Valle Paraíso, de Santi Pérez
He hablado a menudo sobre los grandes maestros del cómic: Barry Windsor-Smith, Frank Frazetta, Bernie Wrightson, etc. Y, claro está, todo maestro viene acompañado de discípulos. Bernie Wrightson, en particular, ha inspirado a incontables legiones de dibujantes, tanto en Norteamérica como en Europa. En España, concretamente, hay dos artistas de excelente nivel que rinden homenaje al legendario Wrightson. Uno de ellos es Corominas y el otro es Santiago Pérez Domingo, más conocido como Santi Pérez.
Del mismo modo que Wrightson se granjeó la fama gracias a sus constantes colaboraciones para títulos de terror como “Creepy” o “Eerie”, los dos autores a los que hago mención destacaron sobre todo por sus relatos cortos para la revista española de “Creepy”. Santi Pérez empezó su carrera con historias breves, sumamente respetuosas de las pautas narrativas establecidas por el ubicuo tío Creepy (de hecho, el engendro del mal aparece en alguna de ellas). “Sígame, padre” o “Accidente doméstico” dan buena cuenta del talento innato de un joven creador que, por aquel entonces, tenía apenas 20 años.
Sin embargo, es en historias como “Jack el moroso” en la que Santi Pérez hace gala de un excelente humor negro aderezado con giros argumentales inesperados y a la vez muy bien logrados. El género de terror, poco a poco, se subvierte, y el resultado se aprecia en “Merrie Melodies” y en “Amigos hasta la muerte”.
Lamentablemente, como en los relatos de horror clásico, una extraña maldición parecía cernirse sobre Santi Pérez (y, dicho sea de paso, también sobre Corominas, Javi Santonja, F. de Felipe, y tantos otros creadores de primer nivel). Él llegó a tiempo para los estertores finales de la edición española de “Creepy”. La suya no fue la época del boom del cómic adulto en España, sino más bien la agonía de una gloriosa era que, una vez desaparecida, no volvería jamás.
El editor Josep Toutain canceló la publicación de “Creepy”, y se embarcó en un nuevo proyecto editorial: “Comix Internacional”. Esta revista de gran calidad, no obstante, también fue víctima de la crisis en España. Tras apenas 6 números, “Comix Internacional” se despedía, comprobando, como en una profecía autocumplida, que la advertencia que aparecía en la portada del primer número era absolutamente verídica: “el cómic condenado a muerte”.
Afortunadamente, es en las páginas de “Valle Paraíso”, publicadas en “Comix Internacional”, en las que Santi Pérez llega a una madurez creativa que no todos los dibujantes y guionistas llegan a alcanzar. Ayudado por Valentín Ramón, Santi Pérez tuvo la audacia de mezclar escenarios delirantes, cargados de horror surrealista, con personajes sumamente perturbados pero a la vez complejamente diseñados.
Junto con “Museum”, de F. de Felipe, “Valle Paraíso” fue desde un inicio una de mis series favoritas en una revista que ya de por sí era sinónimo de calidad. Lástima que durase tan poco. El infortunio, por cierto, tampoco acaba aquí. “Valle Paraíso” no fue reeditado, pero si algún día el autor se anima a hacerlo, espero que incluya en su selección a “Jack el moroso”, “Merrie Melodies” y “Amigos hasta la muerte”.
“Valle Paraíso”, en strictu sensu, consta de apenas dos capítulos (aunque, temáticamente, estaría conectada al menos tangencialmente con los tres que acabo de mencionar). El primer capítulo se centra en el romance entre un hombre y una mujer, y en los celos enfermizos del padre de la fémina, quien termina saboteando la relación. Dicho de este modo, podría parecer una historia convencional, pero no lo es. El escenario de “Valle Paraíso” tiene una envidiable flexibilidad onírica, el espacio en sí está permeado de inusuales posibilidades e incluso las dimensiones físicas varían siguiendo los designios de los autores.
Mi favorito, sin embargo, es el segundo capítulo de “Valle Paraíso”. Es increíble ver cuántos conceptos, ideas y metáforas se encuentran presentes en apenas un puñado de páginas. Aquí, los protagonistas son un grupo de chavales, lidiando con las preocupaciones típicas de la edad: el colegio, los exámenes, el interés incipiente por el sexo opuesto, la relación conflictiva con los padres. Todo esto, por supuesto, sucede en un entorno fantástico, que tiene tanto de pesadilla como de alucinación. Recordemos que el mundo de “Valle Paraíso” no pretende ser un reflejo especular de nuestra realidad; pero sí un admonitorio tête-à-tête que nos sorprende por su íntimo mensaje y por su acento veraz.
Para el protagonista, no hay nada más terrorífico que presentarse ante su padre (un hombre que sólo piensa en términos numéricos) luego de haber obtenido una baja nota en la prueba de matemáticas. Santi Pérez captura a la perfección la ansiedad y la inseguridad que todos hemos sentido alguna vez durante nuestra etapa escolar. Las desgarradoras escenas de violencia doméstica son el necesario contrapunte para la venganza que ya está próxima. Sin duda, una de las escenas más escalofriantes es la matanza realizada por el co-protagonista, labor que empieza con unas simples ranas y que termina con el cuerpo de la chica más bonita de la escuela. En media docena de viñetas, Santi Pérez logra imbuir algo de inocencia infantil a los macabros crímenes cometidos por sus personajes. Un inusitado logro que, sin duda, merece toda mi admiración.
Visualmente, las páginas de “Valle Paraíso” son impactantes. Conservan una cualidad estética que las hermana con las obras de Wrightson pero a su vez poseen una frescura, un atrevimiento e incluso una irreverencia que las hace únicas y las convierten en verdaderos tesoros. Es una lástima que luego de la crisis editorial española Santi Pérez permaneciese “en hibernación” durante más de dos décadas. Por fortuna, recientemente ha retornado al escenario del noveno arte. Vaya que me encantaría poder trabajar con él algún día. Mientras tanto me queda la satisfacción de ver sus nuevos trabajos aquí: http://celda224.blogspot.com/.