Planetary 7 y 8, de Warren Ellis y John Cassaday

Detalle portada Planetary (Norma Editorial)

Portada Planetary 7Un funeral es la oportunidad perfecta para decir adiós. Sin embargo, no le dices adiós a la persona que ya no existe, simplemente te despides de la idea y las memorias del fallecido. Un funeral también puede ser la última oportunidad para tratar de entender quién era esa persona y por qué su vida era importante.

“Estar en Inglaterra, en el verano” (publicado en enero del 2000) empieza con el funeral de Jack Carter. Un sujeto británico, un fumador empedernido, un mago manipulador inmerso en las artes oscuras. Ciertamente, Jack Carter es una reinterpretación de la creación de Alan Moore, John Constantine. Sin embargo su funeral no tiene como objetivo aceptar su muerte, sino más bien reexaminar de manera significativa la narrativa de los 80s, para determinar si aún es válida o si necesita actualizarse.

Cuando Elijah Snow, Jakita Wagner y Drummer caminan por el cementerio, inmediatamente encuentran algunos vestigios de los 80s. Sentados en una banca, podemos ver claramente a Muerte, de los Eternos, y una peculiar amalgama de Sandman con su propio autor Neil Gaiman.

Desde luego, hay muchos otros refugiados de los 80s que asisten al funeral. Tal vez los más prominentes serían la versión alternativa del Animal Man de Grant Morrison y una fusión entre el Swamp Thing de Alan Moore y Poison Ivy. Si piensan clara y objetivamente sobre los 80s, se darán cuenta muy rápidamente de que fue una década gloriosa para el noveno arte. La industria estadounidense del cómic floreció gracias a la presencia de escritores británicos que revolucionaron el género de los superhéroes.

Me he preguntado a menudo por qué los 80s inspiraron a tantos escritores. Para Warren Ellis, el escenario político proporciona una aclaración más que suficiente. Los Estados Unidos tenían problemas sustanciales, pero Inglaterra estaba enfrentando una seria debacle. En la vida real, Margaret Thatcher alienó a los más brillantes escritores ingleses. Alan Moore, Grant Morrison y Neil Gaiman expresaron públicamente lo decepcionados que estaban con la Dama de Hierro. Warren Ellis también comparte su punto de vista: “Ella quería campos de concentración para las víctimas del SIDA, quería erradicar la homosexualidad incluso como un concepto abstracto, hizo que la gente pobre eligiera entre comer y seguir votando […] Inglaterra era un lugar que daba miedo. No es extraño que produjera una cultura que daba miedo”.

El tiempo ha transcurrido y la pregunta permanece. ¿Estos personajes se han adaptado a la nueva era o aún siguen atascados en los 80s? Ellos son como un incómodo testimonio que corrobora la fealdad del pasado. Un pasado que aún es tan misterioso como antes. Tanto que, de hecho, Elijah Snow y el resto del grupo deciden investigar la muerte de Carter, sospechando que él podría haber fingido su deceso.

Durante este procedimiento forénsico, ellos encuentran a un extraño superhéroe, tal vez la quintaesencia del superhéroe norteamericano: un aventurero de quijada cuadrada, un bienhechor tradicional… hasta la llegada de los 80s. Porque si nos detenemos por un momento para recordar lo que los 80s significaron para la mayoría de los superhéroes, entonces nos daremos cuenta de los importantes cambios que ocurrieron en esa era. Los autores británicos transformaron personajes unidimensionales en individuos complejos, con personalidades ricas; eliminaron el concepto de la pureza y la bondad indiscutible, y añadieron una muy necesaria oscuridad para equilibrar las cosas. Obviamente, muchos lectores se quejaron al respecto. Ellos querían que sus héroes regresen a los estándares idealistas aunque infantiloides del pasado.

El superhéroe anónimo de este relato es un hombre enfurecido, alguien que añora los años limpios y simples de décadas pasadas. En vez de un superhéroe clásico, en los 80s él fue convertido en algo distinto. Su historia fue rescrita y como consecuencia su origen fue modificado: “¡Me gustaba mi vida! ¡No tenía nada de malo! Yo no estaba a la moda, ni marcaba tendencias, no era innovador, ¿y saben qué? ¡Así estaba bien! No necesitaba una personalidad dividida, la crisis nerviosa, el cambio de orientación sexual, mi vida convertida en una mentira”, le grita a Snow. Se ha revelado que Jack Carter lo había fotografiado con chicos prostitutos menores de edad. La venganza, por supuesto, era inevitable.

En las páginas finales, Jack Carter reaparece y mata a sangre fría a este superhéroe sin nombre. Aunque Carter ha cambiado. Como él dice, los 80s han muerto. Es momento de aceptar el futuro. Y él borra aquellos aspectos que lo asemejaban a John Constantine, y adopta una nueva apariencia, casi idéntica a la de Spider Jerusalem, el protagonista de la impresionante serie de Warren Ellis “Transmetropolitan”.

El arte de John Cassaday es absolutamente asombroso. Tenemos momentos oscuros y ominosos, como la página que muestra a los protagonistas entrando en el cementerio; y también tenemos escenas más luminosas y poderosas, como la página que incluye a los hijos e hijas de los 80s (debo resaltar el fantástico diseño del híbrido Swamp Thing / Poison Ivy y el Animal Man alternativo). Uno de los mejores artistas de la industria deja su huella en una historia muy creativa sobre el impacto que tuvo la “invasión británica” de los 80s en el género superheroico.

Portada Planetary 8Después de leer los primeros números de “Planetary”, me parece obvio que Warren Ellis y John Cassaday profesan un amor irrestricto hacía películas de serie B de los 50s y novelas pulp de los 30s. Esto es evidente desde el segundo número, “Isla”, que rinde homenaje a las películas originales de Godzilla; o en el quinto número, “El buen doctor”, en el que Doc Savage es reinterpretado. De un modo u otro, los autores se han enfocado en la ciencia ficción, ya sea como un género incipiente en los 30s o un entretenimiento inofensivo para los espectadores del cine de los 50s.

“El día que la Tierra se volvió más lenta” (publicado en febrero del 2000) es tal vez el más conmovedor homenaje a las publicaciones pulp y las películas de serie B del pasado. Incluso el título es un homenaje a “The Day the Earth Stood Still” de 1951 (o “El día que la Tierra se detuvo”). Por supuesto, si echamos un vistazo a la magnífica portada de John Cassaday, notaremos de inmediato muchas otras referencias a lo que podría describirse mejor como “cine de la bomba atómica”. En su portada, Cassaday canaliza la sensibilidad estética de los afiches de películas posteriores a la Segunda Guerra Mundial: platillos voladores disparan rayos láser a personas indefensas, como si vinieran directamente de “The Flying Saucer” (1950); cohetes espaciales y aviones militares comparten el mismo cielo, al igual que en “Rocketship X-M” (1950); hormigas gigantes causan estragos en una aterrorizada multitud, exactamente como podría verse en escenas de “Them!” (1954); horribles marcianos verdes intentan conquistar el mundo, siguiendo las premisas de “Invaders from Mars” (1953); una mujer colosal destruye un puente, haciéndonos recordar a “Attack of the 50 Foot Woman” (1958). Hay muchos otros detalles exquisitos incluidos en esta portada, y francamente hay tantas referencias a viejas producciones de ciencia ficción que no podría enumerarlas todas, aunque hiciese el intento.

Alertados por una misteriosa llamada telefónica, Elijah Snow, Jakita Wagner y Drummer aterrizan en Ciudad Cero, una instalación secreta del gobierno en medio del desierto. Allí conocen a Allison. Su traje y sus gestos nos recuerdan a actrices famosas de los 50s, pero hay algo incluso más peculiar en ella: un brillo radioactivo que cubre su cuerpo por completo.

En la propuesta de Warren Ellis, la guerra fría, el miedo atómico y los peligros de la ciencia llevaron al gobierno de Estados Unidos a realizar experimentos terribles e inhumanos en Ciudad Cero. Con el apoyo de la corporación Hark e instigado por Randall Dowling (líder de los Cuatro, los más mortales enemigos de la humanidad), Ciudad Cero se convirtió “primero y sobre todo en un campo de concentración experimental para estadounidenses disidentes”. Intelectuales, hombres inocentes acusados de ser comunistas e incluso estrellas de Hollywood que habían caído en desagracia fueron aprisionados en Ciudad Cero. Allison es una hermosa actriz, con pelo rubio, ojos azules y un lunar muy reconocible debajo de sus labios. Ella admite ser culpable de haber “dormido con los hombres equivocados”, sugiriendo con bastante sutileza la posibilidad de que ella pueda ser, de hecho, Marilyn Monroe.

Randall Dowling mata a Allison y la resucita usando radioactividad. Él le da un plazo de vida radioactiva de 50 años. Otras víctimas de Dowling no son tan afortunadas. En una pesadilla a blanco y negro (más espeluznante que cualquier película de serie B que podría haberla inspirado) los prisioneros se convierten en los monstruos de la pantalla grande. Vemos a una víctima torturada que no puede lidiar con ser el hombre invisible; vemos a una mujer gigante, una monstruosidad antinatural que apenas puede sobrevivir al dolor físico de su nueva condición; vemos a un hombre “con el cerebro reemplazado por un ‘copo de nieve atómico’”; vemos todo esto y más. El extraordinario arte de Cassaday captura perfectamente el horror de los experimentos y el sufrimiento de los prisioneros. Las frías páginas a blanco y negro de esta pesadilla contrastan con las 3 páginas iniciales, de colores cálidos y atardeceres relajantes, en las que vemos a Allison por primera vez.

Y, de algún modo, todo eso se combina en las páginas finales. Ni fría, ni cálida, Allison confiesa que sus 50 años han terminado. Ella está orgullosa de haber contado la verdad sobre sus captores, y conocer al equipo de Planetary le ha dado alegría. En una preciosa página de 5 viñetas, la vemos sonriendo por última vez, y luego se desintegra. Elijah Snow se arrodilla y luego mira al cielo. Ella se ha ido. Y así, los últimos vestigios de los miedos y esperanzas de los 50s también se han desvanecido.

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