Whispers # 1, de Joshua Luna
¿Alguna vez se han sentido nerviosos en una cita? ¿Han tenido miedos irracionales? ¿Les ha dado un ataque de ansiedad? Si han respondido sí a alguna de estas preguntas entonces probablemente se sientan identificados con Sam, el protagonista de “Whispers” -la serie de Joshua Luna para Image Comics.
Sam es un joven que no ha sido capaz de procesar los eventos traumáticos de su infancia y, como resultado, ahora sufre de lo que comúnmente denominamos ‘trastorno obsesivo compulsivo’. Criado por una madre seriamente perturbada y despreciado por algunos de sus compañeros, es ya todo un logro para él salir de su departamento y reunirse con sus amigos en un café.
No obstante, al llegar al café el trastorno lo domina. No puede abrir la puerta, la sola idea de tocar una manija manipulada por incontables personas lo hace temblar. Todos nos enfrentamos a gérmenes y bacterias de la mejor forma posible. Pero ¿qué pasaría si estuviéramos absolutamente obsesionados con la limpieza y los procesos de desinfección? Viviríamos saludablemente, pero probablemente eso no sería vivir de verdad, ¿o sí?
Sam, sin embargo, no está loco. A diferencia de nosotros -asumiendo que todos mis lectores son, al menos, parcialmente cuerdos- es incapaz de conectarse con el fantasma: “Un fantasma es un patrón conceptual fuerte y muy básico, una suerte de idea fija que organiza nuestra visión del mundo”. Cada vez que vemos a alguien, cada vez que interactuamos con gente, lo hacemos a través de una construcción fantasmática. Es decir, una versión idealizada del ser humano que nos impide sentirnos asqueados por su corporeidad. Porque, después de todo, ¿de qué está constituido un ser humano? Primero, antes que nada, somos entidades físicas, pero al mismo tiempo no podemos lidiar con la materialidad de nuestros cuerpos.
Un cuerpo se compone de fluidos, vísceras, gases, olores, excrementos, sangre, mucosidades y otras sustancias que muchos considerarían repugnantes. Por ejemplo, si vemos a un cuerpo diseccionado seguramente sentiremos asco. Simplemente no podemos enfrentar la fea verdad. Sam, sin embargo, ha asumido la verdad hasta tal punto que ya no puede relacionarse con los otros a través del fantasma; él es incapaz de crear una versión idealizada de la gente y así sólo los ve como bolsas caminantes de gérmenes y bacterias. Está verdaderamente aterrorizado de lo que podría pasarle si deja de lavarse las manos maniáticamente o si se descuida en las -siempre- contaminadas calles.
El aspecto más interesante de la narrativa de Joshua Luna es que Sam, luego, se convierte en una figura fantasmal que puede vagar por las calles despreocupadamente. De hecho, Sam abandona aquello que le parece asqueroso -el cuerpo humano- para ser una manifestación etérea que no necesita preocuparse por enfermedades u órganos internos. Ya se ha acercado a algunos de sus amigos en sueños, y ahora, conciente, visita a su madre y a su primera enamorada, el amor de su vida, que actualmente es una drogadicta. Como fantasma, por fin, puede conectarse con las personas de una manera que antes le habría resultado imposible. Puede, finalmente, dejar de verlos como una fuente de infección y empezar a apreciarlos por lo que son realmente. No obstante, como un ser inmaterial ya no tiene acceso a la materialidad del cuerpo, así que no puede tocarlos ni hablar con ellos.
El primer número de Joshua Luna realmente ha capturado mi atención. Tiene un concepto muy original, muy bien ejecutado. Además de sus maravillosas ideas, él también es un artista de primer nivel. Con un estilo claro e impecable, ligeramente reminiscente de famosos artistas como Mike Allred, las ilustraciones de Joshua sorprenden por su calidad. Un asombroso comienzo, lo recomiendo.
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