Little Ego, de Vittorio Giardino
La semana pasada tenía pensado que en ésta haría una reseña porno. Tenía una preparada de ésas que harían ruborizarse hasta al más atrevido director de cine para adultos. Pero por desgracia un viruscillo se adueñó del computador de mi trabajo y el archivo se fue al peo. He intentado repetirlo, pero sin éxito. Así que he bajado un poquito el listón desde el porno más sucio, pervertido, depravado, guarro y asqueroso, y en su lugar os ofrezco una obra de erotismo, sensualidad, imaginación y, ¡cómo no! desnudos.
Este tomo es el particular homenaje que realiza Vittorio Giardino a la obra de McCay. Sólo que aquí Ego no es precisamente “little”, es más bien una muchacha veinteañera de muy buen ver cuyas aventuras nocturnas en el país de los sueños son un poco más para adultos que las que tenía Nemo. Por supuesto, mantiene la estructura similar a las historias de éste último: comienza con una secuencia onírica para terminar la aventura en el lecho y liada entre las sábanas, pero eso sí: ligerita de ropa y con referencia siempre a su psicoanalista, al que nunca veremos.
Comenzando con tímidas historias de dos páginas en las que cualquier objeto, animal o persona que se acerque a Ego puede ser el desencadenante de una situación erótica, poco a poco las historias van aumentando en número de páginas y teniendo continuidad entre sí. El elemento surrealista y disparatado que suele acompañar a cualquiera de nuestros sueños también lo tenemos presente en las historias, mandando al traste cualquier estructura lógica que pensáramos que tenía la historia. El fondo de una viñeta puede resultar que de una secuencia a otra pase a ser un decorado de una obra de teatro, en una pequeña aldea en mitad del desierto puede aparecer una moderna peluquería, e incluso que algún personaje sea consciente de que es un sueño y querer escapar de él.


Y de Giardino ¿qué deciros?. Si ya lo conocéis estaréis familiarizados con su maravilloso, limpio y detallista trazo, con la elegancia de sus personajes, su estilo puro e inmaculado, cálido, claro, sensual… Vamos, el artista perfecto para el tipo de obra de la que hablamos. Y si sois de los que no lo conocéis, además de alegraros la vista con éste álbum que Norma reeditó en el 2006 añadiendo 8 páginas más al tomo que yo tengo y que es perfectamente encontrable en cualquier librería, no deberíais dejar pasar su Sam Pezzo, su Max Fridman o el lamentablemente inconcluso Jonas Fink (de los cuales ya hablaremos más adelante…).
Quizá si queremos buscarle un pero al tomo, éste sería el look añejo de los personajes. Pero hay que tener en cuenta que es una obra realizada en los ochenta, por lo que la vestimenta, peinados, maquillajes y demás son representativos de la época. Así que pensándolo mejor, esto más que un pero puede ser un aliciente más.
No es una obra imprescindible del noveno arte. No son guiones profundos y rebuscados. No es porno duro. Pero resulta muy bonito de ver y bastante entretenido. Y los sesudos estudiosos de la obra de McCay comprobarán que hay bastante más conexión entre las aventuras de ésta hermosa joven y el chavalín Nemo de las que se puedan apreciar a simple vista.
Una buena manera de definirlo la tiene Kim Thomson en la introducción: “Descúbrelo por ti mismo y descubrirás una rareza: maravillosamente dibujado, suntuosamente coloreado y sexualmente libre de toda culpa, como un sexy tazón de fresas, te dejará un dulce sabor de boca”.
Por cierto, para evitar la saturación del correo electrónico y el diluvio de comentarios solicitando cuál era la otra obra que en principio iba a reseñar hoy os diré que era $%&/#€@¬| ¡¡ALERTA VIRUS – ALERTA VIRUS!!…………………….
Lamentamos comunicarles que una extraña mutación de virus informático llamado cnsra se ha hecho fuerte en el teclado del ordenador de Nacho, ha tomado como rehénes al cubilete de clips y al portaminas y tiene a nuestro colaborador retenido. Exige lubricante y una limpieza a fondo de pelusillas para su liberación. Seguiremos informando.


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