Skin, de Peter Milligan y Brendan McCarthy
A veces, un trabajo se publica y la controversia empieza. Los conservadores proponen la censura. Afortunadamente, como lectores todavía nos queda la oportunidad de leer esa obra y juzgarla por nosotros mismos. Pero ¿qué pasaría si algo es tan polémico que es cancelado antes de ir a la imprenta? Eso es exactamente lo que pasó con Skin. “Skin era esta cosa escandalosa que ninguna editorial o imprenta quería tocar”. Los creadores fueron de una editorial a otra, y aunque algunas expresaron interés, eventualmente todas se echaron para atrás. El material era demasiado fuerte, afirmaban. Este fue, como explica Mark Kardwell, un “ejemplo de los censuradores atacando una obra luego de fracasar en entenderla o sin molestarse en haberla leído”.
“Muchos dijeron que Skin era de mal gusto. De hecho, es el relato más controversial que hemos producido y tuvo una larga e infame historia, al ser prohibida y repetidamente rechazada”. Sólo puedo imaginar la frustración de Milligan y McCarthy, y aunque yo nunca he sido “prohibido” debo admitir que nunca he intentado escribir algo lo suficientemente fuerte para despertar a la bestia de la censura.
Milligan y McCarthy crecieron en una era asediada por trifulcas políticas y nuevas y extrañas expresiones sociales. “Los skinheads eran una cultura juvenil predominantemente urbana […] los skins de este periodo todavía no se convertían en las tropas de asalto politizadas de la Derecha”. El protagonista de este proyecto, tal como el título anuncia, es un skinhead. Pero también es un niño deformado por la talidomida. La talidomida era una píldora administrada a las mujeres embarazadas para “curar” los dolores de cabeza y náuseas. Esto no es ficción, este medicamento de hecho existió y si se toman 5 segundos para buscarlo en Google encontrarán bastantes horrores, que no planeo incluir aquí. El efecto secundario de la talidomida era una deformación congénita de las extremidades. Los niños de la talidomida a menudo fueron llamados chicos foca, porque en vez de brazos sólo tenían manos (como si estuvieran imitando horrendamente los apéndices de una foca).
Con esto podemos entender por qué “Skin” no era un cómic típico. De hecho, ni siquiera era típico para Milligan y McCarthy. Si en trabajos previos ellos compartían su amor por el surrealismo y la psicodelia, aquí comunican su preocupación por una industria farmacéutica descontrolada y las muy realísticas y grotescas consecuencias del sistema político que le permitió a estas compañías destruir las vidas de miles de familias. Los autores también examinan la estructura social desmoronada de Gran Bretaña, enfocándose en la violencia callejera, el desempleo y la miseria urbana.
Al leer la primera página de Skin, entendí por qué había alterado y enfurecido a tanta gente. Es brutal, no pide disculpas, es tan cruel como la vida misma: “Martin se veía como un pajero pero por supuesto ni siquiera eso podía hacer. O sea, pajearse. No podía sacudir su propia polla, limpiarse el culo o peinarse. Pero no necesitaba peinarse […] él era uno de nosotros. Lo llamábamos Martin ‘Atchet. Era un cabeza rapada”.
Milligan nunca intenta hacernos sentir tristes por Martin. Al contrario, nos muestra la vida desordenada de este skinhead deforme y las estúpidas peleas en las que se mete (al no tener brazos se especializa en dar cabezazos). Al mostrarnos la vida tal como es, Milligan rápidamente genera una conexión entre el lector y Martin. Porque incluso sin las deformidades, todos hemos sufrido en la adolescencia. Martin tiene 15 años y lo único en lo que piensa es en follar. Por supuesto, al ser un monstruo ninguna chica está dispuesta a tocarlo. Desesperado, Martin intenta violar (sin éxito) a Ruby. Ella es su única amiga, y al ser virola entiende un poco cómo se siente ser diferente.
Eventualmente, Martin comprende que su odio irracional hacia el mundo debería estar enfocado en aquellos que son responsables por su condición. Ruby le explica que los hombres a cargo de la distribución de la talidomida siguen siendo ricos y libres. Nadie ha sido castigado. Y esa es la realidad de la situación, no sólo en el cómic sino también en la vida real. No importa lo agresivos o destructivos que puedan ser los skinheads, todo palidece en comparación a las maquiavélicas estrategias de la industria farmacéutica. Toda esta violencia, todo este odio, toda esta rabia es perfectamente capturada por Brandon McCarthy y Carol Swain.
“Así que, ¿es Skin de mal gusto? Esperamos que así sea. Una historia que trata de una persona joven cuyo cuerpo y vida han sido deformados por poderosas corporaciones multinacionales, alguien abandonado por los gobiernos y ridiculizado como un monstruo por sus compañeros, tiene la obligación de ser de mal gusto. Estas cosas les pasaron a personas reales en este país. ¿Puede eso ser de buen gusto?”.
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