Miracleman: El Síndrome del Rey Rojo, de Alan Moore, Alan Davis y Rick Veitch

Portada Miracleman 07Mientras el doctor Gargunza le cuenta a Liz Moran los detalles de su horrendo pasado, Miracleman y Evelyn Cream rastrean al viejo villano y encuentran su resguardada villa. Pero el personal de seguridad no es rival para el invencible Miracleman.

No obstante, “…Y cada día de perro” (agosto de 1984) muestra la derrota de Miracleman, que es superado en astucia por su “creador”, el doctor Gargunza. Una vez más, Alan Moore reelabora giros argumentales de superhéroes clásicos pero en este caso lo hace tan asombrosamente que el lector está entusiasmado simultáneamente con el héroe así como con el villano.

Desafortunadamente, es en este capítulo en el que Alan Davis le dice adiós al escritor de Northampton. Y en consecuencia “Todas las cabezas se voltean mientras la cacería continúa” (febrero de 1986) tiene ilustraciones de Chuck Austen (o Chuck Beckum como se le conocía en ese entonces). Aunque las habilidades de Chuck Austen no son para nada tan impresionantes como las de Alan Davis o Garry Leach, Chuck aun así se las arregla para darnos una correcta interpretación visual del guión de Moore.

Evelyn Cream, el hombre de los dientes de zafiro, el más despiadado asesino de Inglaterra, está indefenso frente a una criatura monstruosa creada en los laboratorios del doctor Gargunza. Usando un fascinante juego de encuadres y viñetas, Moore nos presenta toda la persecución como un sólo momento en el tiempo, aumentando así el suspenso y la sensación de miedo experimentada por Michael Moran y Evelyn Cream.

Página Miracleman 7Como escritor, me he preguntado a menudo cuándo matar a un personaje. No es una alternativa fácil y se vuelve más complicada cuando tenemos en mente a un personaje fascinante. Si el héroes más atractivo, más intrigante y misterioso, está al borde del abismo, ¿lo dejamos caer o lo recuperamos para futuras líneas argumentales?

Me pregunto, por ejemplo, cómo se las arregla George R.R. Martin para crear tantos hombres y mujeres fantásticos en las páginas de sus novelas y cómo decide quién vive y quién muere.

Obviamente no puedo saber los motivos detrás de la obra del escritor, pero puedo ver los resultados. Y el resultado de este capítulo es devastador: Evelyn Cream es decapitado con un sólo movimiento, y es rápidamente devorado por una bestia alienígena diseñada para matar a Miracleman.

La última página del número 7 es una genialidad pura (claro está, hablamos al fin y al cabo de Alan Moore), vemos al lagarto de escamas verdes escupiendo algunos residuos que no han sido digeridos. Ahí está la sangre y también están, por supuesto, los dientes de zafiro de Evelyn Cream.

Miracleman # 8, de Alan Moore y Chuck Austen

Portada Miracleman 08Como fanático veterano del terror, he visto muchas persecuciones, cientos de películas sobre gente que es cazada por algo horrendo, monstruoso, sobrenatural y terriblemente letal. Y me he acostumbrado a ello al punto que ahora esas escenas apenas me sorprenden.

En “Cuerpos”, sin embargo, el suspenso es muy intenso (“Cuerpos” se publicó originalmente en Miracleman # 7 de Eclipse, en abril de 1986). Michael Moran está a punto de ser cazado por un sabueso extraterrestre. Evelyn Cream ya ha sido devorado. Y él es el siguiente. A menos que pueda hallar el modo de escapar del monstruo. El primer instinto de Moran es usar el arma que Cream le dio para disparar a la criatura escamosa. Pero él es demasiado lento, demasiado torpe, demasiado humano. El monstruo simplemente se come parte de su mano y el revólver.

Como hemos visto en capítulos anteriores, el contraste entre Miracleman y Moran era más que evidente. El superhombre era superior al hombre en cada aspecto imaginable. Es por ello que Moran no tiene confianza en sus propias habilidades, y no obstante su instinto de supervivencia permanece intacto. Gracias a una astuta treta, Moran es capaz de usar la palabra clave “Steppenwolf” para revertir a la criatura a su estado original: un perro normal e indefenso.

“El deseo que yo deseo esta noche” es un extraordinario ejemplo de la brillante exploración de personajes de Alan Moore. Miracleman ha regresado, un súper-humano entre gente ordinaria, un lobo rodeado de ovejas. Moore se mete en la cabeza de los despiadados asesinos de Gargunza, y al interior de la cabeza de uno de ellos en particular. Un ex-soldado nazi que recuerda el sueño de Hitler del Übermensch, la raza superior: “Él era una visión… Ese pelo rubio. Esos ojos azules […] Esperamos su llegada por cuarenta años… y luego lo matamos”.

Página Miracleman 8Para el mercenario nazi, Miracleman era el hombre superior que Hitler había prometido a sus tropas de la SS. Y siente remordimiento al ayudar a Gargunza en sus planes homicidas. “Cuarenta años hemos esperado por ti. Por el primero de los dioses rubios que nos reemplazarían. Sobre-Hombre. Has venido por fin”, dice el mercenario, casi como si rogara por su vida. La reacción de Miracleman es terriblemente inhumana: ya ha destrozado el cráneo de los otros dos matones, y ahora simplemente rompe el pecho del nazi con un dedo, matándolo de inmediato.

Hay algo casi demencial en la aparente crueldad de Miracleman, pero al mismo tiempo es convincente observar cómo un súper-humano usa sus superpoderes sin límites ni restricciones morales. Mata a todos y a todo en su camino hasta llegar a Gargunza. La víctima cazada de las primeras páginas es ahora el cazador sin piedad.

“¿Puedes ver el planeta?, ¿lo grande que es? ¿Puedes ver la escala en la que vivo? Gargunza, ¿puedes ver lo pequeño siempre has sido?”, pregunta Miracleman. Y en una inesperada e impactante escena, Miracleman decide darle fin a la vida de su creador. Moore combina un momento de ternura (el “beso de la muerte” que Miracleman le da al científico) con una brutal secuencia que muestra el cuerpo de Gargunza que se incinera al entrar en la atmósfera de nuestro planeta.

Miracleman # 9, de Alan Moore y Rick Veitch

Portada Miracleman 09Hace casi 30 años, “Escenas de la natividad” (publicado en Miracleman # 9 de Eclipse, en julio de 1986) fue el cómic más controversial de la industria estadounidense. El problema no era la violencia ni las palabras inapropiadas, tampoco podría reducirse a ideologías o política. Lo que causó la ira de los fans y los vendedores de cómics tal vez quedó mejor descrito en la etiqueta de advertencia que aparecía en la portada original: “escenas gráficas de nacimiento”. Ciertamente, la idea de retratar un nacimiento explícitamente fue vista por muchos como una afrenta, un audaz desafío a la moral más conservadora de Estados Unidos.

Debo decir que había leído varios artículos sobre lo que significó este número para la historia del noveno arte. Sería interesante observar la evolución de la audiencia en las últimas 3 décadas. ¿Los lectores todavía consideran el nacimiento como algo obsceno? ¿La secuencia del parto aún es vista como algo repugnante? ¿Una cabeza humana que sale por una vagina continúa siendo un tabú? No puedo responder esas preguntas, pero creo que es interesante notar que Marvel decidió incluir no una sino dos advertencias en la portada, tal vez confirmando con semejante cautela que sí, después de 30 años, los lectores estadounidenses siguen siendo tan puritanos como siempre.

No obstante, la secuencia del nacimiento es un elemento primordial de la narrativa de Alan Moore. Este es un capítulo que no podría haber sido contado de otra forma: “En el insignificante y nebuloso continuo de nuestras vidas, estos momentos preciosos queman como soles: nacimiento, muerte… estos son los momentos en los que somos reales”. Habíamos visto a la muerte antes, y ahora es el turno de ver cómo nace un bebé.

Página Miracleman 9Durante 16 páginas, Miracleman medita sobre la vida y la muerte, sobre su origen, su propósito, sus milagrosos poderes y extraordinarias habilidades, y cómo este momento en particular significa tanto para él. Michael Moran era estéril, Miracleman no lo es. Y Liz estaba feliz de concebir su hijo. Hubo tanta muerte en números anteriores, y ahora, de pronto, la presencia de una nueva vida pone una sonrisa en el rostro de Miracleman.

Es interesante observar cómo la violencia nunca parece causar problemas en la industria del entretenimiento estadounidense; sin embargo, cada vez que hay sexo o desnudez involucrados, las quejas comienzan. Aún es difícil para mí entender cómo un lector podría encontrar obscenidad en el más natural de los actos: el nacimiento. Tal vez sólo aquellos que le tienen miedo al cuerpo humano y a sus posibilidades consideren esto como algo alarmante.

El dibujante de este noveno número es Rick Veitch; y el entintador, Rick Bryant. Juntos reafirman los elementos viscerales del nacimiento, combinando ferocidad y ternura en el mismo marco. La portada original fue dibujada por el magnífico John Totleben, y es una imagen asombrosa, una pacífica expresión de belleza, con la cantidad necesaria de detalles. Rick Veitch está a cargo de la portada actual.

Miracleman # 10, de Alan Moore y Rick Veitch

Portada Miracleman 10Una pareja extraterrestre se sientan en la banca de un parque. En vez de un disfraz sintético, ellos usan “trajes de carne”, y por lo tanto experimentan los procesos biológicos humanos; aunque brevemente, sienten y actúan como seres humanos. Cuando Alan Moore empezó a escribir sobre alienígenas por primera vez, fue en las páginas de la legendaria antología de ciencia ficción “2000AD”. En historias muy cortas, el escritor británico fue capaz de experimentar con aquello que más fascinaba a los lectores: la idea de una inteligencia alienígena, vida más allá de las estrellas, civilizaciones avanzadas que podrían eclipsar cualquier imperio humano. Siguiendo esta tradición creativa, en “Juegos mentales”, el último capítulo de “El síndrome del rey rojo” (originalmente publicado en Miracleman # 10, diciembre de 1986), Moore introduce a la raza alienígena de los Qys. Aunque sólo los vemos como humanos, notamos de inmediato que ellos no pertenecen a este mundo.

Mientras tanto, después del controversial número del nacimiento, Michael Moran y Liz están lidiando con las demandas de su hija recién nacida, llamada Winter. Con un hambre insaciable, la bebé nunca parece quedar satisfecha. Quizás la extraña combinación del material genético de Miracleman y los genes humanos ordinarios de Liz sea más volátil e inestable de lo que habían imaginado. De todos modos, es su deber, como padre y madre, ocuparse de Winter. Pero esto no será fácil, ya que Liz debe recuperarse de los eventos recientes: “Me he sentido deprimida desde que ella nació. Cuando estaba dentro de mí, me sentía calmada. Calmada sin importar qué sucediese”, explica ella. Pero ahora la calma ha desaparecido.

Página Miracleman 10Los Qys están en la Tierra con una misión importante. Están buscando a la familia Miracleman. No obstante, no le prestan atención a Johnny Bates, que todavía está en estado catatónico. Dentro de la mente de Bates, luchan dos personalidades opuestas. Una, el dulce e inocente chico llamado Johnny Bates, joven aliado de Miracleman, y la otra, Kid Miracleman adulto, una destructiva fuerza del mal que ya había desatado su poder sobre Londres tal como se vio en Miracleman: Libro Uno. Los Qys se enfocan en el paradero de Avril Lear (conocida como Miraclewoman) y Miracledog, la monstruosa criatura creada por el Doctor Gargunza.

Encuentran a Lear bajo la identidad de la doctora McCarthy, no obstante, ella huye rápidamente. El siguiente blanco, Miracledog, ya está muerto. El cadáver putrefacto está siendo lentamente devorado por buitres, junto a los cuerpos de los matones de Gargunza. Todos murieron a manos de Miracleman, como se vio en un capítulo anterior. “Juegos mentales” también funciona como un interludio, como un capítulo transicional que separa a un Miracleman más centrado en la Tierra de un héroe intergaláctico.

El dibujante Rick Veitch una vez más nos sorprende con la forma tan visceral de plasmar el guión de Moore. El arte de Veitch es violento, temperamental y crudo. En vez de un enfoque refinado y limpio, Veitch toma sus lápices y los transforma en un objeto contundente para ‘golpear’ visualmente a sus lectores. Desde luego, toda esta ferocidad es fantásticamente complementada por las tintas de John Ridgway. Juntos, Veitch y Ridgway crean imágenes fuertes y muy enérgicas.

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