Planetary 11 y 12, de Warren Ellis y John Cassaday
La Guerra Fría se ha convertido en un sinónimo de intrigas políticas, espionaje y la constante amenaza de ataques encubiertos. No es de extrañar, entonces, que una época tan particular haya influenciado nuestra cultura ampliamente. La extrema paranoia de la Guerra Fría fue canalizada en la ficción a través de novelas y películas de espionaje. Personajes como James Bond (el agente 007 del Servicio Secreto Británico) llegaron a ser mundialmente famosos, y a su vez, él fue directamente responsable de inspirar a héroes como Nick Fury (agente de S.H.I.E.L.D.).
A finales de los años 60, Jim Steranko revitalizó al espía por excelencia de Marvel en las páginas de “Nick Fury, agent of S.H.I.E.L.D.”. Steranko revolucionó la industria del cómic con su experimentación visual y su exploración de la psicodelia. Como un verdadero conocedor de la tradición del cómic estadounidense, Warren Ellis rinde homenaje a las ficciones de la Guerra Fría, centrándose en dos caras de una misma moneda: James Bond y Nick Fury.
“Mundo frío” (publicado en Planetary # 11, setiembre del 2000) comienza con un flashback a 1969. John Stone, agente de S.T.O.R.M. (Una combinación de James Bond y Nick Fury) está atrapado en lo que parece ser una situación imposible. Elegante e inteligente como el agente británico, y pragmático y peligroso como el estadounidense, Stone logra derrotar a su enemigo justo a tiempo para evitar una catástrofe.
La lucha entre Stone y sus enemigos es un ejercicio visual formidable que empuja a John Cassaday a asumir plenamente el enfoque psicodélico de Steranko. Se trata de páginas llenas de magníficas secuencias de acción y diseños impresionantes (me encantan todos los artilugios extraños utilizados por Stone y las escenas de la matanza).
No obstante, en el año 2000 la Guerra Fría no es más que un capítulo en los libros de historia, y el agente Stone se ha jubilado de S.T.O.R.M. hace mucho tiempo. En 1969, Elijah Snow y John Storm se encuentran por primera vez. 31 años después, los dos hombres se reúnen en un misterioso y aislado bar en Kazajstán. “Este es el lugar donde uno escapa del más allá”, explica Stone. Elijah Snow ha estado amnésico desde el comienzo de la serie, pero después de su reciente encuentro con los Cuatro, él entiende que su pérdida de memoria puede ser su mayor debilidad. “Tú eres el mejor y el único experto en secretos que conozco, John”, afirma Snow. Y el mejor espía del mundo entiende lo importante que es para su viejo colega poder recuperar su memoria.
Una vez más, Ellis explora las raíces de los cómics modernos. Los arqueólogos de lo Imposible están cavando un túnel metaficcional que unifica coherentemente un número importante de elementos constitutivos de la tradición del cómic: la Liga de la Justicia de América (primer número), Godzilla y películas japonesas de monstruos (segundo número), novelas ‘pulp’ (quinto número), los Cuatro Fantásticos (sexto número), los autores británicos y los títulos de Vertigo de los 80s (séptimo número), películas de serie B de los años 50s (octavo número) y así sucesivamente.
A lo largo de este capítulo, Cassaday utiliza muchas de las innovaciones gráficas de Steranko, mientras la colorista Laura Depuy añade una vibrante paleta tecnicolor en las primeras páginas (1969) y una más moderada, incluso sombría, en las páginas finales (2000). Sin embargo, el elemento más llamativo de este número bien podría ser la portada. En un sentido homenaje al estilo de Steranko, Cassaday reproduce y reinterpreta los elementos claves de Nick Fury, Agente de S.H.I.E.L.D. # 4 (setiembre de 1968).
Planetary #12
Un arqueólogo eficaz debería ser un buen detective. Encontrar reliquias del pasado es, en efecto, como buscar las pistas de un misterio que todavía no hemos desentrañado. Mientras más artefactos del pasado encontremos, más cerca de la verdad estaremos. Los Arqueólogos de lo Imposible han hecho sorprendentes descubrimientos, pero todavía les falta el más importante: la identidad del Cuarto Hombre.
A lo largo de 11 ejemplares y casi 2 años, Warren Ellis poco a poco nos estuvo proporcionando pistas y verdades camufladas. Elijah Snow, el protagonista, también había estado haciendo preguntas sobre su pasado. Y después de su encuentro con John Stone en las páginas de “Mundo frío”, Snow acepta la dolorosa revelación. En la tragedia clásica de Sófocles, Edipo tardó mucho tiempo para darse cuenta de que él era el asesino de su propio padre. De manera similar, Snow se tardó años para asumir lo que ya sabía en el fondo: “Yo soy el Cuarto Hombre”, declara.
El conocimiento es poder, y en el caso de Snow el poder es totalmente real. Ahora que ha recuperado su memoria también ha recuperado sus superpoderes. “He pasado los últimos años incapaz de recordar que he estado escribiendo la Guía Planetaria desde 1925”, explica Snow. Pero lo que es incluso más increíble es que en 75 años, no ha envejecido ni un día. Él recuerda haber sido entrenado por Sherlock Holmes en el siglo 19 para convertirse en el mejor detective del mundo. También recuerda ser un Arqueólogo de lo Imposible al menos un siglo antes de que existiera Planetary.
Debido a una peculiar coincidencia, mi primera introducción a este fascinante universo fue “Nube de memorias” (publicado en Planetary # 12, enero de 2001). Salté justo en medio de una investigación en curso sin saber mucho sobre los sospechosos, pero era claro para mí, incluso entonces, que este era uno de los mejores misterios posibles. Años más tarde, tuve la oportunidad de adquirir y leer los primeros números de Planetary, y tuve la oportunidad de armar las piezas del rompecabezas por mí mismo. Ellis, un magnífico contador de historias, proveía al lector con información suficiente, mientras que revelaba la evidencia que nos llevaría a nosotros, y al propio Elijah Snow, a descubrir el secreto del Cuarto Hombre.
Ciertamente, la gran revelación ya estaba anunciada en la portada. Un magnífico ejercicio de collage que reúne 256 paneles con una imagen etérea de Elijah Snow en primer plano. Todo “Planetary” (hasta este punto) se puede ver en los 256 paneles, todas las portadas, cada página de cada ejemplar están ahí, para recordarnos que Warren Ellis no estaba improvisando… que Ellis, de hecho, había puesto en marcha una serie de eventos que sólo podían conducirnos al presente desenlace.
Cuando leí por primera vez “Nube de memorias”, hace una década, no estaba familiarizado con el arte de John Cassaday. Y simplemente quedé impresionado con su estilo. En muchos sentidos, parecía reunir las mejores características de mis artistas favoritos: Cassaday tenía una comprensión absoluta de la narrativa secuencial que me recordaba a John Byrne; tenía una línea muy fina y delicada que podría ser comparada con el pincel de Brian Bolland; tenía la habilidad de incluir un centenar de detalles como Geof Darrow o resumirlo todo a su mínima expresión, como Frank Quitely hace a veces; también tenía una comprensión única de la anatomía y un amor por la arquitectura que sólo he podido encontrar en maestros como Barry Windsor-Smith. Obviamente, me convertí en un fan de inmediato, y hasta el día de hoy sigo siendo un gran admirador de Cassaday.
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