Kick Ass 3, de Mark Millar y John Romita Jr.
Muchos escritores pasan años imitando el estilo de sus predecesores, incapaces de aportar nuevas ideas. Sólo unos pocos parecen tener lo necesario para re-energizar el medio, para revivir nuestra pasión por un género que a menudo es estorbado por títulos triviales y sagas intrascendentes. Con Kick-Ass, el escritor Mark Millar desató su creatividad y liberó su potencial como un autor que podía tener éxito más allá de las grandes editoriales.
Este tercer y último volumen empieza con las tribulaciones de Kick-Ass y Hit-Girl, todavía recuperándose de eventos recientes. Hit-Girl está en la cárcel, esperando a ser rescatada. Pero cuando las semanas se convierten en meses, ella se da cuenta de que la incompetencia de Kick-Ass y su improvisado grupo de “superhéroes” voluntarios es mayor de lo imaginado.
Hit-Girl entiende esto, y se las arregla para defenderse en prisión, matando reos o mutilándolos según considere conveniente. Hay una escena memorable en la que un psiquiatra la visita. En cierto modo, esta es una parodia de los clásicos juegos mentales entre un peligroso criminal apresado y una persona normal. Hemos vistos secuencias similares en “The Silence of the Lambs” (Hannibal Lecter y la agente Clarisse Sterling) y sobre todo en “Watchmen” (Rorschach y Dr. Malcolm Long). De hecho, si releemos el magnum opus de Alan Moore, recordaremos que el Dr. Malcolm Long eventualmente empieza a sufrir fatiga mental y ansiedad después de sus sesiones con Rorschach; lo mismo ha pasado con los primeros dos psiquiatras de Hit-Girl, pero el nuevo parece ser más resistente. Y sí, el dialogo entre la asesina perfecta y un doctor con buenas intenciones es de primera.
Mientras tanto, el viejo cuartel general de Hit-Girl ahora es un patio de juegos para adultos que se comportan como niños. Uno de los colegas de Dave decide mudarse. Este es un hombre gordo, un aventurero enmascarado inútil, un perdedor de mayor calibre que el resto. Se sienta sobre su ropa sucia mientras juega videojuegos todo el día, es claro que ni él ni ningún otro miembro de ‘Justicia para siempre’ pelearán para sacar a Mindy de la cárcel.
Si es que Dave Lizewski era un perdedor promedio de secundaria al inicio de la serie, ahora es un joven mediocre, que trabaja en un fast food y comparte un departamento con su amigo Todd. Dave está demasiado absorbido en su propio mundo. Después de la muerte de su padre, encuentra solaz en la personalidad de Kick-Ass, y se enreda aún más de lo habitual en las absurdas y ridículas convenciones de los superhéroes. Ni siquiera puede estar de duelo por sus padres como un chiquillo normal. “También es mucho más genial cuando estás solemne en un gran abrigo negro. Lo intenté con jeans la semana pasado pero todo se veía tan inapropiadamente casual”. Las misiones de Kick-Ass se han vuelto aún más fútiles y ridículas. Pero aun así, él sigue en ello. Tiene que seguir en ello. No hay una vida normal a la que pueda regresar.
De hecho, incluso el más mínimo sentido de normalidad se convertirá en un bien muy deseado. Hit-Girl está en prisión, Kick-Ass intenta adaptarse a una vida desprovista de grandiosidad. E incluso Chris –Motherfucker, también conocido antes como Red Mist– se está recuperando de múltiples heridas, lesiones y fracturas sufridas al final del segundo volumen de Kick-Ass. Puede ser que él no ha tenido una vida normal, pero la que más está sufriendo es Angie Genovese, su mamá; y no porque, como madre, se supone que deba sentirse preocupada por el bienestar de su hijo… De hecho, ella siente repulsión y disgusto. Su vida es miserable, ella a menudo es insultada por parir a un monstruo homicida. Aun así, la mujer visita al joven a diario en el hospital. Allí, ella escucha las quejas de Chris. No se suponía que sería así, dice él. Tiene dolor y sabe que su vida ha sido arruinada. Pero ella también tiene dolor y su vida también está arruinada.
Mark Millar explora un aspecto de la figura del villano que raramente ha sido reconocido: el impacto que el villano tiene no en la sociedad o en la comunidad heroica, sino en aquellos que le son cercanos, en otras palabras, sus amigos y familia. Porque cuando Chris se queja egoístamente mientras está postrado en cama, o se queja de haber sido derrotado por Kick-Ass, Angie Genovese está furiosa: “¿Crees que este era MI PLAN. Crees que te tuve por nueve meses y te di mi leche sólo para ver que te convertías en una FIGURA ODIADA PÚBLICAMENTE? Tu padre sólo mataba gente por NEGOCIOS. Tú mataste gente por DIVERSIÓN”.
Después de largos meses de planeamiento, Kick-Ass decide intimidar al líder de la mafia Rocco Genovese, recreando la escena clásica de “Batman: Año Uno”. Su meta es infundir miedo en los corazones de los mafiosos (tal como hace Batman en la clásica miniserie de Frank Miller). Por supuesto, fracasa. Y fracasa miserablemente.
Kick-Ass se siente frustrado por sus constantes fracasos, y por la pereza y la apatía de algunos de sus colegas. Finalmente, decide exiliar al gordo que se ha mudado en el cuartel secreto de Hit-Girl para convertirlo en su residencia. Pero esto causa una ruptura en las filas de Justicia para siempre. Como todos dicen, esta es su propia Guerra Civil (una sagaz referencia al evento Marvel de Mark Millar en el que los superhéroes pelean entre sí).
La ironía es un ingrediente fundamental en el “Kick-Ass” de Millar, y mientras Dave Lizewski está remendando su uniforme, su amigo Todd está teniendo sexo con una ex profesora de secundaria; en este caso, una mujer que inspiró muchas de las sesiones masturbatorias –y maratónicas– de Dave (tal como se ve en las páginas del cómic así como en las secuencias iniciales de la primera película). Afirmar que Kick-Ass está atrapado en una vida patética sería decir poco. Él no solamente está atrapado sino que también está obligado a escuchar los constantes gritos de éxtasis que vienen de la habitación contigua. No puedo pensar en algo peor que un caso de sequía sexual agravado por la proximidad de actividad sexual a todo volumen.
Eventualmente Kick-Ass encuentra un posible interés amoroso en una chica llamada Valerie. Tienen varias citas y Dave, subyugado por la excitación olvida todo lo que aprendió durante su entrenamiento con Hit-Girl y decide tener intimidad con Valerie. Hay un momento deliciosamente incómodo en el que Dave intenta sacarle la falda a la chica y ella le dice que lo haga despacio. Él se detiene por completo y Valerie le explica que ‘despacio’ no significa ‘detenerse’.
Y repentinamente el big bang personal de Dave está a punto de suceder. Y la explosión sexual destruye todo lo que sabía o pensaba que sabía sobre sí mismo. En los días siguientes, Dave deja de usar su uniforme de Kick-Ass, se pierde las reuniones con los miembros de Justicia para siempre, se queda en casa en vez de salir y patrullar por las calles. En breve, le dice adiós a su vida como Kick-Ass. Y no podría estar más feliz por ello. Después de todo, está teniendo mucho sexo.
Sus días de masturbador crónico han terminado, y ahora con todo el vigor de la juventud, Dave realiza algunas admirables proezas, como eyacular 7 veces en un mismo día. Y es todo gracias a la insaciable Valerie. Este no solamente es un astuto giro argumental sino también un muy necesaria revisión al tópico de la debilidad del superhéroe. Para algunos es la kriptonita, para otros puede ser el color amarillo, para Dave es una vagina húmeda. Pero, claro está, ¿no es esa una debilidad compartida por millones de hombres?
En un corto e hilarante diálogo, Millar hace un diagnóstico bastante acertado sobre los superhéroes. ¿Por qué se pasan la vida disfrazados y moliendo a golpes a los delincuentes? Como dice Valerie “Quizás todo eso no era más que represión sexual, y tu energía es usada de otra forma en estos días”. Por primera vez en su vida, Dave es feliz. Como dijo Freud alguna vez, la neurosis es una consecuencia de la represión sexual. Y si todos los superhéroes del mundo empezaran a seguir el ejemplo de Dave, sus problemas mentales se solucionarían de inmediato.
Después de hundirse en lo más profundo del patetismo, Chris Genovese se alza una vez más. Y en uno de los más inesperados y, al mismo tiempo, más fascinantes giros argumentales de Millar, él encuentra la manera de rescatar a Hit-Girl –una tarea que ni siquiera Kick-Ass logró cumplir– y, en el proceso, se redime a sí mismo. Lo que sucede después del rescate, por supuesto, es tan inevitable como triste.
Debo admitir que, mientras me acercaba a las páginas finales, experimenté un nivel de emoción sin precedentes. Hay muchos momentos de ternura, por ejemplo, cuando Dave abraza a Mindy, fraternalmente, justo antes de la más peligrosa batalla de sus jóvenes vidas. Hit-Girl pelea contra la mafia, mientras que Kick-Ass rescata a su amigo Todd. No diré quién vive o muere, ya que la sorpresa de descubrirlo pertenece al lector. Basta con decir que quedé muy conmovido con las secuencias finales. Estoy genuinamente feliz de haber sido parte de la propuesta de Millar, de haber tenido la suerte de seguir las aventuras de Kick-Ass casi desde el comienzo.
Tras 8 años, es difícil explicar lo emocionado que estaba por leer el gran final. No es fácil crear un nuevo personaje y convertirlo en el héroe más fascinante de la década. Y aun así, me aventuraría a decir que Millar ha tenido éxito al hacer justamente eso. Empezó con Dave Lizewski, un chiquillo nerd, un lector de cómics, y lo convirtió en alguien real, alguien que de hecho crece mientras leemos el cómic, y lo mismo pasa con Mindy. Desde el 2006 hasta el 2014, Dave y Mindy cambian y a través de su travesía nosotros también cambiamos. Tal vez ese es el mayor logro que un escritor podría desear.
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