[Crítica] Winter Soldier #1, de Ed Brubaker y Butch Guice
Leí el inicio de la nueva etapa del Capitán América el año pasado y no me sentí particularmente interesado. No es que Ed Brubaker escribiese un relato pobre, sino que no sentí ninguna urgencia en saber qué pasaría a continuación. He tenido algunos problemas con Brubaker en el pasado, su primer arco en Daredevil fue intenso e inolvidable, pero después algunos de sus recursos narrativos se sentían como estancados, monótonos.
Así que cuando me enteré de que saldría Winter Soldier dudé. Pero la portada de Lee Bermejo fue bastante persuasiva. Así que hice mi compra por adelantado. Lo leí. Y lo disfruté. Brubaker regresa a lo que mejor sabe hacer: espías, intrigas y crimen con un aire a serie negra. Y Butch Guice es el aliado artístico ideal para semejante proyecto. Debo admitir que desde la primera página me sentí inmediatamente seducido por el maravilloso arte de Guice. Sus páginas en Capitán América eran muy buenas, pero creo que aquí son incluso mejores.
Guice ha canalizado la tradición de los títulos de espionaje de Marvel de antaño, y de este modo, tenemos páginas que nos recuerdan al Nick Fury de Jim Steranko. Sólo la idea de tener 9 viñetas en una sola página (preciosa página, por cierto) parece revolucionario en la actualidad, en una etapa en la que los artistas se sienten más cómodos mientras menos tengan menos viñetas que elaborar. La distribución de los paneles y la determinación de las tintas de Guice convergen en un magnífico festín visual.
Winter Soldier es un óptimo homenaje a los cómics del pasado, con un estupendo enfoque artístico y un guión muy sólido. Alguien podría preguntar, sin embargo, ¿qué relevancia tienen los espías rusos en el siglo XXI? Bueno, como escribió Slavoj Žižek hace poco “ya no hay guerras en el viejo sentido de un conflicto entre estados soberanos en donde se aplican ciertas reglas”. Esto, por supuesto, es especialmente válido en el transcurso del primer número de Winter Soldier, en el que James “Bucky” Barnes recuerda que durante la Guerra Fría, un agente capaz, en el lugar y en el momento adecuado, podía ser más más efectivo que un ejército. Ivan Kragoff (también conocido como el villano Red Ghost) piensa exactamente lo mismo, que no deja de ser bastante lógico, y es que en el mundo de hoy un terrorista, si tiene la oportunidad, puede causar más daño que todo un ejército.
¿Por qué Bucky Barnes reemplazó al Capitán América hace un par de años? Steve Rogers, el héroe noble e idealista había muerto intentando proteger vidas inocentes en el desenlace de Civil War. Pero esta fue también una muerte simbólica que tenía un significado: Estados Unidos, como lo conocíamos, ya no existía. O, por lo menos, habían ocurrido profundos cambios, y es por ello que Bucky, como el nuevo Capitán América, podía hacer cosas que Steve Rogers ni siquiera consideraría. Ayudado por Natasha Romanov (Black Widow), Winter Soldier se enfrenta a una peligrosa amenaza y a enemigos desconocidos en esta nueva colección, enemigos que han decidido atacar la embajada de Latveria. ¿El objetivo? Doctor Doom.
Ciertamente, el ‘cambio’ al que me refería puede ser ejemplificado no sólo por el Acta Patriótica de Bush sino también por el artículo de Newsweek de Jonathan Alter “Es momento de pensar en la tortura”; aquí, un típico ciudadano norteamericano llega a una debatible conclusión: “Es un nuevo mundo, y la sobrevivencia puede requerir viejas técnicas que antes no habríamos considerado”.
Una de las cosas que más disfruté antes del regreso de Steve Rogers fue el constante cuestionamiento interno de Bucky. Él sabía que había recurrido a todas estas ‘viejas técnicas’, él sabía que, como Winter Soldier, había asesinado y torturado a mucha gente, y no obstante estaba usando el manto del héroe más amado de Estados Unidos. Estas contradicciones internas transformaron a Bucky en un personaje multidimensional que no tenía nada que ver con su versión más inocente e infantil de los años 40. Espero que Brubaker y Guice no se aparten del buen camino.


