[Crítica] Lo más mejor de Tato, de Albert Monteys
Ya que la semana pasada hablamos de La Parejita, sigamos la racha con otro tomo de El Jueves.
Hace cienes de años (porque no recuerdo cuándo fué y me da pereza echar de wiki) se publicó un fanzine en nuestras tierras que terminó gozando de gran popularidad e incluso una reedición en tapa dura. Estoy hablando, por supuestamente, de Mondo Lirondo, y Albert Monteys era uno de los perpetradores del asunto.
Y como aquello me gustaba, pues cada cosa que aparecía de éste caballero terminaba cayendo en mis manos. Ya sean Calaveras Lunares o la serie de El Jueves que hoy nos ocupa: Tato.
Tato es un joven prototípico de la sociedad española: vago, caradura, sin un duro, un poco cabroncete y bastante pasota. ¿Cómo? ¿Qué tú eres joven español y no eres así? Míratelo, que igual eres importado y no lo sabes… Bueno, pues en la serie tenemos las peripecias de ésta joya de criatura en sus quehaceres diarios: la convivencia con los padres en un principio y sus compañeros de piso después, las dificultades para encontrar trabajos-basura y los problemas que allí se encuentra (sobre todo con sus jefes), los ligues eventuales… Vamos, que si en lugar de estar publicado aquí por El Jueves la cosa viniera del otro lado del charco se le denominaría slice of life underground o similar…
Pero no sólo tenemos a Tato. Por muy mal que le sepa al protagonista, mi corazoncito lo tienen ganados unos seres que en multitud de ocasiones le acompañan: las cucarachas. Y es que en las páginas que Monteys dedica a éstos bichetes en dónde un servidor de ustedes mejor se lo pasa.
Además de los diversos Pendones del Humor y éste Más Mejor, también tienen en la web de la editorial una serie de animación en Flash (no, el velocista escarlata no… ni tampoco el amigo de Parker…) con alguna de las anécdotas del peculiar personaje. Lo digo por si les hace gozo curiosearlas…
Resumiendo: no va a cambiar vuestra vida, no va a enseñaros nada, no aportará nada a vuestra existencia, pero te lo pasas condenadamente bien leyéndolo. ¿Qué mas pedir?