Los viajes de Marco Mono, de Carlos Trillo y Enrique Breccia
No hace falta ser un experto en la materia para constatar que todos los países de América Latina están unidos por lazos que van más allá del idioma común o de la historia compartida. No se puede escribir una historia de Sudamérica si obviamos las dictaduras militares que proliferaron sobre todo en el siglo XX. Cada nación lidió con ellas como mejor pudo, y quizás los mejores testimonios de esa lucha perduran en la literatura, el cine y, por supuesto, el cómic.
En Argentina, autores de la talla de H.G. Oesterheld exploraron el tema de la dictadura militar mediante sutiles alegorías, siempre en el escenario de la ficción (como podemos ver, por ejemplo, en “El eternauta”). El escritor Carlos Trillo, discípulo de esta vertiente contestataria, también abordaría temas como el conformismo, la tiranía y la idiosincrasia del ciudadano argentino, entre otros temas de eminente corte político.
En “Los viajes de Marco Mono” (publicada a fines de los 70s), el autor retoma las preocupaciones mencionadas y encuentra en Enrique Breccia no solamente a un artista de primer nivel sino también a un aliado con el que comparte la misma sintonía ideológica. Los viajes narrados en esta novela gráfica, desde luego, son absolutamente surrealistas y son más cercanos al género de la fantasía que al del realismo mágico de “Las puertitas del Sr. López” (conocida obra de Trillo y Altuna); pero también son, como afirma Moncho Cordero en el prólogo de la edición española, “unos viajes demenciales con el fondo irónico y algo cruel de un mundo tan parecido al nuestro, que toda coincidencia es realidad”.
Aunque me gustaría analizar todos los episodios, he optado por concentrarme en los que, en mi opinión, son los más sustanciales. Tenemos, para empezar, la historia de una extraña ciudad dominada por un tirano; todos los lugareños se alejan atemorizados del castillo del tirano, y solamente Marco Mono, el visitante, el vendedor de ilusiones como se denomina él mismo, se atreve a incursionar en el castillo. “Te moriste hace como veinte años, tirano. Sin embargo todos te tienen miedo y te hacen ofrendas muy superiores a sus posibilidades”, aclara el protagonista en un lúcido monólogo. En efecto, el tirano ha muerto, pero la estructura de poder está tan firmemente anclada en la realidad que los ciudadanos siguen pagando puntualmente el diezmo exigido por el soberano. Esta metáfora, por cierto, se aplica perfectamente no sólo a Argentina sino a cualquier otro país latinoamericano en el que la población mantiene una postura sumisa frente a un gobierno injusto.
Otro episodio memorable es el de una bella chica que es prostituida por sus hermanos; una interminable fila de hombres espera ávidamente la oportunidad de gastar un par de monedas y acostarse con ella. Marco Mono, inicialmente, intenta rescatarla, pero al final, decide simplemente sumarse a la cola y contribuir a la prostitución perpetua de la pobre muchacha. Sin duda, Trillo debe haberse inspirado en “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, extraordinario cuento de Gabriel García Márquez.
En otros episodios tenemos ásperas requisitorias en contra del consumo desmedido, o la crueldad inherente de las grandes empresas, pero en todo momento prima sobre todo el humor negro, la ironía y el sarcasmo. Enrique Breccia, hijo del maestro Alberto Breccia, desarrolla un estilo de dibujo sumamente expresivo y libre, que se acopla muy bien a la naturaleza sui generis de “Los viajes de Marco Mono”, una gran obra del cómic argentino que, definitivamente, merece más de una relectura.
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