Planetary 1 y 2, de Warren Ellis y John Cassaday
Tendemos a confiar en el mundo tal como se nos presenta. Intentamos comprenderlo, temiendo que si fracasamos perderemos la cordura. Nos apoyamos en nuestros sentidos porque no tenemos otra alternativa. Pero el mundo, y por supuesto el universo, es infinitamente más complejo que eso.
Warren Ellis nos recuerda cuán complejo puede ser. En las páginas de “Planetary”, el escritor británico explora el concepto del multiverso: “Una multitud de alternativas posibles, ninguna de ellas del todo real, todas contribuyentes de la realidad actual”. Para explorar esta miríada de posibilidades, lo que necesitamos es un equipo de “arqueólogos de lo imposible”. Planetary es ese equipo. Excepto que aún no son un equipo, no a menos que encuentren a su último integrante.
En la secuencia inicial de “Por todo el mundo” (publicado en Planetary # 1, abril de 1999) hallamos a Elijah Snow comiendo en un cafetín barato, en el medio de una carretera abandonada. Ha estado comiendo allí por diez años. No quiere irse. Porque irse sería lidiar con las consecuencias de sus actos y con los dolorosos recuerdos de su pasado. Pero cuando Jakita Wagner llega y le ofrece 1 millón de dólares por un año de trabajo, él accede. Después de todo, está cansado de tomar un café que sabe a orina de perro. Y así se completa el equipo de los arqueólogos de lo imposible. Elijah Snow, Jakita Wagner y Drummer se preparan para su primera misión: una incursión en un misterioso sistema de cavernas dentro de una montaña en los Adirondacks.
La arqueología comienza. En el fondo de las lúgubres cuevas, Elijah y Jakita descubren los restos de lo que parecía ser un museo. Excepto que es un museo que contiene objetos y huesos de criaturas que no son de la Tierra. En una fascinante página, hermosamente ilustrada por John Cassaday, vemos los enigmáticos elementos preservados en este museo: un dios cuervo de Vulcania (Cassaday dibuja un esqueleto muy amenazante y como lectores sólo podemos imaginar lo aterradora que sería esta criatura ‘en carne viva’), el casco de una nave alienígena que se asemeja a un bote pre-medieval y un extraño cuerpo humanoide que nos recuerda a Silver Surfer.
Finalmente, los dos exploradores encuentran a Doc Brass, un legendario aventurero que desapareció en 1945. Brass, entonces, les explica el descubrimiento del multiverso. Fue un accidente, desde luego. Brass y un grupo de héroes hicieron un gran esfuerzo para dar fin a la Segunda Guerra Mundial, y pensaron que podrían usar ‘el cerebro’ –una supercomputadora extraña y sofisticada– para seleccionar una realidad paralela en la que la guerra nunca sucedió. De manera no intencional, lograron ver la forma de la realidad, “un copo de nieve teórico”, un fractal, que engloba incontables universos diferentes. Pero lo que ignoraban era que, en uno de esos mundos alternativos, otro grupo de súper-hombres también había hecho el mismo descubrimiento. Y así empieza una cruenta batalla.
Al ser un ávido lector de comics, Ellis rescata la figura de los clásicos héroes ‘pulp’ de los 30s y 40s. Así que Doc Brass es, de hecho, Doc Savage, el hombre de bronce, y sus aliados son similares a la Sombra y a otros personajes tradicionales de esa época. Ahora, deben enfrentarse a adversarios más contemporáneos: un equipo de 7, un versión paralela de la Liga de la Justicia de América (Superman, Batman, Wonder Woman, Flash, Green Lantern, Aquaman y Martian Manhunter).
Sólo Doc Brass sobrevive, y sabe que debe proteger al ‘cerebro’ a toda costa. El arma más poderosa que ha visto la humanidad no puede ser reclamada por las personas equivocadas. Doc Brass, al igual que el Doc Savage original es un hombre muy inteligente con habilidades extraordinarias. Él había eliminado su necesidad de comer y había detenido su envejecimiento, también había aprendido cómo controlar su mente para permanecer despierto por años. No ha cerrado los ojos en décadas, siempre vigilante, preocupado constantemente por lo que podría sucederle al ‘cerebro’. Finalmente, aliviado por la presencia de Elijah y Jakita, él entiende que ya no es necesario seguir en guardia. “Me figuro que el año debe ser 1970 o por ahí”, dice. Ni Elijah ni Jakita se atreven a decirle la verdad. Es 1999. Él ha estado despierto por más de 50 años.
La propuesta de Ellis es brillante, pero no habría llegado muy lejos si hubiese caído en manos de otro artista. Solamente John Cassaday tenía la imaginación y la creatividad visual para traer a la vida lo fantástico y lo insólito, lo humano y lo sobrehumano. Ya sea con un sólo planeta o todo el multiverso, el innegable talento de Cassaday brilla en cada página de este inolvidable primer número.
Planetary 2
La muerte tiende a la homogenización. No presta atención a la religión, la nacionalidad ni el estatus socioeconómico, y envía rápidamente a todos los fallecidos al mismo lugar: el cementerio. Pero, ¿esto se aplica únicamente a nosotros? Tal vez los animales también reflexionan sobre su propia muerte. Hay relatos míticos de buscadores de marfil que descubren cementerios de elefantes, vastas regiones en las que estas criaturas colosales se reunían para exhalar el último aliento antes de caer y unirse a los suyos.
Warren Ellis toma esta premisa como el punto inicial de “Isla” (publicado en Planetary # 2, mayo de 1999), y la expande de manera muy creativa. ¿Qué habría pasado si hubiesen existido monstruos en nuestro planeta? ¿Adónde habrían ido a morir? La respuesta es un refrescante cocktail de referencias que incluyen a la Segunda Guerra Mundial y a las películas de serie B de los 50s.
Cuando Elijah Snow, Jakita Wagner y Drummer viajan a Japón para visitar la oficina subsidiaria de Planetary –financiada por el misterioso cuarto hombre, el mismo individuo responsable de auspiciar a los arqueólogos de lo imposible– descubren algo espeluznante: el perímetro de seguridad en la Isla Cero ha sido penetrado. Pero, ¿qué secretos están enterrados allí?
Hiroshima fue el blanco de las primeras bombas atómicas de la historia. Pero algo pasó ese día. Tal vez fue la radiación o algo mucho más siniestro… de todos modos, el resultado fue increíble. Monstruos gigantescos empezaron a aparecer en la Isla Cero. Monstruos extrañamente similares a Godzilla y a otras criaturas de películas de serie B. En los 50s, estos monstruos reinaron en una isla que nadie se atrevía a visitar, y al mismo tiempo las películas de Godzilla estaban de moda; sin embargo, en los 70s, las producciones sobre lagartos gigantes y escamosos ya no eran tan populares, y por esos años, comenzó el declive de los monstruos de la isla japonesa.
En 1999, un grupo de insurrectos asiáticos desembarcan en la Isla Cero, ignorando lo que podrían encontrar allí. Como arqueólogos improvisados, encuentran los esqueletos imposiblemente grandes de monstruos que desafían la lógica y la naturaleza. Mothra yace disecado en un valle desértico; a poco distancia se pudre el kilométrico cadáver de Godzilla… Elijah y Jakita han llegado demasiado tarde, no hay secretos que proteger, sólo restos, carcasas sin vida de criaturas que nunca pertenecieron a este mundo.
“Isla” es un asombroso episodio autoconclusivo, escrito con la nostalgia necesaria para hacernos sentir compasión por la figura tradicional del monstruo, mientras que al mismo tiempo sirve para examinar las consecuencias de la guerra, los ataques nucleares y los secretos gubernamentales.
El arte de John Cassaday es excepcionalmente brillante. La página doble en la que vemos a la expedición japonesa admirando al insectoide Mothra combina fantasía y elementos de terror, la sensibilidad de las películas de serie B, el enfoque de efectos especiales de Ray Harryhausen y escenarios de la vida real en una poderosa imagen. El esqueleto de King Ghidorah –un dragón con 3 cabezas– se ve bastante amenazador, incluso cuando no representa peligro inmediato. El Godzilla muerto es igualmente tenebroso y refuerza el misterio de la Isla Cero. ¿Cómo murieron todos? ¿Qué inescrutable instinto los guió a este cementerio? Finalmente, la portada es un sentido homenaje a los clásicos afiches de Godzilla de Toho Studios.

