Objetos frágiles, de Neil Gaiman
Objetos frágiles es una colección de relatos de Neil Gaiman realmente heterogénea, para lo bueno y para lo malo.
Para lo bueno porque es muy dinámica y entretenida, y al no estar interconectados unos con otros, pueden ser leídos independientemente, realizando si se desean largos parones que no harán perder el hilo de narración alguna. Para lo malo porque el estilo, temática, tono y calidad de los relatos es tan variado que a veces resultará brusco el salto de unos a otros. Además, han sido escritos a lo largo de muchos años, con lo que el evidente crecimiento de Gaiman como narrador más allá del cómic no se evidencia: independientemente de las buenas ideas, que nunca le han faltado al escritor, la realización formal de las mismas es en ocasiones de gran brillantez, pero en otras, para nada deficiente pero sí de una simplicidad que supone un contraste con las anteriores. Esto es, por otro lado, el fruto de que el abanico temporal que recoge la antología incluye obras tempranas y otras en las que Gaiman ya había alcanzado madurez como escritor.
La extensión de los relatos también es variada, oscilando entre los muy cortos y los medios: digamos entre tres y treinta páginas. También incluye algún poema corto, casi de forma testimonial, así como colecciones de microrrelatos. En total, unos treinta cuentos.
Un detalle que me ha llamado la atención y es de obligada mención es que en algunas de las historias es claramente reconocible el Gaiman de The Sandman, oscuro y bailando entre lo onírico y surrealista, más cercano al mundo de las sensaciones extrañas y las historias sin principio ni final que al de la narración en el que se mueve más habitualmente en sus novelas, pero este hecho también es natural e inherente al formato de relato.
Otro elemento de frecuente aparición en Objetos Frágiles que merece la pena mencionar es el gusto por la metanarración, esto es: una buena cantidad de los cuentos consisten en los protagonistas de los mismos contando historias dentro de la historia, incluso hablándonos del sentido de las mismas (o de su ausencia). A mí este siempre me parece un concepto atractivo, y verdaderamente Neil Gaiman hace que luzca.
También a destacar es el prólogo del libro, en el que el autor nos cuenta, relato por relato, detalles de su proceso creativo, dejando una buena cantidad de anécdotas de los mismos que les otorgan personalidad extra. Incluso añade una pequeña delicia en forma de cuento dentro del mismo. Desde mi perspectiva de aspirante a escritor de medio pelo este prólogo en el que un gran autor habla con honestidad de su propia obra me ha parecido impagable.
Como veis, no describo los relatos uno a uno como suelo realizar con otras antologías, pero al superar la treintena, he decidido tratar de dar una visión más de conjunto. Tan solo diré que todos son originales, algunos geniales, y que entre sus páginas hay varios ganadores de Locus, entre otros premios: garantías de calidad.
Al menos, os dejo un par de citas made in Neil Gaiman muy a cuento de lo que he mencionado:
Evidentemente, los cuentos populares son transmisibles. Puedes cogerlos de manera voluntaria o por contagio. Son el legado que nos une con quienes habitaron este mundo antes que nosotros. (…) Creo que tenemos el mutuo deber de contarnos cuentos. Eso es lo más parecido a un credo que he profesado y profesaré a lo largo de mi vida.
Me encantan los sueños. Y sé lo suficiente de ellos como para entender que la lógica de éstos no es igual que la lógica narrativa, y que normalmente los sueños no se pueden convertir en cuentos: al despertar, el oro se convierte en paja y la seda en telaraña.
Me gusta que las cosas tengan sentido completo, como los cuentos. La realidad, sin embargo, no tiene forma de cuento, como tampoco lo tienen las cosas extrañas que nos suceden en la vida. El final no suele ser del todo satisfactorio. Narrar lo extraño es como contar los propios sueños: se puede comunicar lo que sucede en ellos, pero no su contenido emocional, la manera en que un sueño puede condicionar todo el día siguiente.