Kick Ass, de Mark Millar y John Romita Jr
Todos hemos fantaseado sobre otras vidas y otras realidades. Para algunos, la fantasía puede ser tan simple como ganar la lotería y para otros algo tan extravagante como tener súper poderes. “Kick-Ass” es un cómic que acepta el fantaseo mientras se mantiene firmemente asentado en el ‘mundo real’.
Dave Lizewski es un estudiante de 16 años: un chiquillo normal que pasa desapercibido y que es ignorado por las chicas. Aunque también es uno de esos coleccionistas de cómics que semanalmente gasta dinero en su hobby y dedica horas enteras a los foros de cómics. Las primeras páginas nos dan una imagen exacta de la personalidad introvertida de Dave, cómo se aísla luego de la muerte de su madre, y cómo a pesar de tener un par de amigos es incapaz de relacionarse con más gente. Finalmente, como cualquier adolescente, Dave se masturba fantaseando sobre su profesora de biología o la chica de al lado.
Hasta este punto esta es una narración cohesionada sobre un adolescente que sueña con ser un súper-héroe. Pero es la astucia de Millar y su brillante análisis del género súper-heroico lo que le da especial brillo a esta serie. Diría, incluso, que para sacarle el jugo a Kick-Ass hace falta separar un par de trabajos cruciales publicados a siglos de distancia: El Quijote y Watchmen.
En El Quijote de Cervantes tenemos a un empobrecido hidalgo tan obsesionado por los libros de caballería que piensa que puede convertirse en uno de esos míticos caballeros de reluciente armadura y heroicidad sin par. No importa si los eventos en dichos libros son completamente imposibles, Don Quijote tercamente insiste en su misión. Del mismo modo, Dave Lizewski tiene un profundo interés en los cómics, y no entiende por qué nadie ha tratado de ser un súper-héroe. ¿La vida rutinaria es acaso tan emocionante? se pregunta a sí mismo. Sus amigos, nerds como él, intentan disuadirlo. Para ellos es clarísimo: la vida de un súper-héroe sólo puede existir en las páginas de los cómics.
“Watchmen” es, con justicia, considerado el título más influyente en décadas por una razón: la deconstrucción del género de súper-héroes. Moore se enfoca en los elementos más típicos que definen el género súper-heroico y encuentra fisuras estructurales en el mundo de los justicieros enmascarados, y explota esas fisuras creando una nueva concepción del hombre detrás de la máscara. Hay diferencias entre Cervantes y Moore, desde luego. Uno de ellos demostró que los libros de caballería eran infantiles, ridículos y por lo tanto inadecuados para el siglo XVII, mientras que el otro demostró que los cómics habían sido demasiado negligentes, desatinados y como resultado debían evolucionar, madurar. El autor español destruyó sin ayuda la tradición de los libros de caballería, mientras que Moore empujó al comic book norteamericano a una nueva era de creatividad y madurez sin precedentes.
Pero los años no pasan en vano. Mucha gente criticó las consecuencias de “Watchmen”; numerosos autores quisieron imitar (mal) el estilo del autor británico, y se olvidó que en la variedad está el gusto. No me atrevo a afirmar que “Kick-Ass” es tan importante ahora como lo fue “Watchmen” en los 80, siempre he detestado este tipo de comparaciones que no benefician a nadie. Pero “Kick-Ass” es un intento de hurgar en las estructuras del género y desarmar paradigmas preestablecidos, clichés y desenlaces predecibles, en otras palabras, Millar despedaza la maquinaria y la re-ensambla de una manera fresca y atractiva.
El primer ejemplar nos muestra qué tan peligroso puede ser este negocio para un muchacho enmascarado. Dave casi muere en su primera ‘misión’, y luego de varias cirugías y seis meses en el hospital empieza a recuperarse. Millar lleva al extremo las consecuencias de una pelea, de modo que nos remite al Año Uno de Miller (la primera misión de Bruce Wayne es un fracaso total, le disparan y casi se desangra). Gracias a este enfoque en la vulnerabilidad, simpatizamos con el protagonista.
¿Pero en qué más se parecen “Kick-Ass” y “Watchmen”? Ambos parodian el género súper-heroico (así como El Quijote parodia la narrativa caballeresca), aunque de modo distinto. El filósofo contemporáneo Fredric Jameson afirmó que parodia y pastiche no eran sinónimos. El pastiche y la crisis de historicidad pueden definir el mundo postmoderno. La parodia requiere un juicio moral y una comparación de la normatividad social (El Quijote es una parodia); por otro lado, el pastiche incluye “el collage y otras formas de yuxtaposición sin fundamentos normativos”.
La victoria de Estados Unidos en Vietnam es fundamental en “Watchmen”. Allí entra la historicidad de James. Esta crisis de historicidad permea la era postmoderna: “no parece haber relación alguna entre la historia norteamericana que aprendemos en los libros escolares y la experiencia vivida en la actualidad […]”. Por ello todo en “Watchmen” parece tan genuino, porque rechaza la historicidad (lo que podríamos haber aprendido en los libros). “Kick-Ass”, no obstante, desdeña la crisis de historicidad, y como resultado es una parodia disfrazada de pastiche, lo que quizá podría explicar por qué apela a lectores más intelectuales y también al público común y corriente.
Otro seguidor del pastiche es Quentin Tarantino quien, por cierto, ha creado una estética de la violencia que comparte ciertos rasgos con las brutales escenas de Millar. El cineasta y el escritor son incapaces de producir violencia gratuita, más bien la convierten en algo con valor artístico (sin duda una de las proezas más difíciles). La violencia es parte del canon de Millar, y Kick-Ass no es la excepción. Hit-Girl es un ejemplo, una niña que no ha tenido infancia y que ha sido obligada a entrenar toda su vida. Su mentor es también su padre, ‘Big Daddy’, un hombre que como Frank Castle (Punisher) ha jurado exterminar a la mafia. Mientras Kick-Ass impide un asalto o rescata a un gato de un edificio en llamas, Big Daddy y Hit-Girl aniquilan mafiosos sangrientamente.
Kick-Ass es un adolescente encantador en buena medida por su vulnerabilidad, pero principalmente por su torpeza, que contrasta con la eficiencia y frialdad de Big Daddy y Hit-Girl. Dave es solamente humano, y por ello comete errores todo el tiempo; es capaz de luchar en las calles pero no puede acercarse a la chica que ama (divertidísimas las secuencias en las que finge ser gay para hacerse amigo de Katie). Esta necesidad por sentirse acompañado le impide descubrir las verdaderas intenciones de Red Mist, otro joven enmascarado.
Como dije antes, el pastiche se apoya en los collages, que aquí no son otra cosa que referencias a la cultura pop, ya sea como algo degradante (estrellas súper famosas) o algo distinguido (cómics que ejemplifican la grandiosidad); ese es el caso de Astonishing X-Men de Whedon o de los primeros números de títulos clave de Marvel (Amazing Fantasy, Fantastic Four, Avengers, Tales of Suspense, Journey into Mystery, etc.).
El éxito de Millar se ha traducido en dos películas, ‘Wanted’ y ‘Kick-Ass’ (y ahora “Kick-Ass 2”). Realmente disfruté la versión fílmica, aunque algunos de los cambios me molestaron. El estilo de los trajes o la similitud entre los actores y los personajes son nimiedades de las que no me preocupo. Pero los puntos más fuertes del cómic son atenuados o simplemente eliminados en la gran pantalla; por ejemplo, la naturaleza sádica del némesis de Kick-Ass… Red Mist admite que la sola noción de torturar a Dave le ha producido excitación sexual en varias ocasiones.
Pero tal vez el mayor fracaso de la película es el final. La fortaleza de Millar reside en la sorpresa, en lo que consigue con las páginas finales del octavo ejemplar: Dave hace un último intento de ganarse el corazón de Katie, pero la chica lo rechaza y lo humilla al enviarle una foto de ella misma succionándole el miembro a un afroamericano. Esta es una de las páginas más tristes e impactantes que he leído, Dave no puede evitar masturbarse mientras mira la foto, sólo para llorar después. ¿Quién podría idear un final tan desmoralizante y a la vez tan formidable? La película, desde luego, elige el típico final hollywoodense… él se queda con la chica. Así que, una vez más, tengo que decir que la adaptación cinematográfica no estuvo a la altura.