The New Deadwardians #2, de Dan Abnett y Ian Culbard

Portada The New Deadwardians 2“De algún modo, alguien se las ha ingeniado para asesinar aquello que no estaba vivo”. De hecho, como vimos en el primer número, un vampiro ha sido asesinado. El inspector en jefe, George Suttle debe encontrar una respuesta al enigma más grande de su carrera: ¿cómo puede morir un vampiro si no hay estacas en su corazón, si no ha sido decapitado y si no ha sido expuesto a la luz del día? Nadie sabe la respuesta, pero todos están preocupados.

Esta no es la Inglaterra de 1901 que aparece en los libros de historia. Londres había casi sucumbido bajo el peso de los muertos vivientes, criaturas sin mente que devoran a los vivos. Estos ‘seres que no descansan’, sin embargo, no pueden amenazar a los ‘jóvenes’, la aristocracia vampírica que gobierna el imperio británico. Para los nobles, tomar la ‘cura’ es sinónimo de convertirse en un chupasangre nocturno.

Lacan acuñó el peculiar concepto de lamella. Una lamella es indivisible, indestructible e inmortal -es decir, no-muerto en el sentido que tiene en una ficción de terror, ejemplificando la inmortalidad obscena de los ‘muertos vivientes’ a los que se les puede disparar o acuchillar y que, aún así, seguirán avanzando torpemente. En las palabras de Lacan, lamella no existe, insiste.

Hay una razón por la que el subgénero zombi tiene éxito mundial, y es porque está profundamente enraizado en términos psicoanalíticos que, consciente o inconscientemente, nos atraen. Abnett, sin embargo, se atreve a llevar esto un poco más lejos, al combinar el legado de Bram Stoker con los vástagos de George A. Romero.

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De acuerdo a Freud, la pulsión de muerte podría asociarse a la “compulsión a la repetición”, una extraña urgencia por repetir experiencias dolorosas del pasado. Nos sucede cuando no podemos superar ciertos traumas, pero es también una manera útil de describir la conducta de los muertos vivientes en películas de terror, porque el hambre constante es de hecho una pulsión compulsiva. Los ‘seres que no descansan’ que rodean Londres representan esta repetición, esta inmortalidad obscena mientras que los vampiros representan el último bastión de racionalidad humana y la inmortalidad sublime, la belleza de nunca envejecer y de los cuerpos sin edad.

Sutton empieza a investigar el asesinato, y sin arruinar las sorpresas de este número, puedo decir que él descubre que algo muy oscuro sucede en la capital de Inglaterra. Pero, ¿cómo podría ser de otro modo si hay vampiros y zombis coexistiendo en el mismo lugar?

El artista de la serie es I.N.J. Culbard, un nombre que no me era familiar, pero creo que el tono estilístico de la serie es idea suya. Las portadas son como homenajes a las placas publicitarias de esa era, y las páginas interiores comparten algunos elementos con el ‘arte póster’, un movimiento artístico impulsado por Henri de Toulouse-Lautrec, Jules Chéret y Théophile Steinlen. Aquí, el uso de líneas paralelas o del degradado abren paso al contraste y a los colores brillantes.

Crítica de The New Deadwardians #1

The New Deadwardians #2
Guión: Dan Abnett
Dibujo: Ian Culbard
Tinta: Ian Culbard
DC Comics. 32 páginas
Precio: 2.99 dólares