Jupiter’s Legacy 2 y 3, de Mark Millar y Frank Quitely

Portada Jupiter’s Legacy 2El género súper-heroico usualmente sigue reglas establecidas. El enfoque, la mayoría de las veces, tiende a ser maniqueo. Las ideologías son caricaturizadas o simplemente ignoradas. Para retratar un mundo ficticio de héroes musculosos el escritor debe participar en una batalla de “cerebro versus músculos”. En los trabajos de mayor difusión, usualmente gana el músculo; en otras palabras, la confrontación física, la dinámica de “el fuerte versus el más fuerte” son esenciales.

Rara vez encontramos historias concebidas bajo una noción diferente. Mark Millar ha introducido varios elementos en su narrativa que desafían el típico reduccionismo de los escribas de superhéroes. En el número anterior, vimos cómo un grupo de superhéroes ayudó e inspiró a los estadounidenses durante la gran depresión financiera. Pero ya no estamos en los años 30, y los problemas económicos ahora son más importantes que los predecibles pleitos con viejos villanos.

Para Walter, el hermano de Utopian, esto es bastante claro: la infraestructura económica debe cambiar, la tasa de desempleo debe disminuir, es hora “de pensar en una ideología post-capitalista”. Cuando intenta explicar sus ideas en la Casa Blanca, es detenido por Utopian. Esta crisis no puede ser combatida por los superhumanos, y sólo el gobierno puede encargarse de ella. Walter y su hermano discuten. Tal vez este es un choque no tan sutil entre valores y tradiciones, entre ideologías opuestas, pero también es un triunfo. El cerebro le gana a los músculos, después de todo.

Walter también aparece en la magnífica portada de Frank Quitely. Sostiene un cubo transparente, su mirada se pierde en el horizonte, contemplativamente, silenciosamente. Quitely nos da un rostro arrugado que es el mapa de toda una vida. Y como la fotografía imposible de un hombre que no existe, esta honesta expresión hace que nos demos cuenta de que todo en este personaje es verdadero: su determinación, su ideología, su fortaleza.

Las páginas interiores de Quitely también son una exquisitez. Desde el pandemonio provocado por Chloe, la hija de Utopian, después de enterarse de que está embarazada hasta su encuentro sexual con el hijo del más infame supervillano de la Tierra.

La página final es icónica y dramática, allí vemos a Walter hablando con Brandon, el hijo de Utopian, “los viejos realmente no tienen más sabiduría que los jóvenes. Sólo somos lo suficientemente feos para vernos sabios y no estamos tan dominados por nuestros genitales”, afirma el viejo. Pero en las manos de Quitely, incluso la fealdad y la sordidez se convierten en un festín visual que debe ser devorado por ojos voraces y mentes hambrientas de buen arte. Qué delicia de segundo número.

Jupiter’s Legacy 3, de Mark Millar y Frank Quitely

Portada Jupiter’s Legacy 3Una vez más, Mark Millar ha compartido con nosotros una lúcida interpretación del género superheroico. En un capítulo previo, vimos cómo Utopian y otros superhéroes salvaron a Estados Unidos e inspiraron al pueblo norteamericano.

Pero décadas después, la gran nación ya no es definida por el altruismo sino más bien por la codicia corporativa. Una crisis financiera es inminente; la tasa de desempleo se ha incrementado, la gente está siendo desalojada de sus casas, incapaces de pagar por sus hipotecas (tal como sucedió en la vida real, en el 2008, luego del colapso del mercado subprime). En este escenario, ¿cuál es el verdadero deber del héroe? ¿Capturar ladrones? ¿Mantener el orden? ¿O socavar los viejos valores y proponer una nueva forma de vida, una estructura fresca para una sociedad moderna?

Este capítulo empieza con una clásica referencia a Superman. Si es que recordamos la legendaria etapa de John Byrne en Superman, recordaremos una escena específica en la que el Hombre de Acero es entrevistado por Lois Lane (hay una escena similar en la primera película de Superman). Lois Lane, sorprendida, pregunta “¿Cómo sabías dónde vivo?”. Y Kal El, asertivo y con gracia, responde “Oh Ms. Lane, sé dónde vive todo el mundo”. Siguiendo las mismas premisas, Utopian habla con el enamorado de su hija. Sorprendido, el joven le pregunta al veterano héroe cómo encontró su número privado. Y Utopian contesta, orgullosa y amablemente “Sé el número de todo el mundo”.

Millar ya había convertido a Utopian en una figura mesiánica, un salvador, un verdadero sucesor del mito del superhombre. Utopian es el hombre más altruista y noble del mundo. Y son precisamente esas virtudes las que provocan su caída. Cuando un asteroide está a punto de chocar contra la Tierra, Utopian llama a todos los superhéroes del planeta para conseguir ayuda pero nadie responde. Él vuela solo; y gracias a su increíble fuerza, destruye el asteroide, pero también detona los artefactos nucleares ocultos en su interior. Y mientras es debilitado por las explosiones, es atacado por los mismos superhéroes en los que había confiado por años. El más grande héroe del mundo es masacrado, y quien asesta el último golpe es su propio hijo, Brandon.

Pero el parricidio no será el único crimen. Walter, el nuevo mentor de Brandon, ha decidido exterminar a la familia de Utopian: mata brutalmente a su esposa e intenta hacer lo mismo con su hija. Pero ella consigue escapar gracias a su enamorado, el mismo joven que había estado conversando con Utopian en las páginas iniciales.

El arte de Frank Quitely es asombroso. Desde la portada rica en detalles (el rostro golpeado de Utopian nos deja sin aliento), hasta las secuencias de pelea y el desenlace violento de luchas que involucran todo tipo de súper poderes y armas. La página final es también bastante impresionante, y está conectada temáticamente a la portada. Imágenes extraordinarias.

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