“El color de la magia” (1983) y “La luz fantástica” (1986), de Terry Pratchett

Portada La luz fantástica

Portada El color de la magia Portada La luz fantástica

Soy un devoto de Terry Pratchett desde que conocí su obra, hace muchos años, y hablar de su obra, por supuesto, es hablar del Mundodisco, la mastodóntica creación literaria que ha ido construyendo desde 1989 ladrillo a ladrillo, y ya van casi 40 ladrillos del que es posible sea el mundo fantástico más complejo y diverso (sí, más que la Tierra Media), y sin lugar a dudas el más divertido. Pues bien, los dos primeros ladrillos se llaman respectivamente “El color de la magia” y “La luz fantástica”, y sobre ellos y a su alrededor se han ido ubicando los demás.

Aunque ambas novelas se pueden leer por separado, es altamente recomendable hacerlo por orden, pues forman una unidad argumental.

Los personajes son tremendamente carismáticos. Los dos protagonistas son Rincewind, el peor mago del Mundodisco, y Dosflores, el incauto primer turista del mismo. Una pareja aparentemente inepta para la aventura, pero con una capacidad para salir de los embrollos enorme, en parte gracias a la ayuda de la inconmensurable gama de secundarios. La Muerte, Cohen el Barbaro, el hilarante equipaje… merecen tanto protagonismo que en algunos casos tendrán novelas propias más adelante.
El color de la magia me ha gustado más, quizá porque tiene una estructura más clásica, dividida en amplios capítulos que representan a zonas del Disco y las aventuras que en ellas se suceden. Me da la impresión de estar más trabajado en forma que La luz fantástica, más caótico en su formato y que es por momentos una sucesión de gags (con mayor frecuencia que el primero, quiero decir, ya que esto es una constante en la obra de Prattchett). En cualquier caso ambas son gratas de leer, muy divertidas e imprescindibles para los seguidores de Prattchett y del Mundodisco, y cada una queda capada sin la otra.

Por cierto, existe una miniserie excelente protagonizado por Sean Astin, David Jason y Tim Curry (con Christopher Lee poniendo voz a la Muerte) para el que colaboró el mismísimo Terry Prattchett y que incluye ambas novelas.

Por último un ejemplo de un speech de Cohen el Bárbaro comparado con la escena análoga en la película de Conan:

(…)
El jefe bárbaro dijo:
— ¿Cuáles, pues, son las grandes cosas que un hombre puede encontrar en la vida?
Es el tipo de conversaciones que hay que iniciar para que los bárbaros esteparios se mantengan sentados en círculos.
El hombre situado a su derecha bebió pensativamente un sorbo de cóctel de leche de yegua y sangre de lince blanco, y así habló:
— El horizonte nítido de la estepa, el viento en tu melena, un caballo descansado para cabalgar.
El hombre de su izquierda dijo:
— El grito de un águila blanca en las montañas, la caída de la nieve en el bosque, una buena flecha en tu arco.
El jefe asintió y dijo:
— Sin duda es el espectáculo de tu enemigo muerto, la humillación de su tribu y el llanto de sus mujeres.
Se oyó un murmullo generalizado de aprobación ante tan extravagante afirmación.
El jefe se volvió respetuosamente hacia su invitado, una figurilla que se calentaba cuidadosamente los sabañones junto a la hoguera.
— Pero nuestro huésped, cuyo nombre es legendario, sin duda conoce la verdad: ¿cuáles son las grandes cosas que un hombre puede encontrar en la vida?
El invitado se detuvo en mitad de otro inútil intento por encender su pitillo.
— ¿Cómo dicez? -preguntó, desdentado.
— Que cuáles son las grandes cosas que un hombre puede encontrar en la vida.
Los guerreros se inclinaron hacia adelante para oír mejor. Aquello valdría la pena.
El invitado pensó durante largo rato con todas sus fuerzas, y luego dijo con voz pausada:
— Agua caliente, buenoz dientez y papel higiénico zuave.

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