urgencia una villa suburbana para poder disfrutar de descanso y de numerosas diversiones. Les importaba más la rapidez de ejecución que el que su trazado se ajustara a un ordenado planteamiento. La rapidez, la improvisación y la falta de un plan a priori fueron las pautas que marcaron la ejecución de las obras. El conjunto no estaba claramente distribuido y casi rayaba en el desorden.
Cada etapa constructiva suponía la demolición de la anterior, ya que tanto el rey como Olivares cambiaban de idea a medida que se levantaban las distintas partes.
6.5. Diferencias con otras Villas Suburbanas Europeas
Esta característica es la que diferencia el trazado del Buen Retiro de otras construcciones europeas contemporáneas, como las refinadas villas italianas y el Real Sitio Francés de Versalles. Todas ellas tuvieron un plan trazado de antemano que obedece al principio de axialidad. Todo el recinto se ordena en función de un eje principal, que es el que lleva a la Casa-Palacio, en el punto central del conjunto.
Todo el Buen Retiro carece de este planteamiento, tanto el área palaciega como las superficies dedicadas a jardines y zonas verdes. Todas ellas se disponen a base de una serie de recintos (patios o parcelas arboladas) yuxtapuestos unos a otros. Cada recinto no está coordinado ni jerarquizado con los demás, lo que produce un recorrido laberíntico y poco refinado. Los antecedentes de esta disposición, salvando las distancias, los podemos observar en la ciudad-palacio de Medina Al-Zahara y en la Alhambra.
6.6. Estilo y Materiales
Su falta de homogeneidad es patente. Más que de estilo arquitectónico, habría que hablar de funcionalidad al servicio de las necesidades. La rapidez de ejecución fue uno de los factores más negativos de las obras, unida a la baja calidad de los materiales empleados, que fueron siempre ladrillo de San Isidro, famoso por su baja calidad y poca resistencia al paso del tiempo, como se demostraría posteriormente. La piedra de sillería o de granito sólo se utilizó en los dinteles de las puertas y las ventanas.
Cronológicamente está dentro del Barroco, pero al observarlo vemos que no tiene nada en común con el clasicismo o búsqueda del espacio infinito y el claroscuro que manifiestan los ejemplos italianos de esta misma época. El estilo del Buen Retiro es “postescurialense”, cuyas principales características son construcciones estructuradas en torno a un patio cuadrado, construido con muros de ladrillos lisos, en los que se abren vanos, y cubiertas abuhardilladas de pizarra y con chapiteles en cada esquina. Estos ejemplos los podemos encontrar en otros palacios de España, ayuntamientos, cárceles, iglesias, etc.
En el cuerpo central se aprecia el estilo creado por Juan de Herrera, llamado de “los Austrias”, al que Crescenzi se adaptó, utilizando algunas variantes italianas.
6.7. Arquitectos y Maestros de Obras
A) Crescenzi
Este enorme conjunto palacial tuvo como principal realizador al arquitecto y noble italiano Giovanni Battista Crescenzi, que había intervenido en las primeras obras de ampliación del Cuarto Real en 1630, ayudado por el español Alonso Carbonell. Crescenzi había llegado a España durante el reinado de Felipe III y se hizo cargo de las obras del panteón real del El Escorial, y logró el favor de Olivares, que en 1626 le otorgó el título de Marqués de la Torre, y poco después el hábito de Caballero de Santiago. En 1630 Crescenzi fue nombrado miembro de la Junta de Obras y Bosques, y Superintendente de las Obras Reales, convirtiéndose en rival del entonces Arquitecto Mayor del rey Juan Gómez de Mora, que no intervino en las obras del Buen Retiro por su vinculación con el Duque de Lerma, por lo que no tuvo el favor del Conde-Duque.
B) Alonso de Carbonell
Crescenzi murió en 1635 y fue sustituido por Alonso de Carbonell. De carácter dúctil, Carbonell se plegó a todos los caprichos del Conde-Duque. También se contó con la colaboración de los contratistas Juan de Aguilar, Cristóbal de Aguilera y Juan de Ramedisque. Este último se responsabilizó del desmonte de tierras que hubo de realizarse para nivelar el gran declive donde se edificaba.
6.8. Descripción del Palacio
El palacio no ha llegado hasta nosotros en su conjunto; sólo se conserva el Salón de Reinos y el Casón. Abandono, azares y guerras lo destruyeron todo, pero tenemos el plano de Texeira de 1656. Junto con otros planos y descripciones podemos reconstruirlo mentalmente.
Cuarto Real. Tomando como referencia el monasterio de San Jerónimo, se ve insertado al lado izquierdo del templo el Cuarto Real (fig.12.), que albergaba las habitaciones privadas del rey con un pequeño patio central ajardinado. Al lado sur de dicho patio se encontraba el Cuarto de la Reina (fig.10.), con un amplio jardín adornado con una fuente central. Este jardín se prolongaba en un espacio abierto, llamado el Patio del Caballo (fig10.) por tener la estatua ecuestre de Felipe IV, ejecutada en bronce por el italiano Pietro Tacca sobre un boceto de Velázquez, habiendo Galileo Galilei resuelto el problema de estabilidad de la misma. Hoy se encuentra en la Plaza de Oriente.
En el lado este del claustro del monasterio había una edificación destinada a la habitaciones del príncipe. Dicha edificación hacía cuerpo con el cuarto de la reina. Presentaba una artística galería inspirada en la de Convalecientes de El Escorial, y con vistas al denominado Jardín del Príncipe. Todo el ala norte del cuarto de la reina y del rey formaba el cuerpo sur del palacio de forma cuadrangular, con torres en sus ángulos, rematadas por esbeltos chapiteles empizarrados.
Edificio Palacial. Al Norte del Cuarto Real se eleva un vasto edificio, cuadrado y con torres empizarradas en las esquinas, que abarca un espacioso patio llamado Plaza Principal o Plaza de Fiestas (fig.11.)
El edificio tenía tres plantas, excepto en la parte sureste del ala sur, donde sólo eran dos. También constaba de un ático. La fachada principal estaba orientada al Oeste, tenía 32 ventanas y era la más monumental. Las otras tres fachadas del exterior tenían menos ventanas y éstas eran distintas de un ala a otra. Las fachadas interiores a la Plaza Principal eran idénticas, cada una con 13 ventanas en el piso principal por el que corría un balconaje continuo de hierro. Los tres lados de este conjunto estaban formadas por amplias estancias destinadas a acomodar a los consejeros y a los invitados a los espectáculos. En el centro del ala norte se encontraba el Palco Real, llamado Salón Grande, y más tarde Salón de Reinos (actual Museo del Ejército). Cuando se celebraba un espectáculo los invitados se reunían en estos salones y salían a la balconada.
La utilización del Patio como escenario teatral tenía sus antecedentes en el Patio del Belvedere, en el Vaticano, en 1515, y en el Palazzo Pitti, donde en 1589 se escenificó una Naumaquia. Los espectadores contemplaban el espectáculo desde una estrecha balconada que corría a lo largo de las dos alas laterales del palacio. La balconada del Retiro era similar a la del Palazzo Pitti.
A). Plaza Grande
Esta Plaza Principal resultó demasiado pequeña para algunos espectáculos, lo que se solucionó con una nueva Plaza Grande, que era una mera estructura que se cerraba en uno de los lados por el ala norte del palacio. Su construcción se inició en agosto de 1634 y se terminó en marzo de 1635. A partir de entonces la Plaza Principal se utilizó sólo para las fiestas privadas, y la Plaza Grande se reservó para los festejos públicos (figura …)
B). Picadero
En 1637 se añadió un Picadero a la Plaza Grande, en forma de plazuela, adosado a la esquina noroeste (figura …)
C). Entrada Principal del Palacio
Era la entrada por el Prado, subiendo una cuesta llamada Prado Alto o de los Caballeros. Carecía de la monumentalidad típica de las puertas regias.
D). Patios de los Oficios
Formados por tres patios comunicados entre sí. El central era el de menor tamaño, adosado a la fachada principal ocupaba el centro y estaba destinado a albergar leones, panteras, toros; era llamado la Leonera. Realizada en 1632 por Juan de Aguilera.
En el patio de la izquierda estaba la estatua ecuestre del emperador Carlos V, conocida con el nombre de “El furor encadenado”, obra de León Leoni. Fue traída del palacio de Aranjuez para adornar este patio, que por ello se llamaba “Patio del Emperador”. Hoy se encuentra en la rotonda del Museo del Prado.
E). El Salón de Reinos
El Salón de Reinos se terminó en 1635. Situado en el lado septentrional de la Plaza Principal, es la estancia más importante y más significativa del recinto palacial. En principio fue destinada a palco real, cuando el palacio se utilizaba como teatro de fiestas. Pero cuando se convirtió en palacio, pasó a ser salón del trono, donde el monarca recibía a los más ilustres visitantes. También se utilizaba para presidir consejos. Arquitectónicamente es un rectángulo muy alargado, de aproximadamente 34×10 metros, cubierto por una bóveda de cañón de 8 metros de altura, con lunetas. Por encima de los vanos corre una estrecha galería con barandilla de hierro, desde donde los cortesanos podían contemplar los actos oficiales que se celebrasen. Estaba iluminado por veinte ventanas (fig.13.).
E.1). Decoración
Contrastando con el aspecto sobrio y poco suntuoso del exterior del conjunto palacial, está la majestuosa y rica decoración interior del Salón de Reinos, formada por un lujoso mobiliario, exóticas alfombras, objetos de plata. Lo más importante era la decoración pictórica. La decoración del Salón de Reinos es lo que glorifica las cualidades físicas y morales del soberano, y sus derechos monárquicos. Esta glorificación se había hecho desde la antigüedad, y también se hacía en otras cortes europeas, como la francesa y la inglesa. También los grandes señores renacentistas se glorificaban con las decoraciones de sus palacios.
Encontramos antecedentes de esta glorificación en los palacios de la familia Farnesio, como por ejemplo en su villa de Capralora, e igualmente lo realizó el Gran Duque Cosme de Medici en el Palazzo Veccio de Florencia. Estas decoraciones se siguieron realizando en el siglo XVII en Italia. Un ejemplo lo podemos ver en el salón del palacio Barberini de Roma..
El techo, pintado al fresco con grutescos dorados, y entre las lunetas de las ventanas, los escudos de los 24 reinos de la monarquía española, que dan nombre al salón.
Entre las pinturas que colgaban en las paredes figuraban:
a) Doce escenas de batallas, que representaban las victorias obtenidas por los ejércitos españoles en los primeros tiempos del reinado de Felipe IV.
b) Los diez trabajos de Hércules, por Zurbarán. Se pretendía comparar al monarca con este personaje mitológico, símbolo desde la Antigüedad de la virtud y la fortaleza, que personificaban las virtudes del príncipe.
c) Retratos ecuestres pintados por Velázquez: Felipe III, Felipe IV, los de sus esposas respectivas Margarita de Austria e Isabel de Borbón, y el del príncipe heredero Baltasar Carlos. Con los retratos ecuestres se mostraba el pasado inmediato, el presente y el futuro, asegurando así los legítimos derechos y la continuidad de la dinastía.
7. LOS JARDINES
Concebido el Buen Retiro como villa suburbana, los jardines se convierten en los protagonistas de este Real Sitio. Por tanto, más amplia que la zona palaciega era la superficie dedicada a zona verde. Formada por una serie de eriales y zonas arboladas yuxtapuestas unas a otras e independientes entre sí. El planteamiento no obedece a un plan axial; no existe un eje principal como lo que se haría en los Jardines de Versalles, en los que todos los elementos (estanques, fuentes, cascadas) se disponen en torno aun eje que lleva a la residencia principal.
7.1. Trascendencia urbanística
Según Tovar, la “conquista del paisaje en función de la vivienda para domesticar un campo sin límite en el que las avenidas, las plazas radiales, el bosque, los estanques, las plantas y los frutales se ordenan en torno a pequeñas construcciones” es el concepto en el que “(…) reside la trascendencia urbanística del Buen Retiro.” .
7.2. Jardines Geométricos
El núcleo palacial estaba rodeado de jardines geométricos, independientes entre sí, formados a base de parterres, Cada Cuarto Real tenía su correspondiente jardín. Éstos respondían al tipo renacentista italiano, formados a base de pequeños parterres cuadrados, delimitados por setos de boj y con fuentes de piedra. En los muros de los jardines había hornacinas con estatuas mitológicas. Había una gran diferencia entre los jardines del Buen Retiro y los refinados jardines italianos, que tenían mayor desarrollo y estaban situados sobre terrazas, unidos por escaleras y con logias, ninfeos, juegos de agua, grutas, etc.
Entre los jardines planos y geométricos del Buen Retiro destacan:
-. El Jardín del Rey: era el más pequeño. Compuesto por cuatro parterres en torno a una fuente central.
-. El Jardín del Príncipe: con 16 parterres cuadrados y con dos fuentes.
-. El Jardín de la Reina: también llamado del Caballo, formado por cuatro parterres y una fuente central de mármol con el tema de Narciso, y hornacinas con estatuas en los muros.
7.2.1. El Jardín Ochavado
Situado al nordeste del Palacio, donde hoy está el Parterre actual, con una extensión tres veces mayor que todo lo edificado. Se puede definir como una hermosa huerta formada por ocho calles en forma de estrella, que se juntan en un centro común formado por arcos de madera labrada entretejidos de rosales, moreras y membrillos (fig.14.). De fuerte influencia italiana, parecido al Jardín Octogonal de la Villa Mattei en Montecelo.
Por el lado norte del Jardín Ochavado se abrían una serie de jardines, jardincillos, viveros y huertas regadas por el Río Chico y sus canalillos, y que llegaban hasta el límite de la propiedad real, hacia el Camino de Alcalá.
7.3. Estanques y Canales
7.3.1. El Estanque de las Campanillas
En el extremo norte del Jardín Ochavado se encontraba el Estanque Lobulado o de las Campanillas, con un templete de forma chinesca en el centro. Se ha llamado de las campanillas por las campanillas de plata que colgaban del alero de sus tejadillos, y al ser movidas por el viento emitían un suave tintineo musical. Hoy se conserva este estanque sin el templete (fig.14 y 15.). Junto al Estanque de las Campanillas se alzaba el famoso ciprés calvo, que se conserva hoy.
7.3.2. El Estanque Grande
Origen. Sobre sus orígenes no se ponen de acuerdo los historiadores. Unos remontan sus orígenes al reinado de Felipe II, con motivo de los festejos que se celebraron a la entrada en la Corte de la Reina Doña Ana de Austria, cuarta y última esposa de Felipe II. Entre los muchos honores que se le hicieron figura la construcción de un gran estanque en los terrenos anejos del monasterio, colocándose en la cabecera de dicho estanque un estrado recubierto de brocado y terciopelo, para que la Reina celebrase el besamano de la nobleza. Otros historiadores, como Jerónimo de la Quintana, defienden la tesis de que aquel estanque estuvo emplazado en el prado alto, y que posteriormente se cegó. Rodrigo Amador de los Ríos y Mesonero Romanos discrepan de esta tesis, y se inclinan a suponer que dicho estanque era el mismo que luego reconstruyó y embelleció Felipe IV para sus espectaculares representaciones teatrales.
Ampliación. Según las cartas de pago a los contratistas se sabe que en 1634 se dio por terminada la obra del estanque, siendo Cristóbal de Aguilera el responsable de la misma, pero en 1636 se amplió y se modificó su estructura que es la que conserva hoy, cuya función más útil era la de depósito de aguas. Estaba integrado por cuatro molinos de agua, que por medio de un sistema de norias la extraía subterráneamente, bombeándola para alimentar el Río Grande y una amplia red de canales, que por este sistema de regadío mantenían el Parque.
Decoración. La decoración del estanque la formaban cuatro templetes situados en los ángulos del mismo, y que recibían el nombre de Pescaderos, desde donde pescaban las personas reales y sus cortesanos. Posteriormente al Estanque Grande se le añadió una isleta oval que ocupaba su centro y que junto con él, serían el más fantástico y ostentoso escenario de los numerosos espectáculos acuáticos que constantemente tenían lugar allí, como eran las naumaquias (fig.16 y 17.).
7.3.3. Estanques Pequeños
Distribuidos por el Parque se encontraban otros estanques de menor tamaño y con un variado repertorio de artísticas fuentes de mármol, rematadas unas veces por estatuas y otras por surtidores (fig.14 -arriba.).
7.3.4. Canales
-. El Río Grande. De los canales que partían del Gran Estanque, el llamado Río Grande es el más pintoresco. Fue construido en 1638 para efectuar sobre sus aguas espectaculares paseos en góndola, tanto de día como de noche. Su extensión era de 4100 pies. Su recorrido, partiendo del estanque grande, llegaba hasta la ermita de San Antonio de los Portugueses, describiendo un inmenso trapezoide, que era el perímetro del Campo Grande, para después de rodear el Estanque Lobulado de la citada ermita hacía el recorrido a la inversa. Las lujosísimas góndolas en las que se realizaban estos recorridos fueron traídas desde Nápoles por el Duque de Medina de las Torres. Estaban realizadas en oro, plata, cristal y bronce. Junto con ellas se trajeron para dirigirlas a expertos grumetes que se ataviaban con uniformes realizados con ricas telas de damasco carmesí. También se fabricaron flotillas de galeras en miniatura para los simulacros de combates navales, con los que los cortesanos se deleitaban. Pintores de la categoría de Zurbarán decoraron alguna de estas valiosas góndolas (fig.17,18,19.).
-. El Río Chico. También arrancaba del Estanque Grande y seguía en dirección a la Huerta del Rey, que es donde hoy se encuentra el Palacio de Comunicaciones, pasando por el pequeño Estanque de San Isidro, situado al lado occidental de la Plaza Grande de la zona palaciega.
7.4. Eriales
Se dejaron amplias zonas sin ajardinar ni cultivar, para ser utilizadas como coto de caza, dada la afición de Felipe IV
El Campo Grande (fig.15.) era una zona erial, rodeada por el Río Grande, en cuyo ángulo nor-noreste estaba ubicado el Cazadero de Liebres, zona yerma e independiente dedicada a coto.
7.5. Las Ermitas
Las ermitas eran un elemento arquitectónico puramente español, que tenía sus antecedentes en las ermitas de los jardines del palacio del Duque de Lerma, y en las que existían en el monasterio de Montserrat, que fueron tan del agrado de Felipe IV cuando visitó Barcelona, que ordenó que se construyesen 12 en Aranjuez, y después en el Buen Retiro. Las ermitas constituyen uno de los elementos más originales del Buen Retiro, ya que combinaron correctamente el sentido místico-lúdico para el que fueron creadas. Eran un incomparable escenario de momentos devotos seguidos de alegres reuniones y meriendas y de pequeñas representaciones teatrales. Son el reflejo de la unión entre el poder civil y el religioso, una simbiosis entre los religioso y la Corte de Felipe IV.
Su estilo era el común al del palacio: fachadas de ladrillo rojizo, dinteles de granito en puertas y ventanas, tejadillos de pizarra coronados de puntiagudos chapiteles. En su interior se encontraba la capilla dedicada a la advocación correspondiente, y unas salitas anejas amuebladas caprichosamente con cuadros y estatuillas de significado pagano. Al cuidado de ellas estaba un ermitaño.
El significado paisajístico de estas construcciones era establecer una sutil relación entre la naturaleza y la arquitectura, con simbología religiosa.
En el plano de Texeira aparecen 8 ermitas: la de María Magdalena, San Juan, San Bruno, San Isidro, San Jerónimo, San Pablo, San Antonio de los Portugueses y San Blas, cada una con características diferentes.
7.5.1. La Ermita de la Magdalena
Construida en 1634 por Juan de Aguilera, estaba situada en la parte norte del Parque, en el límite que separaba la propiedad real del Camino de Alcalá. Era el lugar donde los reyes celebraban la primera entrevista con los visitantes importantes antes de hacer la entrada oficial en la ciudad. Estaba situada exactamente enfrente de la actual Plaza de la Independencia. Tenía un bello frontis triangular en la fachada de estilo grecorromano. Contaba con una gruta y jardines en los que se celebraban representaciones teatrales (fig. 20. -44-).
7.5.2. La Ermita de San Juan
Era la residencia oficial del Conde Duque desde 1632. Situada en el extremo norte del Parque, en la llamada huerta del rey, entre el prado alto y el Camino de Alcalá, casi enfrente de la antigua puerta de Alcalá, en el cruce actual de las calles de Montalbán y Alfonso XII. Esta puerta estaba situada muy próxima a la actual Glorieta de Cibeles, y fue alzada en 1599 con motivo de la entrada en Madrid de la Reina Margarita de Austria, que venía desde Valencia a desposarse con Felipe III. Esta puerta fue demolida en 1764. El Conde-Duque se retiraba casi a diario a esta ermita para dedicarse a la lectura o para reflexionar sobre sus grandes responsabilidades (fig.20.-42-).
7.5.3. Ermitas de San Bruno y San Jerónimo
Ubicadas en el centro de los jardines del Parque, entre el extremo norte del Estanque de las Campanillas y el lado oeste del Gran Estanque del que la separaba un paseo de doble hilera de árboles. Constaban de bellos patios interiores y un puentecillo que daba a la plazoleta ovalada del Estanque de las Campanillas (fig.20.-43-).
7.5.4. La ermita de San Pablo
Emplazada hacia la mitad sur del Jardín Ochavado, rompía el esquema de las anteriores con su recargada fachada cubierta de estatuas en ornacinas decoradas con festoneadas guirnaldas. Un dorado retablo, con la efigie de San Pablo Ermitaño adornaba la capilla. Fue trazada por Carbonell, y sus jardines fueron muy transformados posteriormente. Llegaron a ser los más bellos del Buen Retiro. Lo más destacado de ellos era la bellísima fuente en forma de taza coronada por la estatua de Narciso. (fig. 21)
7.5.5. La Ermita de San Antonio de los Portugueses
Considerada la más importante, tanto por su tamaño como por la originalidad de su estructura, ya que estaba edificada sobre una plataforma artificial que simulaba una isleta lobulada, rodeada de una vía de agua que procedía del Río Grande. El acceso a la misma se efectuaba a través de un precioso puente que desembocaba en la puerta principal. La financiación de esta ermita se debió a Manuel Cortizos, un comerciante portugués que con diversos negocios había amasado una gran fortuna. El interior estaba dispuesto en tres plantas circulares: en la central se encontraba la capilla, para cuyo altar pintó Velázquez su cuadro “San Antonio Abad y San Antonio Ermitaño”. La entrada principal presentaba cuatro columnas de mármol blanco con basas y capiteles de mármol negro, que contrastaban con la imagen de San Antonio en alabastro que adornaba el centro de la fachada. (fig. 22).
7.5.6. La Ermita de San Blas
Situada en lo alto del cerrillo de su mismo nombre, hacia el sur de la propiedad real. Su construcción había sido anterior a la época que estamos estudiando.
7.6. Sala de Burlas
Era una zona arbolada donde se ocultaban unos surtidores de agua con los que se mojaba a los transeúntes. Actualmente hay una Sala de Burlas en el Jardín de la Isla de Aranjuez, en la placita donde se levanta la fuente de Apolo.
7.7. La Leonera
Realizada en 1633 para sustituir a la existente en los Patios de los Oficios. Era de planta octogonal y tres niveles, y con un patio de la misma forma. Existía una semejante en Florencia. Se conservó hasta el siglo XIX, cuando fue demolida al trazar la Calle de Granada (actual Alfonso XII).
7.8. El Suministro de Agua y Riego
Los arquitectos, maestros de obras y jardineros pensaron en el suministro de aguas, no sólo para el abastecimiento personal, sino también para el riego y mantenimiento de los jardines y las fuentes.
El riego se realizaba siguiendo la tradición árabe de canalillos que cubren el jardín. Este riego a manta inunda los planteles y pueden abrirse y cerrarse zonas por medio de pequeñas compuertas de tierra o madera. Este tipo de riego se conserva en la zona que Isabel II plantó, junto a la Fuente de la Alcachofa. (fig. 23 y 24).
7.8.1. Arroyo Abroñigal
Además de las norias construidas en cada uno de los extremos del Estanque Grande, se aprovecharon las aguas del arroyo Abroñigal, que Felipe III había mandado traer para abastecer de agua a la villa de Madrid. Se establecieron fuentes, una en la sacristía del monasterio de San Jerónimo, y otra en el camino del mismo nombre.
7.8.2. Manantiales
También se aprovecharon los manantiales que nacían dentro del Real Sitio, para el riego y el abastecimiento de estanques. Uno de estos manantiales era el llamado de los Pajaritos.
7.8.3. La Fuente del Berro
Felipe IV compró la quinta del Duque de Frías en el arroyo Abroñigal, donde estaba la Fuente del Berro, para aprovechar sus aguas, famosas por su calidad. La posesión fue donada a los monjes de Montserrat, que habían sido expulsados de Cataluña, quedando el usufructo para la corte.
8. FIESTAS Y ESPECTÁCULOS
La historia del Retiro es una continua serie de festejos. Se celebraron justas, torneos, saraos, corridas de toros y numerosísimas representaciones teatrales. Los más acreditados comediantes, arquitectos, pintores y escultores compitieron en adornar las fiestas y espectáculos que se celebraron en el Buen Retiro.
8.1. Naumaquias
Entre los espectáculos que más llamaron la atención estaban las naumaquias, simulacros de batallas navales que se realizaban en el Estanque Grande. Combatían entre sí embarcaciones en miniatura. Esta naumaquias tienen su origen en el mundo romano; ya se celebraban en el Anfiteatro del Coliseo. Los argumentos tenían su fuente de inspiración en la literatura y la mitología clásicas. En el Gran Estanque se representó “Los encantos de Circe”, cuyos protagonistas eran Ulises y la reina Circe. Para esta representación, la isla del estanque se revistió con corales, moluscos, cascadas de agua, etc. José Bordiú nos describe en “Apuntes para la Historia del Buen Retiro” esta representación: “La isla principal del estanque estaba revestida de corales, moluscos y otros productos marinos, adornándola cascadas con surtidores de agua, que caían al estanque, y en us recinto se destacaba un alto monte cubierto de árboles”.
8.2. El Casón
Fue proyectado y construido por Alonso Carbonell en 1637, y terminado por José del Olmo, dedicándose a salón de baile. Estaba situado en medio de dos pequeños jardines, formados por cuatro parterres. Es uno de los pocos edificios del conjunto palacial del Buen Retiro que se conservan hoy, aunque con varias remodelaciones. Su construcción era de las más artísticas; constaba de tres plantas y un elevado techo. Las ventanas del primer piso estaban rematadas por bellos frontones de granito. El interior estaba dividido en tres salas: dos pequeñas a los lados y una central. La estancia estaba cubierta por una bóveda de cañón, en cuyas lunetas se abrían dos ventanas más pequeñas. El salón central imitaba los de los palacios italianos, con balconada corrida de hierro a una altura de tres metros para que se asomasen los espectadores que no participaban en el baile. El aspecto exterior era más clasicista, ya que los vanos rectangulares remataban en frontones triangulares, y en el piso noble había algunas hornacinas con esculturas. El tejado era a cuatro aguas (fig.25 y 26.).
8.3. Coliseo
Era lógico que, siendo Felipe IV tan aficionado al teatro, se construyera en el nuevo palacio un edificio para representaciones teatrales. Se construyó entre 1638 y 1640, inaugurándose de forma oficial el 4 de febrero de 1640 con la comedia de Rojas Zorrilla “Los Bandos de Verona”. Era el primer teatro techado de Madrid, ya que hasta ese momento se representaban en los llamados corrales de comedia. El teatro fue proyectado especialmente para poder representar en él comedias de tramoya, para lo cual su escenario era amplio y estaba preparado para sostener los telones de fondo y los bastidores que se deslizaban por unas guías insertas en el suelo, que eran accionadas desde abajo por medio de cabrestantes. Existía maquinaria especial para efectos aéreos. Se llegó a tal perfección que hoy resultaría difícil imitarlo; se hacían surgir inundaciones, lluvias de fuego, tempestades y terremotos. El escenario se abría al fondo al paisaje, lo que facilitaba la creación de un ambiente natural cuando la representación lo requería. Las funciones duraban de cinco a seis horas. En la mayoría de las representaciones estaba abierto al público, previo pago de una entrada.
La planta era ovalada y con tres órdenes de balcones. El primero estaba destinado a la familia real, que podía acceder directamente desde sus aposentos. A un lado y otro había dos palcos o tribunas con canceles de hierro, y a los lados filas de bancos cubiertos con tapices de Persia. El frontis del escenario tenía un entablamento sostenido por dos columnas que imitaban ser de jaspe. También se veía un león que portaba una cruz, símbolo de la religión, y el cetro y la espada, símbolo del poder. El director del teatro fue Cossimo Lotti, que había trabajado al servicio del Gran Duque de Toscana y llegó a Madrid en 1626. Fue el artífice de la aparatosa maquinaria teatral. Al morir Lotti en 1643, su ayudante Baccio del Bianco se encargó de la dirección escenográfica, dando un gran impulso a las comedias de tramoya. Se conservan 11 dibujos, testimonio de los decorados que realizó para la representación de “Andrómeda y Perseo”.
Las trazas para el Coliseo debieron ser obra de Alonso de Carbonell en colaboración con Cossimo Lotti. Estaba situado en un ángulo de la Plaza Principal a la que se tenía acceso a través de una galería.
El teatro, junto con la pintura y la música, era una de las aficiones favoritas de Felipe IV y su esposa Isabel de Borbón. Por este motivo tuvieron lugar numerosísimas representaciones teatrales. Entre las obras representadas podemos citar: “Amor no correspondido”, de Calderón de la Barca; “Quien más miente medra más”, de Francisco de Quevedo; “Psique y Cupido”, de Luis Vélez de Guevara. (fig. 27 y 28)
9. CARLOS II Y EL BUEN RETIRO
A la muerte de Felipe IV, el 17 de septiembre de 1665, hereda el trono su hijo Carlos II, y con ello se inicia una etapa de decadencia para el Buen Retiro, que coincide con la del Imperio Español. Queda como regente Mariana de Austria, que no le presta gran atención al Real Sitio. Se dejan de celebrar fiestas; solamente se siguen haciendo representaciones teatrales por al gran afición que la reina Mariana sentía por el teatro.
En 1675 alcanza la mayoría de edad Carlos II, persona débil, enferma e irresoluta. No se interesa por nada, y delega su confianza en el valido Valenzuela, que se ocupó personalmente de organizar las distracciones y entretenimientos del rey. Por este motivo volvieron a celebrarse corridas de toros, juegos de cañas, torneos, etc. Las representaciones teatrales fueron muy numerosas, y seguían teniendo lugar en el Coliseo. Valenzuela estimulaba a los autores a que escribieran obras. Calderón de la Barca escribió en 1679 “El Hado y Divisa de Leónido y Mavisa”.
Al morir Valenzuela el bastardo de Felipe IV, Juan José de Austria, se instala en el Retiro. Se siguen celebrando fiestas, pero no se ocupa de restaurarlo. En 1682 un informe indica la necesidad apremiante de reforzar la posesión real, por peligro de ruina. Lo único que hace Juan José de Austria es traer la estatua ecuestre de Felipe IV, que por orden de Valenzuela se había llevado a la Plaza de la Armería del Alcázar, a su emplazamiento primitivo (fig.10.).
Con motivo de la boda de Carlos II y María Luisa de Orleáns, se celebran fiestas en el Real Sitio con representaciones teatrales y saraos. La reina madre, Mariana de Austria, traslada su residencia al Buen Retiro, dejando el Alcázar para Carlos II y María de Orleáns.
Al morir María de Orleans, Carlos II se casa con Mariana de Neoburgo en 1690. Para la entrada de la nueva reina en la corte, se realizó una puerta monumental en las inmediaciones del monasterio de San Jerónimo, y que más tarde fue trasladada a la verja de la calle de Alfonso XII, a la entrada del Parterre (fig.29.). Virginia Tovar, en su libro “Arquitectura Madrileña del Siglo XVII” nos describe esta puerta: “La obra, en granito se dispone en vano adintelado y gran arco sobrepuesto de medio punto. Su planta se compone de secciones cóncavas y rectas (…). El revestimiento ornamental (…) es barroco. (…) El entablamiento se reduce a una cornisa discontinua y al frontón curvo de coronamiento (…). A plomo de pilastras y clave del arco se levantan pedestales, base probable de figuras alegóricas (…)”.
La realización más importante durante el reinado de Carlos II fue la decoración de la bóveda del Casón, hecha por Lucca Giordano, uno de los mejores ejemplos de pintura barroca decorativa de España. El tema de la pintura son los Argonautas y el Toisón de Oro. Es una representación alegórica del origen de la Orden del Toisón de Oro. Hércules presenta a Felipe el Bueno, Duque de Borgoña, el Vellocino de Oro conquistado por él y sus compañeros los Argonautas, conducidos por Jasón.
El 2 de noviembre de 1700 fallece Carlos II sin herederos. Con él termina un siglo, una dinastía y muchas instituciones, ideas y costumbres peculiares de aquél periodo histórico. Finaliza toda una época de la historia de España y del Buen Retiro.
Se produce el fin del periodo artístico más fecundo del pueblo español, conocido como el Siglo de Oro, y comienza una nueva etapa europea, llamada Siglo de las Luces, en la que el centro del arte será París. La nueva dinastía de los Borbones impondrá las influencias francesas en el Buen Retiro.
10. CRÍTICAS Y ELOGIOS LITERARIOS
Las críticas surgieron como consecuencia de que no se elegía el mejor momento político, ya que eran claros los síntomas de decadencia del imperio español. Se había producido una bancarrota en 1596, y se produjo otra en 1627. La impopularidad de la construcción del Buen Retiro se acentuó cuando fue necesario crear nuevos impuestos para su financiación.
Quevedo reflejó este descontento en sus versos, argumentando que no era la ocasión más adecuada, cuando había tantos desastres: Hacer brotar fuentes de agua y que se anduvieran haciendo retiros en vez de hacer soldados.
Lope de Vega y Luis Vélez de Guevara alabaron la creación del Buen Retiro. Calderón de la Barca escribió un auto sacramental, “El nuevo palacio del Retiro”, que se representó en las fiestas del Corpus Cristi de 1634. En una alegoría Calderón representaba el mensaje eucarístico, uniendo lo espiritual y lo terreno, representado en el Retiro, que es como la ciudad celestial descrita por San Juan en el Apocalipsis. En otra obra de Calderón, “El mayor encanto, el amor”, representaba el Retiro como un gigante ermitaño, haciendo alusión a sus ermitas.
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