Planetary 15, de Warren Ellis y John Cassaday
Todas las culturas han intentado explicar el origen del hombre, y con este fin en mente, han combinado sus rituales y creencias particulares en mitos multigeneracionales.
Los mitos, sin embargo, nunca fueron tallados en piedra, y de hecho, las culturas antiguas rara vez guardaban registro de ellos, ya sea en dibujos o mediante alguna primitiva escritura. Los mitos son, ante todo, de carácter oral. Los mitos nacen al mismo tiempo que las canciones y las danzas sagradas. La Teogonía de Hesíodo, por ejemplo, era una canción. Y hace milenios, estas canciones formaron parte esencial de innumerables tribus europeas, africanas y americanas.
En “Canciones de creación” (publicado en Planetary # 15, octubre de 2001), Warren Ellis explora un mito de origen particular narrado, o más bien cantado, por una tribu aborigen australiana. “Aquí todo es canción. Es una ley sagrada que cada familia aborigen sea responsable de cantar estas canciones de creación por el resto de la eternidad, para que el mundo siga existiendo. Si la canción no se transmite a la siguiente generación, o si no se canta, ese aspecto del mundo que estaba bajo su responsabilidad, cesa de existir”, afirma Elijah Snow, mientras se acerca a Uluru, una montaña australiana también conocida como Ayers Rock.
Me parece que esa idea es absolutamente cautivadora. Si no se canta sobre algo, entonces aquello deja de existir. En cierto modo, este es el mismo concepto que muchos escritores británicos han mencionado en diversas entrevistas. Lo que más importa es la idea, el mundo de las ideas, porque sin esa inspiración no podríamos materializar nuestros sueños mediante el arte. En este caso, sin embargo, los riesgos son un poco más altos. El mundo existe a causa de las canciones, de acuerdo con este grupo étnico australiano.
En la propuesta de Ellis, sin embargo, el poder del mito no se limita al legado cultural. El poder del mito es muy real, y eso es lo que los Cuatro están a punto de descubrir en suelo australiano. A menos, por supuesto, que los Arqueólogos de lo Imposible puedan idear un plan para detenerlos. Después de consultar con Doc Brass y visitar a la viuda de Ambrose Chase, Snow recuerda la Guía Planetaria de 1932 y la misión exploratoria de Carlton Marvell en Ayers Rock. Y entiende lo que debe hacerse para derrotar a los Cuatro. Desde el comienzo de esta serie, los Cuatro siempre han salido victoriosos, pero esta vez no será así.
El artista John Cassaday crea una atmósfera única para este asombroso relato sobre ritos antiguos y mitología perdida. La portada es como un mural pintado largo tiempo atrás por algún pueblo que trataba de representar la relación entre lo humano y lo divino (me encantan los efectos de pigmentación y el aspecto ligeramente sin pulir). Las dos primeras páginas son similares a la portada, y el estilo elegido por Cassaday refleja acertadamente la canción de creación. Luego hay algunas escenas tranquilas que están maravillosamente ilustradas, sobre todo el encuentro entre Snow y Brass (la composición de la página es excepcional, y el coloreado de Laura Depuy crea un ambiente cálido y agradable).
La página de créditos es un ejemplo de elegancia visual (allí podemos ver la gigantesca máquina arácnida de los Cuatro que se cierne amenazadoramente sobre Ayers Rock); y el despertar repentino de la montaña es una imagen impresionante. Una criatura primordial y elemental, Uluru tiene poder suficiente para destruir a la araña metálica y a la nave de los Cuatro. Demostrando que, en el universo de Planetary, los mitos pueden ser más poderosos que la ciencia.
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