[Crítica] Flex Mentallo: El justiciero musculoso #3 y #4, de Grant Morrison y Frank Quitely
“¿Quién necesita chicas cuando tienes cómics?”, pregunta Wally Sage mientras gasta su tiempo “dibujando a la Chica-Trueno con sus tetas saliéndose de la blusa o a Supernova masturbándose con la punta luminosa de su cetro solar”, De hecho, como adolescente, Wally no puede intuir qué tipo de objeto es él para los otros; por lo tanto, la fantasía provee una respuesta a este enigma: lo más fundamental de la fantasía es manifestar qué es él para los otros. Porque la fantasía es la que nos enseña cómo desear: la fantasía no implica que, cuando quiero un chocolate y no lo puedo comprar, fantasee con comérmelo; el problema es, más bien, ¿cómo puedo estar seguro de que lo que deseo en primer lugar es un chocolate?
Cuando Wally Sage está “cambiando de niño a adolescente”, sus fantasías sexuales no son producidas por la publicidad chauvinista ni las películas pornográficas, sus fantasías sexuales derivan de los cómics. Este rol de la fantasía se centra en el impasse de su sexualidad. Cuando Lacan escribió “no hay relación sexual” quiso decir que no hay una garantía universal de una relación sexual armoniosa con la pareja. Todos deben inventar una fantasía propia, una fórmula “privada” para la relación sexual. En un nivel básico, para algunos la fantasía puede implicar pechos prominentes, para otros un culo bien redondeado, para otros un pene de ciertas proporciones; pero a un nivel más complejo, la fantasía explora todos los aspectos del cuerpo humano (color de pelo, rasgos raciales, altura, peso) y de la mente (rasgos de personalidad, actitud, tradiciones culturales).
Así que la fantasía permea la vida de Wally. Y en vez de derramar su semilla sobre el suelo, el muchacho efectivamente derrama su semen sobre una página en blanco, añadiendo así un fuerte elemento de sexualidad en el génesis de Flex Mentallo -un personaje que literalmente proviene de las fantasías de Wally. Ahora, si la gente normal tiene fantasías sexuales normales, los súper-héroes tendrían fantasías súper-sexualizadas. Morrison abre aquí una nueva ruta -la sexualidad con súperpoderes se convirtió en anatema en los cómics hace décadas- como un heraldo para autores como Garth Ennis y su obra “The Boys”.
El escritor escocés nos muestra la guarida secreta de un grupo de héroes que viven en una orgía perpetua. Este es un lugar de “porno-poder” o “sueños fetichistas de mujeres voladoras y muchachitos híper-promiscuos”. La presencia de chiquillos menores de edad es necesaria porque ellos están imbricados en una compleja red de relaciones, son catalizadores y campos de batalla para los deseos de aquellos que están alrededor. En esta aislada ubicación, docenas de súper-héroes intentan refutar la frase de Lacan -“no hay relación sexual”- usando todos los poderes imaginables para intensificar el acto sexual y volverlo más ardiente. ¿Puede Flex Mentallo sobrevivir a la experiencia de ser sexualmente asaltado por un ejército de hombres y mujeres súper-poderosos y súper excitados?
En medio de todo esto, Morrison también se las arregla para homenajear trabajos influyentes como Watchmen (Watchmen es, después de todo, el título que forzó a la industria a ser más adulta), al presentar a un héroe desencantado en un mundo frío y gris. Al mismo tiempo, Morrison también hace referencias a súper-héroes bien conocidos y a éxitos comerciales como la “Crisis en Tierras infinitas” de Marv Wolfman y George Pérez.
Frank Quitely logra algunas de las páginas más maravillosas que he visto en años. Los diseños de los personajes y las vistas de la ciudad complementan apropiadamente la emoción cruda de los protagonistas. Frank nos transmite alegría y sufrimiento, risa y llantos, debilidad y vigor. Las páginas que incluyen las prácticas masturbatorias de Wally preservan el balance entre el erotismo y la fantasía, y son también un adecuado retrato de lo imaginario versus lo simbólico. Finalmente, los colores de Peter Doherty son vívidos u opacos cuando es necesario, pero por encima de todo se adaptan perfectamente a los trazos de Quitely.
En tiempos lejanos, los súper-héroes caminaban entre nosotros. Respetados y queridos, ellos eran nuestros protectores. No obstante, fueron eliminados de la realidad. Para impedir ser extinguidos por completo, la Legión de Legiones encuentra un modo de sobrevivir: “No es la muerte. Prepárense para ser ficticios”. Habitando las páginas de los cómics, se convierten en personajes sobre los que leemos, existen en nuestras mentes, tal vez en nuestros corazones, pero ya no están vivos como antes.
El mundo está al borde del caos, y Flex Mentallo no es ni tan fuerte ni tan rápido como para salvar al planeta entero. Mientras tanto, Wallace ‘Wally’ Sage ha descubierto que vivir o morir es su decisión. Si es que ha tomado analgésicos seguramente morirá de una sobredosis, pero si en vez de esto se ha tragado M&M’s, entonces vivirá. Y él recuerda, en lo profundo de su mente, que cuando era un niño un súper-héroe del pasado lo visitó e instaló en su memoria las almas de cientos de nobles guerreros. Para que ellos regresen a la vida, para abandonar las páginas de los cómics y reaparecer como entidades vivientes y salvar el mundo una vez más, Wally debe creer. Excepto que no puede. Es demasiado difícil: justicieros con capas y vigilantes enmascarados son infantiles, irreales, y lo adulto es dejar todo esto atrás.
¿Pero qué es todo esto? El escritor Grant Morrison estaba interesado en la hipótesis Sekhmet, una curiosa teoría que pretende explicar los movimientos culturales juveniles. Los súper-héroes son alegorías evolucionarias que fueron dirigidas a los niños, en los 50, a los adolescentes, en los 80 y a los adultos, en la actualidad. Podría haber una correlación con la hipótesis Sekhmet: los hijos de las flores de los 60 que representarían un ánimo colectivo de “debilidad amigable” (“yo no estoy bien, tú estás bien”); mientras que la cultura punk y ciertos aspectos del rap presentan un arquetipo de “debilidad hostil” (“yo no estoy bien, tú no estás bien”). A fines de los 80 y los 90, la cultura rave representaría un ánimo basado principalmente en la “fuerza amigable” (“yo estoy bien, tú estás bien”). Los cómics de súper-héroes han transitado por todas estas etapas. Y Flex Mentallo es la suma de todo. Él es la síntesis de las debilidades amigables y hostiles, y de la fuerza amigable también. Él fue creado como el héroe de un cómic para niños, después logró ingresar al mundo interno adolescente de su creador y finamente fue catapultado hacia nuestro mundo, hacia la realidad y la adultez.
Cuando Flex Mentallo enfrenta a la amenaza definitiva, Wally lo insulta y denigra el concepto del heroísmo: “Patéticas y jodidas fantasías de poder para pajeros solitarios” […] “¡Mírate! Un hombre musculoso medio desnudo en calzoncillos. ¿Qué se supone que significa eso?”. Por supuesto, Flex Mentallo permanece como un símbolo de la bondad y la amabilidad, y con una sonrisa responde: “a veces un chico sólo necesita salir de casa y conocer a algunas chicas”.
Wally había pasado incontables tardes masturbándose mirando a las heroínas de los cómics, y ahora finalmente debe confrontar su vida. Ya no es un muchachito desaliñado: “sólo un pequeño chico adolescente podría confundir el realismo con el pesimismo”. Y de pronto, la esperanza es recuperada. Y con la esperanza también llega un ilimitado ejército de súper-héroes, listos para salvar el mundo y proteger la humanidad. Wally había estado viviendo en lo que él consideraba la vida real, la vida adulta; había intentado cumplir con las demandas de la sociedad. Pero todo fue un sueño. Y, en las palabras de Lacan “si la función del sueño es prolongar el dormir, si el sueño, después de todo, puede estar tan cerca a la realidad que la causa, ¿no podemos decir que puede corresponder a esta realidad sin emerger del dormir?”.
Morrison ha creado una canción de amor al género de los súper-héroes auténticamente conmovedora, aceptando la belleza del arquetipo heroico, abrazando el absurdo inherente en un mundo poblado por súper-héroes con capas y por encima de todo demostrando que la realidad no es nada más que una fantasía compartida. ¿Qué es la fantasía en lo más elemental? La paradoja ontológica -el escándalo incluso- de la fantasía reside en el hecho de que subvierte la oposición estándar de “subjetivo” y “objetivo”, tal como hace Morrison en las primeras páginas, lo real, lo imaginario y lo simbólico se vuelven intercambiables. El mundo real se convierte en el mundo de los súper-héroes, el pasado de Wally Sage se convierte en el presente, el héroe ridículo a quien nadie toma en serio es la última esperanza de la humanidad.
Finalmente, Frank Quitely confirma por qué es uno de los mejores artistas de la industria. A menudo, he elogiado el trabajo de artistas híper-realistas como John Cassaday, Barry Windsor-Smith, Michael Zulli, Stephen Bissette, Alex Ross o Phil Jimenez, pero me gustaría aclarar que Quitely tiene lo mejor de dos mundos: realismo en los detalles (cada edificio, cada persona, cada textura es dibujada con una paciencia exquisita), pero también un cierto enfoque caricaturesco que confiere a sus ilustraciones un tono vívido e intenso. Estas son imágenes en movimiento, vivas, casi listas para saltar de la página, tal como hizo Flex Mentallo alguna vez, para su mala suerte.
La miniserie de cuatro números ha sido finalmente recopilada en un tomo de tapa dura titulado “Flex Mentallo: Man of Muscle Mystery”. Es simplemente el mejor cómic que he leído en el 2012. Una obra maestra. La recomiendo.
Crítica de Flex Mentallo: El justiciero musculoso #1, de Grant Morrison y Frank Quitely
Crítica de Flex Mentallo: El justiciero musculoso #2, de Grant Morrison y Frank Quitely