Neon Genesis Evangelion Vol. 11, de Yoshiyuki Sadamoto
Siempre he sido egoísta, pero no pude discernir el nivel de mi propio egocentrismo hasta que fui confrontado con una decisión muy difícil. Tenía 16 años cuando le di la espalda a una persona que significaba mucho para mí. Hasta este día, no sé por qué elegí el rechazo antes que la reconciliación, pero algo es seguro: estaba asustado, estaba aterrorizado al tener sentimientos tan fuertes por alguien. Confundí el anhelo de compañía con debilidad, y el afecto con vulnerabilidad. Romper el corazón de alguien también rompió el mío -lo hizo añicos- pero no puedo viajar en el tiempo y arreglar las cosas. Sólo puedo vivir mi vida, aquí y ahora, intentando ser mejor. Intentando aceptar que, a pesar de mi aprensión inicial, vale la pena luchar por una relación.
Cuando veo a Shinji Ikari pienso en mí mismo, con menos años. Ambos teníamos armaduras, escudos que nos protegían del resto del mundo. Sacrificaríamos nuestra felicidad con tal de preservar nuestra soledad. Pero por más que nos empeñáramos, al final estábamos destinados a amar y a ser amados. Shinji le abrió su corazón a Rei, Asuka, Misato, Kensuke y Toji. Sus amigos le trajeron felicidad; y su ausencia, sufrimiento.
Y luego llegó Kaworu Nagisa, el quinto niño. “El amor de un ángel es sublime, adorable, divino, está más allá de la imaginación del hombre –¡infinitamente más allá! Pero está limitado a su propia orden augusta. Si acaso cayese sobre uno de vuestra raza, por tan sólo un instante, consumiría su objeto hasta las cenizas. No, no podemos amar a los hombres pero podemos ser inofensivamente indiferentes a ellos; también nos pueden gustar, a veces” (“El extraño misterioso”, Mark Twain). Kaworu torpemente trata de procesar sus sentimientos hacia Shinji, una y otra vez, se lanza, apuesta por la confusión sexual de Shinji. Pero sus lances son detenidos; y pierde la apuesta. Shinji está cautivado por este atractivo chico, pero en su corazón la timidez y el egoísmo son los reyes supremos.
El volumen 11 de “Neon Genesis Evangelion” (que abarca las etapas 77 a 83, “Descendiente de Adán”, “El último mensajero”, “Alcanzando el límite”, “Memorias dentro de mi palma”, “Corazón roto” y “El enemigo final”) explora los miedos e inseguridades del protagonista, de una manera que nos obliga a descubrir nuestras propias deficiencias.
Hay un momento doloroso y triste en “Descendiente de Adán”. Después de todo lo que han experimentado en capítulos previos, Kaworu finalmente tiene la valentía de ser honesto con Shinji. Y Shinji rechaza a Kaworu. Como he dicho antes, lo bello de la adolescencia es la ambigüedad. No podemos asegurar que Shinji estaba enamorado de Kaworu, y tal vez ni siquiera Kaworu podía estar seguro de sus propios sentimientos. Pero si algo queda claro es que Kaworu marcó la vida de Shinji, al igual que el ángel de “El extraño misterioso” cambió la vida de los chicos a su alrededor: “Él nos embriagó con el goce de estar con él y ver el paraíso en sus ojos, y sentir el éxtasis que sacudía nuestras venas al tocar su mano”.
Cuando Seele le ordena a Kaworu cumplir con su destino, el quinto niño está completamente desolado. Shinji lo ha rechazado. Shinji le ha dado la espalda –del mismo modo que yo le he dado la espalda a otras personas. Ahora Kaworu debe obedecer las instrucciones de Seele. Como el ángel Tabris deberá provocar el tercer impacto y destruir a toda la humanidad.
Al tomar el control de la Unidad-02, Tabris destruye las barreras de NERV y se abre paso hacia Dogma Central. Shinji es enviado en la Unidad-01 para pelear contra su amigo. Y aquí podemos ser testigos del destino trágico de Shinji, el dolor más allá de toda medida, la agonía de no saber si su conexión con Kaworu era definida por la amistad o el amor.
El quinto niño describe el campo A.T. –esa energía que únicamente poseen los ángeles y los Eva– como “el límite divino que los humanos no pueden violar […] un muro que todos poseen en sus corazones”, creo que de hecho todos tenemos ese muro; a veces logramos derribarlo, a veces no podemos. Y Shinji, al igual que yo, tenía un muro gigantesco e impenetrable que le imposibilitaba sentirse conectado con otros. Y sin los demás, él no podía definir su propia humanidad. Es por eso que, al comienzo de la serie, a Shinji no le importaba si vivía o moría, y no tenía ninguna intención de salvar el mundo. No le importaba.
Después de llegar a Dogma Central, Shinji sólo tiene segundos para detener al quinto niño. Kaworu fue creado para destruir a todos los humanos; ese es su destino. Pero él es Tabris, ángel del libre albedrío, y se rehúsa a aceptar que todo está predeterminado. Para salvar a la humanidad, Kaworu decide sacrificarse a sí mismo a manos de Shinji. Este es de lejos el desarrollo más dramático de “Neon Genesis Evangelion” y uno de los conflictos más intensos que he leído en mi vida.
Shinji no puede hacerlo. No quiere hacerlo. ¿Cómo podría matar al chico que significa tanto para él? Kaworu entonces habla con Shinji. Le recuerda la primera vez que se encontraron y lo que pasó ese día: Shinji le dijo a un gatito abandonado que no lo siguiera, remarcando que no podía hacerse cargo de él. Kaworu “recogió al gatito, y mostró con sus manos lo que significaba la elección de Shinji”. Si se quedaba solo, el animal habría muerto de hambre. Al romper su cuello, el último ángel había demostrado tener una mejor comprensión de la piedad que la mayoría de los humanos. “Déjame ir” le dijo Shinji a Kaworu. “¡A los chicos no les gustan los chicos!”, había afirmado. Y ahora Ikari debe lidiar con las consecuencias de su decisión. Debe matar a Kaworu con sus manos. Y lo hace, al igual que lo hizo en el episodio 24 del anime original. He visto ese episodio tantas veces y siempre me impresiona. Al leer este capítulo del manga, me sentí identificado con Kaworu, pude sentir como si estuviese siendo estrangulado, por emociones, por recuerdos, por el hecho de que yo también había sido inmisericorde en el pasado, y en vez de castigar a otros terminé castigándome a mí mismo y envenenando la poca felicidad que había logrado adquirir.
Kaworu había sido “capturado por sentimientos que no lo llevarían a ningún lado –porque él todavía era incapaz de comprender los sentimientos”, pero tuvo la valentía de actuar. Kaworu es un héroe trágico, pero Shinji es incluso más trágico. Él alberga no sólo dudas y la dolorosa incertidumbre de lo que pudo haber sido. Lo sé, porque después de más de una década, aún me pregunto qué habría sucedido si no hubiese dicho “déjame solo” en el momento en el que más necesitaba estar con alguien.
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