Los Nuevos Mutantes, de Chris Claremont y Bob McLeod
En 1963 un hombre calvo en una silla de ruedas reunió a un grupo de jóvenes dotados (de poderes, no sean malpensados) para defender su sueño de una coexistencia pacífica entre humanos y mutantes. Y así, Stan Lee y Jack Kirby crearon a los X-Men, los “más extraños adolescentes de todos” como decía el slogan de la revista en ese entonces.
Se ha dicho mucho sobre el éxito de los X-Men. Para algunos críticos, fue el interesante enfoque de Stan Lee en temas como la diversidad y la discriminación lo que fortaleció la reputación de Marvel como una editorial que podía abordar conflictos sociales contemporáneos sin alejarse demasiado de la aventura y los enemigos estrambóticos que los héroes enfrentaban en cada ejemplar.
Para mí, no obstante, parte del éxito deriva directamente del hecho de que -al igual que Spider-Man- todos ellos son adolescentes (excluyendo al profesor Xavier). El mismo año del debut de los X-Men, DC Comics también publicó un cómic en el que un grupo de marginados seguían al Líder, un hombre en una silla de ruedas. La marginalización y la discriminación eran elementos presentes en este nuevo título, sin embargo, todos los protagonistas eran adultos. No había adolescentes en esta “Patrulla Condenada” que, eventualmente, sufrió la condena de ser cancelada por bajas ventas.
Originalmente, los X-Men eran sólo cinco jóvenes con habilidades especiales: Ángel (vuelo), Ciclope (rayos ópticos), Bestia (destreza y agilidad), el Hombre de Hielo (control sobre el hielo) y Jean Grey (telequinesis y telepatía). Luego de un tiempo, fueron reemplazados por otro grupo de mutantes y los X-Men se volvieron más populares que antes. El nuevo equipo tenía integrantes de diversos países que son muy conocidos hoy en día (gracias, en parte, a las películas): Lobezno (canadiense), Tormenta (africana), Rondador Nocturno (alemán), Coloso (ruso), Banshee (irlandés), etc.
Aunque al tener un grupo de adultos como X-Men la dinámica de la Escuela para Jóvenes Talentos de Xavier se restringió. Así es que a inicios de los 80, el escritor Chris Claremont y el artista Bob McLeod decidieron reactivar el colegio, y para ello necesitaban una nueva oleada de jóvenes y deseosos pupilos. Y así en 1982, como parte de la iniciativa de Novelas Gráficas de Marvel, nacieron los Nuevos Mutantes.
Con edades que iban de los 13 a los 16 años, un nuevo grupo de chiquillos poblarían los salones vacíos de la venerable mansión de Xavier en Westchester. Al igual que la segunda alineación de los X-Men, este grupo de nuevos mutantes era bastante internacional: Xi’an Coy Mahn (nombre código Karma), era una chica vietnamita intentando adaptarse a su nueva vida en Estados Unidos luego de los horrores de la guerra de Vietnam; Samuel Guthrie (nombre código Cannonball), era el mayor del equipo, un muchacho sureño de 16 años que trabajaba en las minas para mantener a su familia de escasos recursos; Rahne Sinclair (nombre código Wolfsbane), era una chica escocesa que consiguió ayuda gracias al antiguo amor de Xavier, Moira MacTaggert; Danielle Moonstar (nombre código Psyche), ere de origen Cheyenne , y odiaba al ‘hombre blanco’; Roberto Da Costa (nombre código Sunspot), era el impulsivo hijo de un acaudalado hombre de negocios de Brasil.
En esta novela gráfica, Claremont se las arregla para darnos una imagen clara de los personajes en tan sólo un puñado de páginas. Podemos percibir el pasado traumático de Xi’an. Entendemos la pobreza y la necesidad de Sam de ganar dinero y, sobre todo, vemos lo terrible que es trabajar en las minas y las ilusiones destrozadas de un joven que tenía un futuro brillante hasta que su padre murió. Somos testigos de los peligros de la superstición cuando un grupo de escoceses cazan a Rahne, acusándola de ser una hija de Satán. Sentimos compasión por la frustración de Danielle, que es incapaz de salvarle la vida a su abuelo, lo peor es que nadie le prestará atención a la muerte de un indio nativo; en su caso, ella es discriminada no sólo por ser mutante sino también por su etnicidad. Roberto Da Costa es un chico popular, tiene una linda enamorada y es una estrella del fútbol escolar, pero una tarde sus poderes empiezan a manifestarse y ahora él es visto como un monstruo; su vida no volverá a ser la misma de antes.
30 años después de la publicación de “The New Mutants”, la narrativa de Claremont es tan intensa como solía ser, y el arte de Bob McLeod continúa sorprendiendo. Al mirar las páginas de Bob siento nostalgia, y eso es extraño porque yo no crecí leyendo a los Nuevos Mutantes. De hecho, tuve acceso a mi primera historia de Claremont y McLeod en 1996 o 1997. Pero desde entonces siempre admiré el tono clásico de las líneas de Bob, la precisión de sus tintas y sobre todo la interacción armónica de los personajes con o sin uniformes, en escenarios de la vida real o en locaciones completamente extravagantes. Bob, como tantos artistas del pasado, podía dibujar absolutamente todo. Y lo hacía muy bien. Hasta el día de hoy, estos trajes amarillos y negros de los Nuevos Mutantes siguen siendo mis favoritos. Una vez incluso soñé conmigo mismo y un grupo de amigos usando estos trajes clásicos. Desde luego, todavía era un chiquillo en ese entonces… y sería ridículo que un adulto tenga semejantes sueños ahora, ¿no es así? Pero luego de leer la primera aparición de los Nuevos Mutantes siento que no tengo necesidad de cerrar los ojos e imaginar cosas, porque puedo ver y leer todo esto en el presente. Y vaya que me hace recordar el pasado de una manera maravillosa.

