Free Country: A Tale of the Children’s Crusade, de Neil Gaiman, Chris Bachalo y Peter Snejbjerg
“Dicen que cada adulto ha matado con éxito al menos a un niño”, aunque sea metafóricamente. Convertirse en adulto a menudo significa deshacerse de nuestra curiosidad natural y del sentido de asombro que siempre está presente durante nuestros años de formación. Lacan es aún más radical cuando explica lo que nos sucede al entrar al orden simbólico: hay una parte de nosotros que se deja atrás, se lleva a cabo una castración que afecta a todos los hombres y a todas las mujeres (y no sólo a la población masculina, como sugería Freud).
La línea divisoria entre la infancia y la edad adulta rara vez fue explorada en títulos de superhéroes. Así que no es insólito que la línea Vertigo –la línea para lectores maduros de DC– abordara el tema. Con un gran sentido del humor, Neil Gaiman explica en el prólogo cuál fue el origen de The Children’s Crusade: “todos los escritores y editores de Vertigo estaban allí, en un misterioso refugio rural. Parecía algo poco probable, era como guiar un rebaño de gatos. Naturalmente nosotros no nos acercábamos el uno al otro, pero tal vez esta sería nuestra oportunidad. Alguien que no era yo había señalado que si había una cosa que todos los títulos de vértigo tenían en común, era que en cada uno de ellos había un niño. Por lo tanto, se decidió que el primer –y hasta donde yo recuerdo– último crossover de Vertigo giraría en torno a los niños”.
Neil Gaiman le daría forma a este particular experimento, dividido en dos capítulos notables, conmovedores y estimulantes. La secuencia inicial ocurre en Flaxdown, un bonito y tranquilo pueblito inglés. Un día, de repente, los niños se desvanecen… no uno, ni una docena: todos los niños desaparecen. Nadie entiende lo que está pasando, no hay pistas y, al parecer, no hay ninguna esperanza de poder encontrarlos. En ese momento los Dead Boy Detectives deciden tomar el caso. Charles Rowland y Edwin Paine provienen de las páginas de “The Sandman”; estos niños eran entusiastas de las clásicas novelas de misterio y del cine negro, y al ser fantasmas eran libres de vagar por las calles y visitar lugares inaccesibles incluso para los adultos.
Rápidamente los fantasmagóricos chicos detectives averiguan el paradero de los niños desaparecidos. “Al este del sol y al oeste de la luna, en algún lugar entre las tardes de verano sin fin de la infancia y las nubes movedizas de la magia, se encuentra la tierra llamada País Libre”. Pero el País Libre no es simplemente un refugio para los niños perdidos, como lo era Neverland en los relatos de Peter Pan; de hecho, su origen es bastante siniestro.
El amplio conocimiento de Neil Gaiman sobre historia antigua y su amor por los cuentos de hadas son las bases de País Libre. Con una capacidad mágica y una sensibilidad única, el escritor británico comienza con una crónica oscura de la Edad Media, asombrosamente verídica. Después de décadas de fracaso, un ominoso monje pretende explicar por qué los soldados de dios sólo han conocido la derrota durante las Cruzadas. Todos los soldados son hombres, y por lo tanto son pecadores, así que con el fin de tomar Jerusalén, era necesario enviar un ejército de combatientes puros e inocentes: un ejército de niños. Y por toda Europa, miles de niños aceptan el deber sagrado y voluntariamente se inscriben en esta cruzada final. Sin embargo, el plan del monje no tiene nada que ver con la guerra santa. Él sólo quiere vender a los niños como esclavos, y así lo hace. Más de la mitad de los niños mueren durante el viaje, y los supervivientes son vendidos a hombres depravados y crueles; son torturados, abusados, violados y asesinados. Y poco a poco, sus filas se reducen. Al final sólo quedan 13 niños, y en su desesperación, encuentran una manera de salir de la pesadilla. Tienen que sacrificar a uno de los suyos y usar la sangre en un rito pagano con el fin de abrir un portal mágico a otra dimensión, al País Libre, un lugar en el que nada puede hacer daño a los niños, ni siquiera el paso del tiempo.
El autor británico teje maravillosamente un intrincado tapiz de mitos y leyendas, al igual que lo hizo durante su etapa en “The Sandman”, sólo que esta vez combina la Cruzada de los niños con fábulas y cuentos de hadas. Gaiman también nos proporciona un retrato inquietante y fascinante del verdadero flautista de Hamelin y el destino final de los niños que secuestró. A lo largo de los siglos, varios grupos de niños han ido a parar al País Libre, pero con la llegada de los niños de Flaxdown, los recursos de este paraíso se vuelven escasos y todo el plano dimensional está al borde del colapso. Con el fin de preservar su existencia, necesitan obtener una gran cantidad de energía mística. Es por eso que deciden raptar a Maxine (hija de Animal Man y conectada a toda la fauna del planeta), Dorothy (una niña deforme con extrañas habilidades, y una de las más recientes adiciones a la Doom Patrol), Tefé (hija de la Cosa del Pantano, una entidad mitad humana, y mitad planta con amplios poderes elementales), Suzy (la hermana de Orquídea Negra, conectada a todas las plantas y flores) y, por supuesto, Tim Hunter (el hechicero más poderoso de nuestra era, como fue establecido en “Los Libros de la Magia”).
El primer capítulo está magníficamente ilustrado por Chris Bachalo, sus líneas versátiles y sus composiciones elegantes realmente son admirables; los lápices de Bachalo son hábilmente entintados por Mike Barreiro. De manera exclusiva para esta edición de lujo en tapa dura, Toby Litt, Rachel Pollack y Peter Gross proporcionan los interludios necesarios que estaban ausentes en las ediciones anteriores. Gross me sigue asombrando como artista, debido a su enorme creatividad y su habilidad para adaptar su estilo, dependiendo de lo que mejor se ajuste a la historia; sus páginas aquí son tan estupendas como lo fueron en “The Unwritten”.
El segundo capítulo está escrito parcialmente por Gaiman. Los otros colaboradores son los escritores Jamie Delano y Alisa Kwitney, y los artistas Peter Snejbjerg, Al Davison y una vez más Peter Gross. Las portadas originales están preciosamente pintadas por John Bolton, y la llamativa portada de esta nueva edición fue realizada por el talentoso Mark Buckingham. “Hace mucho tiempo, escribí la primera parte de una historia, y esperé para averiguar cómo se desarrollaría, luego trabajé con Jamie Delano y Alisa Kwitney en la conclusión. Durante años la gente me ha preguntado cómo y cuándo podían leer toda la historia de la Cruzada de los niños. Me alegra decir que ahora ha sido reestructurada y remodernizada, es algo viejo y a la vez nuevo – una joya olvidada”, explica Neil Gaiman. Y leer “Free Country: A Tale of the Children’s Crusade” ha sido sin duda una experiencia muy agradable; la espera valió la pena así hayan sido dos décadas.
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