Narcopolis, de Jamie Delano y Jeremy Rock
La búsqueda de la felicidad ha sido abandonada hace mucho tiempo. Ha sido reemplazada por un inacabable y descarado consumismo. Ciertamente, nuestro siglo puede ser definido por la obsesión de la gente por consumir… ya sea productos o sus propias vidas. Ya no vivimos para ser felices. Nuestro único objetivo es ser buenos clientes, compradores fieles y consumidores perpetuos.
Jamie Delano entiende el espíritu de la época y extrapola las características del siglo XXI, proyectándolas en un futuro que se siente extremadamente cercano a nuestro presente. Delano es el arquitecto de Narcopolis, la Ciudad del Goce. En esta gigantesca metrópolis todos los ciudadanos exceden sus líneas de crédito para poder comprar joos (jugo), una sustancia viscosa que es consumida por el 99.99% de la población. Todos quieren el joos de MamaDream, de hecho, todos son adictos aunque no se den cuenta. Gastan su dinero con entusiasmo para comprar este jugo, y una vez que el dinero se termina, contraen deudas para seguir comprando. El consumismo nunca se detiene, ni siquiera por un segundo.
El protagonista, Gray Neighbor, es un hombre trabajador con un defecto: la curiosidad. Él se pregunta por qué Narcopolis está en guerra con “el enemigo”, una amenaza abstracta que causa pánico en las calles de la urbe. También tiene otra debilidad: a diferencia de la mayoría de los ciudadanos, él disfruta con la lectura. Y tiene una pequeña colección de libros, esos ‘artefactos con letras’ que la mayoría evita tocar, después de todo, una creencia popular afirma que el papel puede transmitir enfermedades y causar infecciones cutáneas. Delano rinde homenaje a clásicos de la ciencia ficción como “1984” de George Orwell, “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury y “Un mundo feliz” de Aldous Huxley. Tenemos un gobierno totalitario (“1984”), un completo rechazo hacia la cultura y los libros (“Fahrenheit 451”) y la ilusión de un mundo feliz (de la novela del mismo título). Por supuesto, el autor británico condimenta todo esto con la presencia del marketing y la necesidad de la gente por consumir y seguir consumiendo.
Por años, Gray Neighbor ha tenido una vida tranquila y anodina. Pero últimamente ha estado cometiendo muchos errores. Nunca ve SlickArt, la forma predominante de entretenimiento visual (similar a los videos pornográficos de este siglo). Además, no consume joos, y como no es un adicto a esta sustancia no utiliza su línea de crédito. Él es el único ciudadano que tiene liquidez en vez de deudas. Y eso lo convierte en un sospechoso. Así que el gobierno envía a la agente Azure Love para espiarlo. Después de todo, un hombre que lee libros y que no disfruta del joos bien puede ser un terrorista.
¿Pero qué hay de malo en tomar joos? ¿Una buena oferta no es irresistible para nosotros? Y, si olvidamos la ficción por un momento, ¿qué hay de malo en querer comprar el último modelo de smartphone o un auto del año o ropa de moda? Bueno, no hay nada de malo en ello siempre y cuando seamos concientes de la naturaleza del deseo. La condición humana puede expresarse como una lucha entre la ausencia y el exceso. Como escribió Jacques Lacan alguna vez, “la palabra mata a la cosa”. La palabra mata a la cosa porque introduce el concepto de ausencia. Gracias a la palabra, nos resulta posible referirnos a cosas que están ausentes o que ni siquiera existen.
Pero el lenguaje nunca es suficiente para nosotros. Y de este modo se produce una brecha. Lacan también habla de lo Real, aquello que no puede ser simbolizado a través del lenguaje, y que opera como falta pero también como exceso. El deseo del sujeto nunca puede ser satisfecho; en lugar de ello, todos queremos más y más en un proceso sin fin de consumo que creemos, inconscientemente, que es el camino a la completitud, a esa etapa primordial previa a la ausencia creada por la palabra.
“Para seguir existiendo, el deseo debe tener a su objeto perpetuamente ausente. No es el ‘ello’ lo que queremos sino la fantasía del ‘ello’”, explica Slavoj Žižek. Intentemos entender lo que significa el deseo. Sería un claro error si ustedes me dicen que lo que realmente quieren es el objeto de deseo. No. Lo que ustedes realmente quieren es la fantasía y la emoción de intentar encontrar ese objeto de deseo y, como están detrás de una fantasía, ese objeto de deseo será inalcanzable. Las bases de la publicidad responden a esta noción psicoanalítica. Los publicistas capitalizan este conocimiento al promover y propagandizar fantasías como la casa perfecta, las vacaciones ideales, un exitoso estilo de vida, etc. Es por estas razones que los habitantes de Narcopolis son presa fácil de la publicidad de MamaDream
La palabra Narcopolis viene de dos términos griegos: “narcos” que significa estupor y sueño, y “polis”, que significa ciudad. No es una sorpresa, entonces, que la gente en esta urbe viva en un constante estado de estupor producido por las sustancias que ingieren a diario. Pero no pueden superar su adicción. Porque MamaDream les promete placer pero en vez de eso les da goce.
Para Lacan, el placer es satisfacción. Por ejemplo, cuando estoy hambriento me siento satisfecho al comer una deliciosa cena. El goce es lo opuesto al alivio. Es lo que sucede cuando como compulsivamente, olvidando las consecuencias, desatendiendo el dolor y la incomodidad que experimento a causa de mi consumo continuo. Ese goce es la repetición de un trauma que subvierte permanentemente al placer y la felicidad, y es algo de lo que no podemos escapar.
La agente Love sospecha que Gray Neighbor podría ser un individuo subversivo y peligroso, no obstante se siente atraída por él. Después de algunas semanas viviendo juntos, Gray accede a convertirse en un agente de la ley. Por más que odie a MamaDream y a la realidad corporativa y sin alma en la que está atrapado, concluye que la alternativa, el siempre invisible “enemigo” podría ser mucho peor.
Pero Gray aún tiene problemas para adaptarse a su nueva vida. Para empezar, no es un fan del SlickArt. ¿Por qué alguien se sentiría incómodo viendo shows pornográficos cada minuto de cada día en las paredes de incontables edificios públicos, cafés y restaurantes? Porque la pornografía sin fin deteriora la imaginación. Al mostrar la penetración explícita, la eyaculación y todo lo demás, el porno, de hecho “no deja nada a la imaginación”. Pero también suplanta el orden de lo simbólico con una representación más tangible.
¿Qué sucede cuando un amante es confrontado con el cuerpo desnudo del otro en toda su materialidad? La atracción puede convertirse en asco. Eso pasa porque el amante observará en el otro los lunares, granitos, excreciones, etc. (elementos que no afectarían en nada a la cópula animal). Para ser parte del orden simbólico (con sus leyes, convenciones e imágenes de perfección), el sujeto humano efectivamente disocia la materialidad del cuerpo. SlickArt crea una imagen de perfección física, penes constantemente erectos y grandes genitales que no necesariamente se corresponden con la realidad. Más aún, al eliminar la materialidad del cuerpo, nuestro impulso sexual es “desinfectado”.
En segundo lugar, Gray aborrece la codicia inmanente de las mega-corporaciones. En “El sublime objeto de la ideología”, Žižek argumenta que hay un exceso necesario y constitutivo en el capitalismo, un desbalance que en vez de debilitar al capitalismo revela su verdadera constitución. El capitalismo es en esencia un sistema en crisis, pero una crisis constitutiva que genera una espiral ascendente de productividad, lo que es la base de la producción capitalista de la plusvalía. Esta es una de las razones por las que el capitalismo jamás podría ser reemplazado así como por qué encaja tan bien con la psique humana. Sólo el capitalismo puede aprovecharse de la falta y el exceso, del deseo y el goce.
Gray se había rehusado a beber joos desde el primer capítulo. Y se da cuenta de que hizo lo correcto cuando descubre que cientos de hombres y mujeres son chupados por los tentáculos de MamaDream. Si consideramos lo real como un detritus del significante, entonces sería justo afirmar que joos es aquel exceso, aquel real Lacaniano que penetra a través de los poros de la sociedad. Este excremento líquido permanece como un vacío a ser llenado, “un exceso de la existencia sobre la representación”.
Después de graduarse como agente, Gray y Love son invitados a la Catedral del Deseo, un lugar que ejemplifica muy bien el ideal de entretenimiento de esta civilización. Todos los ciudadanos de Narcopolis han visitado la catedral al menos una vez. Recordemos que la orden que el superego dirige al sujeto es, por encima de todo, “¡goza!”. Y aquí todos obedecen esa orden.
El único que puede protestar contra este mandato es Gray. “Despierta, Azure. No puedes amar a una marca. MamaDream es una droga de SentirseBien, no una jodida ideología”, declara. ¿Por qué MamaDream demanda una completa devoción? Evidentemente, porque se alimenta del goce humano. Lejos de ser una marca anónima, MamaDream necesita ese influjo constante de goce de los ciudadanos para definirse e incluso constituirse.
Al final, es claro que Gray y Love no pueden vencer a la corporación. No pueden cambiar el mundo. Tal vez esta es una crisis de investidura simbólica, o simplemente la aceptación de la derrota. De todos modos, tienen dos opciones: libertad o seguridad. Libertad significa huir de la ciudad y dejar de ser consumidores, y seguridad significa regresar a sus viejas vidas y aceptar la omnipotencia de MamaDream. ¿Qué decidirían ustedes?
Jamie Delano ha creado un escalofriante y fantástico mundo, añadiendo capa tras capa de ideas y conceptos innovadores. Un nivel tan extraordinario de complejidad merecía un análisis más minucioso del habitual. Debo decir que he disfrutado estudiando todas las referencias incluidas en el trabajo de este brillante autor británico. Creo que apenas he arañado la superficie, pero por ahora basta. El equipo artístico de Jeremy Rock y Greg Waller merece un reconocimiento especial. Dibujan, entintan y colorean los diseños futuristas de Narcopolis, imbuyendo de vida a todos los personajes y añadiendo un muy necesitado toque de sofisticación a un mundo en agonía.