Swamp Thing. La cosa del pantano de Alan Moore (4)
Durante décadas, las drogas fueron uno de los muchos tabús intocados -e intocables- de los cómics de difusión masiva de Estados Unidos. Pero el consumo de drogas no era algo ajeno para Alan Moore (después de todo, cuando era adolescente, fue expulsado de su colegio a causa de un altercado que involucraba drogas). Ocasionalmente, DC y Marvel habían mencionado el tema de las drogas, siempre enfocándose en los aspectos negativos de la adicción y en las consecuencias letales de ingerir sustancias ilegales. Así que me sorprende ver que “Fruto del cielo” (publicado en Swamp Thing # 43, diciembre de 1985) fuera aprobado en primer lugar. Después de todo, aquí las drogas no sólo son el camino al infierno, también son la escalera al cielo. Supongo que se lo debemos a la audacia de la editora Karen Berger.
Chester, un hippy desempleado que les vende marihuana a sus leales clientes, se convierte en el punto focal de este relato amoral. El resto de los personajes convergen alrededor de él, atraídos por su más reciente descubrimiento: un fruto producido por el cuerpo de la Cosa del Pantano. Él comparte el fruto con dos hombres. El primero se lo da a su esposa, que está muriendo de cáncer, y a través de un sueño psicodélico la pareja redescubre el valor de la vida y la belleza de la naturaleza: “Vivimos nuestras vidas presionando nuestros cuerpos entre sí, intentando quebrar la tensión en la superficie de nuestras pieles, para unirnos en una sola gota”. La mujer moribunda abraza la vida más que nunca, y a través de una experiencia orgásmica y cósmica, se une a su marido en modos que nadie podría haber imaginado antes. El segundo hombre come el fruto y se ve a sí mismo como un monstruo; enloquece plagado por pesadillas y horribles visiones. Muere apenas unos minutos después de comer el misterioso fruto.
Chester escucha lo que les pasa a sus ‘clientes’. El primero está feliz y agradecido; el segundo, muerto. Si la fruta de algún modo trae a la superficie quiénes somos, nuestra verdadera esencia, entonces eso significa que podemos tener un buen o un mal viaje… y las consecuencias del mal viaje pueden ser mortales. La última página es mi favorita. Chester se queda mirando el último pedazo del fruto, intentando decidir si es una buena o mala persona, intentando especular qué podría pasarle si es que ingiere el fruto. Al final, la indecisión lo abruma. No se lo come, pero, ¿acaso ustedes sí se lo comerían?
Los artistas Stan Woch y Ron Randall aprovechan la alucinación provocada por el fruto y crean secuencias sumamente imaginativas y de una indiscutible belleza onírica; como siempre, los colores de Tatjana Wood están soberbios.
En “El hombre del saco” (enero 1986), un asesino en serie obsesionado con los ojos de sus víctimas atraviesa los pantanos de Louisiana. Este es un hombre que ha matado a 165 personas, y ha memorizado sus ojos. Puede recordar los ojos de todas sus víctimas y a menudo se regodea en esta remembranza macabra. El mundo está agitado. La locura se arremolina en la cabeza del hombre del saco, y a lo largo del mundo, el cielo se ha vuelto rojo.
La Crisis en Tierras Infinitas ha llegado, y los cielos rojos son una advertencia de lo que pasará, y eso es lo que dice Batman cuando se encuentra con John Constantine y Steve Dayton (antiguamente conocido como Mento, el héroe con poderes mentales) en una corta pero muy memorable escena… Ver a Batman demorándose algunos minutos en reconocer a Mento no tiene precio.
Stephen Bissette, Ron Randall y John Totleben ilustran magníficamente “El hombre del saco”: sus líneas detalladas e intrincados diseños hipnotizan al lector, pero lo que más nos sorprende es el balance entre sombras y luz. La página final es una de las más bellas composiciones que hemos visto en la colección, y eso ya es decir bastante. El rostro de la Cosa del Pantano se oculta en la negrura de la noche, el ojo izquierdo está a la vista y el derecho es reemplazado por la resplandeciente luna de la medianoche, y debajo de todo, la criatura del pantano camina hacia los bosques, hacia lo oscuro. Una página fantástica. Todavía me acuerdo cuando leí esta historia por primera vez. Cuando la Cosa del Pantano se materializa en el baño de Abigail es un momento de miedo, y funciona perfectamente gracias al equipo artístico.
Desde el inicio de “American Gothic”, Alan Moore reinventó a la muchedumbre más tradicional del género del terror. Los vampiros fueron convertidos en criaturas subacuáticas en el lago Rosewood; el mito del hombre lobo fue transformado en una alegoría del machismo, la subyugación de la mujer y las fases lunares reemplazadas por el ciclo menstrual. Ahora Moore juega con la clásica casa embrujada, llenando de crítica social la vacía figura del fantasma.
¡Bang, bang! Seguramente hemos oído esta onomatopeya antes, y Alan Moore juega con ella. Por un lado, el bang-bang hace referencia al disparo del revólver, pero también al sonido del martilleo. En “Danza fantasma” (febrero 1986) ambos elemenos se combinan en una narrativa cautivante. Una familia acaudalada ha construido una casa sobre seis acres de su propiedad. Una construcción tan monumental ha demandado un trabajo constante, y así, el sonido de los martillos y los clavos fue escuchado por años. Hasta que todo se detuvo. Y una vez que se detuvo reapareció un sonido muy familiar. El sonido de las pistolas. Todo hombre, mujer o niño -incluso animales- asesinado por la bala de las armas Cambridge reaparece como fantasma dentro de la gigantesca casa. Y cuando un grupo de amigos visitan la casa, todos los fantasmas despiertan.
Esta no es una historia políticamente correcta. Alan Moore desafía la hegemonía de grupos como la Asociación Nacional del Rifle (sabemos que la gente que entra en la casa tiene vínculos con esta organización) y eso es lo que cuenta. Porque aquí la idea principal no es algo agradable: Estados Unidos se construyó sobre los cadáveres de los indios, del mismo modo que la casa se construyó gracias a la opulencia generada por la producción y comercialización del rifle Cambridge (una versión más barata del rifle Winchester). Un martillo contra un clavo, una bala contra nuestra carne, todo es lo mismo. Pero el sonido debe parar. Y la Cosa del Pantano sabe qué hacer para lograrlo.
Aquí el arte está en las manos de Stan Woch y Alfredo Alcalá, y crean una atmósfera ominosa y oscura. Ellos recrean el horror de la muerte y, por encima de todo, la horrenda fascinación que los estadounidenses sienten hacia las armas. Al final, John Constantine reaparece y felicita a la Cosa del Pantano, pero también subraya lo cerca que están del fin: “Tengo un par de boletos de primera fila para el fin del universo”. Y eso es algo que merece verse.
Swamp Thing # 46, 47 y 48
Los cielos rojos surcan el horizonte, el tiempo se derrite mientras diferentes eras se amalgaman entre sí, los patrones climáticos enloquecen en todo el mundo. El fin está cerca. Y Alan Moore nos obliga a ver la extensión del daño: “Algo estaba comiéndose el cielo. Todos los que habían esperado morir mucho antes del día del apocalipsis miraron hacia arriba, y la sensación en sus estómagos era justo como supieron siempre que sería”.
“Revelaciones” (publicado en Swamp Thing # 46, marzo de 1986) empieza como un crossover de las Crisis en Tierras Infinitas y termina de manera muy perturbadora. En 1986, DC Comics emprendió la difícil tarea de reestructurar a sus héroes. Crisis en Tierras Infinitas fue el primer mega-evento concebido para alterar el status quo (“Mundos vivirán. Mundos morirán. Y el Universo DC nunca volverá a ser el mismo”).
En “Revelaciones”, la Cosa del Pantano y John Constantine son transportados al satélite del Monitor, allí han sido convocados todos los superhéroes del universo DC. Miles de personajes “un carnaval surreal y luminoso de disfraces… y apariencias demasiado extrañas… para ser disfraces” obedecen la llamada de Alexander Luthor. La Tierra, la galaxia, universos enteros y todas las realidades y dimensiones paralelas están a punto de ser destruidas. Y cada héroe debe desempeñar un rol. Alexander Luthor tiene una breve pero significativa audiencia con la Cosa del Pantano y John Constantine. Otros se encargarán de preservar la Tierra en el plano físico, pero salvar el plano espiritual es una prioridad.
Las tres páginas finales son una obra maestra del género de terror, la hermana Ann Marie –una de las aliadas de Constantine– busca ayuda en los barrios más horribles de Londres. Algo le dice que está siendo seguida. Entonces toma el metro pero sigue siendo acechada. Atrapada en una estación subterránea, ella deberá hacer todo lo que pueda para escapar de las sombras. Corre, pero sabe que no puede correr más rápido que la muerte. Stephen Bissette y John Totleben capturan la esencia claustrofóbica del subterráneo, la sensación de estar en una tumba; con líneas negras profundas y largas sombras, tallan meticulosamente la cara de la monja -una anciana- y la hacer ver aún más arrugada. Podríamos decir que Bissette y Totleben son reyes del reino de la noche, pero en las páginas iniciales de “Revelaciones” queda claro que también dominan el reino del día: es estupendo el retrato de las hordas de limpios y relucientes superhéroes, y la interpretación del joven Alexander Luthor es asombrosa y fiel a la versión original de George Pérez.
Cuando John Constantine apareció por primera vez, le prometió a la Cosa del Pantano conocimiento. Y ahora finalmente cumple su promesa en “El parlamento de los árboles” (abril 1986). Charles Shaar Murray, en el prólogo, afirma lo siguiente: “‘El parlamento de los árboles’ con su firme y furibunda disección de las conexiones íntimas entre voyerismo y puritanismo, planta las primeras semillas de la explosión que llevará a la Cosa del Pantano –y a Abby– mucho más allá del clímax de ‘American Gothic’”. En la profundidad de una selva sudamericana, hay un lugar habitado por otras criaturas elementales, han estado allí durante siglos y todos fueron como la Cosa del Pantano alguna vez. Lleno de preguntas, la Cosa del Pantano deja que sus raíces crezcan cerca de las raíces de los otros elementales, y establece un diálogo con ellos que no es desvirtuado por la voz ni por la racionalidad humana. No obstante, el parlamento de los árboles rechaza a la Cosa del Pantano. “Ellos eran criaturas… como yo… como yo… y me han abandonado”. Los artistas Stan Woch y Ron Randall reproducen la belleza de la naturaleza y juntos crean diseños exquisitos que combinan la anatomía humana con la forma de los árboles.
“Un asesinato de cuervos” es la conclusión de la saga American Gothic. Todo confluye en la confrontación final con las fuerzas de la Brujería. Constantine ha fraguado un plan y ha obligado a la Cosa del Pantano a viajar a lo largo de la nación para enfrentarse a la presencia indisoluble del mal con un objetivo: para que pueda prepararse para la pelea contra un culto secreto que pretende conquistar el plano espiritual.
Muchos de los colegas de Constantine han sido asesinados, pero aquellos que sobreviven viajan con él hasta la Patagonia, a la cueva donde se oculta la Brujería. Pero nada va de acuerdo al plan, la Cosa del Pantano y John Constantine apenas escapan con vida. La misión es un completo fracaso. Mientras tanto, en Luisiana, un periódico ha publicado una fotografía que muestra a una Abigail desnuda en un momento de intimidad con una criatura del pantano. Acusada de ser una depravada sexual, es despedida de su trabajo y velozmente arrestada.
Aunque en capítulos previos hemos visto a John Totleben enfocándose solamente en el entintado, en “Un asesinato de cuervos” demuestra que es más que genial en su capacidad como dibujante a lápiz, añadiendo texturas ricamente detalladas al cuerpo de la Cosa del Pantano, esculpiendo figuras en la oscuridad como si estuviesen hechas de arcilla, mostrándonos el horror de la cueva y los restos humanos mientras oculta otros aspectos (encendiendo así nuestra imaginación). El dinamismo de Totleben y la distribución de viñetas también merecen todos los elogios posibles.
Swamp Thing # 49 y 50
Las palabras son una pieza clave de los hechizos, del mismo modo que los buenos escritores pueden crear magia de verdad usando sólo palabras. “La invocación” (publicada en “Swamp Thing” # 46, junio de 1986), es sobre conjuros, hechizos y la poderosa magia de la literatura.
Alan Moore convoca a algunos de los personajes más oscuros del Universo DC, aquellos que experimentan con lo arcano, aquellos con hechicería suficiente para conquistar el plano astral. John Constantine reúne a Baron Winter, Sargon el hechicero, Dr. Occult, Steve Dayton (conocido en el pasado como Mento, de la Patrulla Condenada), Zatara y Zatanna. Mientras tanto, Swamp Thing reúne a Deadman, Phantom Stranger, Doctor Fate, Spectre y el demonio Etrigan. La guerra con la oscuridad primordial está por empezar, y ni siquiera las criaturas del infierno se sienten cómodas ante esta nueva amenaza (Etrigan admite “favorecer al diablo que conocemos”).
Cuando leí “La invocación” por primera vez, me di cuenta de lo maquiavélico que podía ser John Constantine. Él manipula a Baron Winter para usar su mansión en Georgetown como centro de operaciones, le miente a Steve Dayton diciéndole que su vida no correrá peligro, y su cinismo nunca le impide sonreír mientras recuerda sus sesiones de sexo tántrico con Zatanna, la hija del prestigioso brujo, Zatara. Stan Woch y Alfredo Alcalá capturan la esencia monstruosa del infierno, mientras que expresan una atmósfera ominosa en el mundo real, con énfasis especial en las expresiones retorcidas de Constantine y sus colegas.
“He visto… seres humanos… tanto atormentadores como atormentados… presas de un terrible círculo… de dolor y retribución… género contra género… raza contra raza… generaciones perdidas… en un laberinto de muerte… y culpa… y pólvora”, reflexiona la Cosa del Pantano, mientras recuerda su viaje por los rincones más oscuros de Estados Unidos. Sus días de viaje han terminado. “American Gothic” ha terminado. Y ese es el principio de “El fin” (julio de 1986), una edición de aniversario extra grande que celebra el número 50 de “Swamp Thing”. Es aquí donde todo llega “a la máxima velocidad que nos arremolina sin remordimientos hacia el clímax del ciclo”, tal como afirma Charles Shaar Murray.
En lo más profundo del infierno, comienza la batalla final contra la oscuridad primordial. El demonio Etrigan es el primero en atacar, pero su fatalismo causa su derrota; el segundo es Doctor Fate, pero su desprecio marca su caída; el tercero es Spectre, la criatura más poderosa de la Tierra, del cielo y del infierno, pero ni siquiera su divina sed de venganza es suficiente. Finalmente, la Cosa del Pantano sorprende a la oscuridad primordial con su calma, sus raíces en la naturaleza, y aunque no puede dañar a su enemigo tampoco recibe ningún daño. Sus conclusiones, no obstante, merecen ser resaltadas: “la negra tierra… es rica en obscena descomposición… sin embargo, la gloriosa vida… brota de ella […] tal vez la maldad… es el humus formado por la descomposición de la virtud… y tal vez… tal vez es en ese musgo siniestro… en el que la virtud crece con más fuerza”.
Mientras tanto, en la Tierra, la sesión de espiritismo continúa. John Constantine intenta canalizar todas las energías místicas a su disposición para ayudar a la Cosa del Pantano y a sus aliados. Pero se enfrentan a fuerzas más allá de la comprensión humana y el resultado es trágico: Sargon el hechicero se quema vivo, y luego Zatara sufre la misma agonía. Finalmente, la mente de Steve Dayton colapsa. Constantine y los sobrevivientes restantes entienden el alto costo de la victoria.
Como observa Neil Gaiman en el prólogo “la consumación de la saga ‘American Gothic’ tenía el doble de ancho de un cómic normal, y aun así pudo ser más grande. El Armagedón llega y se va en cuarenta páginas, dejando un rastro de muertos e individuos destrozados y una filosofía que prácticamente toda religión calificaría de herética –o por lo menos incómoda. También marcó el fin del equipo artístico de Bissette y Totleben”.
De hecho, este es el último número ilustrado por los maravillosamente talentosos Stephen Bissette y John Totleben. Su despedida es profundamente evocativa, un hermoso retrato del apocalipsis, del fin de todas las cosas, y logran crear la maldad definitiva, algo tan poderoso que puede incluso espantar a los demonios del infierno. Bissette, Veitch y Totleben le otorgan a Doctor Fate, Spectre y los demás un sentido de dignidad pero también de desesperación. La “combustión espontánea” de Sargon y Zatara es brutal, y ellos aplican las texturas más delicadas del pincel para mostrarnos lo impactante que es ver la carne humana quemándose.

Edición original: Saga of the Swamp Thing 35-50 USA
Guión: Alan Moore
Dibujo: Rick Veitch, Steve Bissette, Stan Woch
Tinta: Tom Mandrake, John Totleben, Ron Randall
Color: Tatjana Wood
Editorial Planeta (junio de 2011)
Formato: Libro cartoné, 432 págs. a color
Precio: 35 euros