Tragaldabas, Enrique Corominas

Portada TragaldabasRecuerdo que cuando todavía estaba en el colegio, comprar cómics implicaba una ardua labor de búsqueda. Las librerías no tenían secciones dedicadas al noveno arte y, en general, salvo alguna que otra honrosa excepción, el arte de encontrar cómics requería una inmensa paciencia. En ese entonces, ir a la feria del libro era siempre un momento emocionante, porque existía la posibilidad de encontrar allí alguna novedad. A menudo la búsqueda era infructuosa, pero a veces uno tenía la suerte de tropezarse con saldos de las editoriales españolas, y vaya que eso era todo un hallazgo. Fue así como llegaron a mis manos, poco a poco, ejemplares de Zona 84, Totem, Comix Internacional y, por supuesto, Creepy (todos ellos editados por Toutain).

En la segunda y última etapa de la edición española de Creepy, Josep Toutain tuvo el acierto de incluir una serie de 6 capítulos titulada “Tragaldabas”. El autor era Enrique Jiménez Corominas, un joven de 20 años que demostraba un virtuosismo gráfico superior al de muchos dibujantes, incluso aquellos que contaban con años de práctica continua.

El primer capítulo de “Tragaldabas” sería publicado en 1990, en las páginas de Creepy # 1. Allí, Corominas da rienda suelta a su creatividad, no solamente como dibujante sino también como guionista. Narrativamente, la serie se bifurcaba en dos direcciones, por un lado, la trama central, en la que un siniestro fanático religioso secuestra a Saray, una inteligente periodista que se encarga de desacreditar, mediante meticulosas investigaciones, a incontables sectas y supuestos ‘mesías’; apresada por este hombre de gordura casi obscena, Saray deberá soportar una serie de torturas mientras escucha las curiosas parábolas que le son narradas. Es, precisamente, en estas parábolas en las que podemos observar la segunda vertiente de “Tragaldabas”; obviamente, no son fábulas ni cuentos espirituales, sino relatos retorcidos, sangrientos y a menudo aterrorizantes. Gracias a esta doble estructura, Corominas satisface a sus lectores ofreciendo una historia completa en cada número de Creepy (una de las parábolas contadas por el secuestrador), a la vez que desarrolla paulatinamente el núcleo argumental (es decir, la confrontación intelectual y física ente la víctima y su verdugo).

Claramente influenciado por el legendario Bernie Wrightson, Corominas también canaliza con elegancia las ilustraciones de Doré y los grabados de Goya. Con un trazo minucioso, sumamente expresivo y pletórico en su riqueza casi barroca, Corominas representa paisajes dignos de una pesadilla, con cuerpos convulsos, deformes, a veces poéticamente escultóricos y otras simplemente mutilados y desfigurados.

Corominas impresiona desde el primer instante, gracias a su dominio absoluto de la tinta china y a su sorprendente capacidad de dotar a cada dibujo con una abrumadora cantidad de detalles, relieves y figuras ocultas en la oscuridad de las sombras. Si observamos, por ejemplo, la primera página doble encontraremos una imagen extraordinaria, en los que los planos picados y contrapicados se entrecruzan en una dramática composición, la luz y la sombra dividen conceptualmente al mundo perverso del fanático religioso (mundo, por cierto, plagado de símbolos macabros, columnas revestidas con cabezas humanas y figuras ominosas apenas esbozadas o simplemente difuminadas entre esta arquitectura demoníaca) y al mundo vulnerable y bajo amenaza de Saray, quien parece ser el único cuerpo capaz de atraer la luz en este escenario.

Otra página doble digna de ser analizada es la que nos muestra un horizonte amplio y circular, en medio de un atardecer que sume en la oscuridad a la ciudad ficticia en la que transcurre esta saga. Desde el centro brotando con violencia la iglesia en la que Saray está aprisionada. Corominas realiza un impecable juego de falsas perspectivas que refuerzan el simbolismo arrollador de sus conceptos. Otras páginas, como la del tiburón que devora un hombre, son ejemplos claros de la pasión que Corominas siente por la ilustración clásica como forma artística.

Han pasado ya muchos años desde que leí “Tragaldabas” por primera vez, y aunque el guión presenta alguna que otra falencia, el arte sigue siendo una verdadera maravilla, y solamente por eso merece toda nuestra atención.