X-Men Versus Doctor Muerte, de Chris Claremont y Dave Cockrum
Una vez que Byrne se retiró como dibujante y co-escritor de los X-Men, Chris Claremont recuperó el control total de la serie con “Incluso en la muerte…”. Por su cuenta, Claremont ya era un escritor formidable, pero fue incluso mejor cuando trabajaba con Byrne. Aunque un cambio en el tono narrativo es bastante evidente, la primera saga después de la abrupta salida de Byrne sigue siendo muy entretenida, y consiste en un arco de 3 números en el que los X-Men luchan contra el Doctor Doom y Arcade.
Arcade fue un villano co-creado por Claremont y Byrne en las páginas de Marvel Team-Up # 65 (enero de 1978); en su primera aparición, este genio maligno ataca a Spider-Man y a Captain Britain (en realidad leí este cómic hace poco, y me encantaría reseñarlo algún día). Después de eso, Arcade reapareció en “Escuchen, deténganme si lo han escuchado, pero este los matará” (Uncanny X-Men # 123, julio de 1979), se ha rumoreado que Byrne no era muy fan de la forma en que Claremont estaba usando a Arcade como personaje, por ello no es sorprendente ver que el extravagante villano permaneció en el limbo hasta que Byrne ya no colaboraba para los X-Men.
En “Secuestrado” (publicado originalmente en Uncanny X-Men # 145, mayo de 1981), Arcade secuestra a los amigos y familiares más cercanos de los X-Men y los retiene como rehenes. Al mismo tiempo, establece una alianza con el Doctor Doom y se traslada temporalmente a Latveria. Storm comete el error de tratar de negociar con Doom y acepta una invitación para cenar con el señor de Latveria. En una escena bastante reveladora, Storm admite que está “disfrutando esto” y también descubre que “Doom es un… hombre fascinante”. Doom parece experimentar sentimientos similares: “Storm parece atraída por mí, como yo lo estoy por ella. Leona a león. Reina a rey. Ella no me teme. Debería temerme. Me temerá”. Fiel a su palabra, Doom enseñará a Storm el verdadero significado del miedo, encerrándola en un capullo de metal orgánico, exacerbando su claustrofobia hasta el límite.
En un intento desesperado de derrotar al genio malvado, los X-Men deben reagruparse y pedir ayuda a todos los ex-miembros. Es por eso que en “Mundo asesino” (Uncanny X-Men # 146, junio de 1981) un grupo de ex X-Men intenta “escapar de las diabólicas trampas de la muerte creadas por [el] sádico loco Arcade”. Iceman, Polaris, Havoc y Banshee enfrentan un desafío difícil, ya que no han sido miembros activos de los X-Men por un tiempo, y su falta de entrenamiento es bastante evidente. En algunos casos, la situación es aún más dramática, por ejemplo, Banshee perdió sus poderes mutantes en “Fue la noche antes de navidad…” y ahora debe luchar armado solamente con una pistola y su propia clase de coraje irlandés.
Finalmente, en “Tormenta sin rumbo” (Uncanny X-Men # 147, julio de 1981), Storm se libera del encarcelamiento de Doom, pero todo el sufrimiento producido por su claustrofobia le ha provocado un colapso mental, y lo que surge del capullo de metal no es la gentil y cariñosa mujer respetada por todos sus colegas, sino más bien una diosa cruel y momentáneamente demente con suficiente poder para destruir todo lo que la rodea, como se puede ver en las impresionantes páginas dibujadas por Dave Cockrum y entintadas por Joe Rubinstein. En este número, Doctor Doom y Arcade entienden que no pueden enfrentar el poder de la naturaleza de la misma manera que lo harían con un adversario normal.
Aunque la historia de Doom / Arcade es entretenida, John Byrne estaba muy descontento con la forma en que Claremont representa a Arcade. En una escena en particular, Arcade enciende un fósforo usando la armadura de Doom, faltándole el respeto al monarca de Latveria. Como señala Brian Cronin, “a John Byrne no le gustó esto, por lo que en un número posterior de Fantastic Four, abordó ese momento y lo borró de la continuidad, aduciendo que era un Doom-bot y no en realidad el Doctor Doom…”. Para Byrne, lo que Arcade hizo fue una “afrenta a la dignidad de Doom”. Siempre hay diferencias creativas, pero es interesante observar hasta qué punto los escritores pueden estar en desacuerdo por la manera en que tratan (o maltratan) a sus villanos favoritos.
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