El temor de un hombre sabio, de Patrick Rothfuss

Portada El temor de un hombre sabio

Portada El temor de un hombre sabioSupongo que lo primero que tengo que decir de El temor de un hombre sabio es que es el libro que con más ilusión he esperado de los últimos años, confiando y deseando que fuera, exactamente, lo que ha sido.

No digo con esto que se trate de una obra perfecta, tiene algunos defectos más o menos claros, pero sí digo que me encanta, y la verdad, no sé decir por qué. Sí que existen multitud de razones que explican el por qué me gusta mucho, pero ese salto de calidad de “gustar mucho” a “encantar” tendré que dejarlo en un intangible de subjetividad.

He dicho que tiene algunos problemas. El primero es evidente, pero mucho menos de lo aparente: es un mamotreto de 1.200 páginas que pasa de largo del kilo, con lo que no es el libro más cómodo de leer. Pese a su extensión, mucha gente dirá que no cuenta nada, que se podría haber quedado en la tercera parte. Yo no estoy para nada de acuerdo, pero sí creo que fruto del éxito mundial de El nombre del viento ha ocurrido un curioso efecto. Supongo que el autor tuvo que realizar para la primera parte de la Crónica del Asesino de Reyes un enorme esfuerzo de síntesis. Por si no lo sabéis, la trilogía ya está escrita y ocupa varios miles de páginas. Lo que Rothfuss hace ahora es revisarla y reescribirla entera. Supongo que con la primera parte tuvo que reducir bastante para que resultara más comercial, pero como ésta fue un bestseller, no habrá tenido tanta presión para la segunda. Así, con el ceño fruncido reconozco que probablemente podría haber contado lo mismo, igual de bien, en 300 páginas menos. Pero con una sonrisa, como lector egoísta que soy, cuanto más me den de lo que me gusta más me dura y más disfruto, qué le voy a hacer.

Así, aunque podría ser más corto, se lee de un tirón, y a poco que nos paremos a pensarlo, en realidad nos están contando muchas cosas. Digo esto por cierta sensación de inmovilismo que invade a algunos lectores, que se quejan amargamente de que llevan cientos de páginas sin que ocurra nada. Aunque sí es cierto que la segunda mitad del libro es más dinámica, no creo que pasen pocas cosas, tan solo las leemos demasiado rápido como para digerirlas al ritmo que deberíamos. Yo he tardado 11 días en leerlo, y reconozco que he leído mucho, pero despacio para disfrutarlo más. Hay a quien le ha durado 3 días. Creo que eso no es sano, por muy adictiva que sea la novela.

Otra crítica que he oído es que Rothfuss es “lento”. Voy a ilustrar mi opinión con una película. En la obra maestra del cine y sobre el cine que es Cautivos del mal, el productor interpretado magistralmente por Kirk Douglas dirige lleno de prepotencia una superproducción en la que todas las escenas son impresionantes y cada momento un clímax. Por supuesto es un dramático fracaso, una basura, pues lo que le da sentido a un pico es que esté rodeado de valles. Una narración, especialmente en fantasía, habitualmente alterará momentos “lentos” con “rápidos”, y Rothfuss hace esto estupendamente. O sea, lo que se llama sentido del ritmo narrativo (quizá por ello las elipsis resultan algo bruscas). Para quien quiera sólo rapidez, que se lea la Dragonlance, pero advierto, sin ánimo de polemizar, eso para mí, que ya tengo un rodaje, es la película de Kirk Douglas, pero ojo, también tiene su público.

Desde luego, yo sí soy el público de El temor de un hombre sabio. De nuevo, la escritura está cuidada a la perfección. Se nota revisada una y otra vez, cada adjetivo bien escogido, cada metáfora bien elaborada. No digo con esto que el autor tenga un talento avasallador, pero sí que es un magnífico artesano de la palabra. Además, escribe con una sensibilidad especial que en ocasiones llega a emocionar, quizá por la naturalización de un mundo fantástico cercana al hiperrealismo, si es que esto es posible (aquí importa mucho el dinero, el alojamiento, la ropa…). Otorga credibilidad no solo a personajes y situaciones, sino a culturas, sociedades, lenguajes o procedimientos de magia. Sistemas complejos plenamente inventados. Quizá ése sea el éxito de esta saga. Además de la historia, claro.

Sigue siendo una narración en tres niveles: uno, el posadero Kote, escondido del mundo, le cuenta a Cronista junto a su discípulo Bast sus andanzas como el legendario Kvothe antes de tener que exiliarse -dos-, siendo ésta la narración fundamental. Además, ocasionalmente nos regalan algún cuento o leyenda que enriquece el conjunto en gran medida -tres-, y que de manera oculta o explícita tendrá implicaciones en el tema central.

En la primera parte, dejamos a Kvothe en la Universidad tras pasar mil calamidades, aprendiendo entre otras cosas simpatía (digamos, la magia común) y nominación (magia poderosa: conocer el nombre de las cosas para tener poder sobre ellas), y buscando datos sobre los Chandrian, asesinos de leyenda que acabaron con su familia. Ahora seguirá con su labor de investigación y aprendizaje -impagables los momentos con Elodin, el excéntrico maestro nominador-, además de comenzar a forjar su propia leyenda, dentro y fuera de la Universidad. Además, siempre que puede, toca su laúd (acción que se ha convertido en uno de los grandes atractivos del personaje), y se entrega a su por así llamarlo romance con la enigmática Denna.

No diré más sobre la historia, que sí sobre la clave de su protagonista. ¿Por qué resulta tan atractivo alguien de inteligencia superior, de enorme carisma, mago de talento inigualable y luchador imparable? Alguien con quien a priori es complejísimo identificarse como lector por su perfección. Pues porque también todos sus poros destilan humanidad. Mete la pata sin parar. Es bueno, pero también arrogante, y hasta él mismo contando su pasado como Kote se ríe de lo inocentón que era en aquel momento.

Y creo que ya os he contado lo suficiente sobre El temor de un hombre sabio como para que os hagáis una idea (para lo que también podéis ver el booktrailer). Desde luego lo recomiendo para los que hayáis leído El nombre del viento, y para los que no, pues ahí tenéis los dos libros.

Os dejo con unas citas, solo algunas de las que me han llamado la atención. La primera, da título al libro. La segunda, un diálogo del maestro Elodin, muy significativa, al igual que la última:

“Recuerda que todo hombre sabio teme tres cosas: la tormenta en el mar, la noche sin luna y la ira de un hombre amable”.

“Hace mucho tiempo, cuando todos los alumnos aspiraban a ser nominadores, las cosas eran diferentes. —Se chupó un dedo y lo levantó—. El nombre que se animaba a buscar a la mayoría de los nominadores novatos era el del viento. Después de encontrar ese nombre, su mente dormida despertaba y era más fácil encontrar otros nombres. Pero a algunos alumnos les costaba encontrar el nombre del viento. Aquí había pocos bordes, poco riesgo. Por eso se marchaban a tierras salvajes, incultas. Buscaban fortuna, tenían aventuras, perseguían secretos y tesoros… —Me miró—. Pero en realidad lo que buscaban era el nombre del viento”.

“No hay hombre valiente que nunca haya caminado cien kilómetros. Si quieres saber quién eres, camina hasta que no haya nadie que sepa tu nombre. Viajar nos pone en nuestro sitio, nos enseña más que ningún maestro, es amargo como una medicina, cruel como un espejo. Un largo tramo de camino te enseñará más sobre ti mismo que cien años de silenciosa introspección.”

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