[Crítica] Flex Mentallo: El justiciero musculoso #1, de Grant Morrison y Frank Quitely
Porque ya no podemos creer en dioses antiguos, porque ya no podemos tener fe en mitos y leyendas, porque ya no podemos aceptar que otras realidades podrían existir. Por todo esto, los cómics de súper-héroes han persistido por más de medio siglo: ¿cómo podríamos definir la quintaesencia del súper-héroe? ¿Como la encarnación viviente de un dios, ya sea viejo (Thor) o nuevo (Superman)? ¿Cómo la representación de relatos míticos e historias pergeñadas hace siglos por civilizaciones que buscaban darle sentido al mundo? ¿O como figuras arquetípicas que redefinen el mundo tal como lo conocemos (o incluso la galaxia)?
Los súper-héroes nos han acompañado por varias generaciones, no obstante, raramente intentamos explicar cuál es su atractivo. ¿Por qué están tan profundamente enraizados en la cultura popular? ¿Por qué hace décadas millones de niños solían leer las electrizantes hazañas de Superman o Captain Marvel y ahora apenas unos cuantos miles de adultos las siguen coleccionando? ¿Qué ha cambiado en el mundo y cómo hemos cambiado nosotros como lectores de cómics?
Flex Mentallo es un súper-héroe peculiar, se encuentre entre dos mundos. Es un ejemplo de la fantasía juvenil y es también un vínculo entre los cómics infantiloides y la novela gráfica adulta. Él es, de hecho, la creación de un niño prepubescente llamado Wally Sage; Flex Mentallo no llegó a la tierra en una nave espacial, como Superman, existió primero como un dibujo, tinta sobre papel, y luego gracias a los poderes psíquicos de Wally él se vuelve de carne y hueso. Su origen es la ficción y por eso ve nuestro mundo como lo que realmente es: una realidad que oscila entre lo imaginario y lo simbólico.



Lo ‘real’ -una categoría establecida por Jacques Lacan- escapa a lo simbólico. Lo real no puede ser hablado ni escrito; si no puede ser reducido a un significado, entonces no puede ofrecerse a sí mismo ni como la representación unívoca de lo imaginario ni como la simbolización. Aunque hay un juego constante aquí, una suerte de provocación, cuando Flex Mentallo actúa en nuestro mundo. Él es la encarnación del típico súper-héroe musculoso de los 40 o los 50. Con poderosos bíceps y un taparrabos, va por ahí deshaciendo entuertos. Pero ¿nos lo podemos tomar en serio? A veces él es como una parodia de los aventureros clásicos y otras es como un individuo ligeramente desubicado, un hombre que no pertenece realmente al mundo frío y gris en el que vivimos.
Las primeras páginas de Flex Mentallo # 1 (junio de 1996) son la clave: Todo empieza con un hombrecillo y una bomba; luego una explosión, la oscuridad infinita del espacio es agujereada por luces; se crean las estrellas y las galaxias, y luego vemos la vía láctea desde muy lejos, hasta que es apenas un punto blanco diminuto, y luego, en la siguiente página, la imagen cambia, y vemos las manchas y las imperfecciones de un huevo, y a un hombre friendo huevos. Lo imaginario y lo simbólico se combinan cuando vemos a Flex Mentallo, completamente fuera de lugar en un pequeño cafetín, con su pecho velludo y sus piernas hirsutas, sonriendo como Dick Tracy o Flash Gordon, mientras todos a su alrededor lo miran con desdén, burla o incertidumbre.
En las primeras diez páginas vemos a un insecto minúsculo volando en el fondo, con minucias deliciosamente astutas como esta, el artista Frank Quitely crea un nexo directo entre Flex Mentallo y su creador, Wally Sage, que ahora es un alcohólico con tendencias suicidas.
Cada vez que Flex Mentallo flexiona sus grandes músculos, sus poderes se activan. Así es como intenta impedir que una bomba explote (la misma que vimos en la primera página). Y descubre que alguien ha estado plantando en lugares públicos bombas que nunca explotan, es casi como una provocación, como si alguien quisiera demostrar que se puede hacer. Desde luego, un coloso semi-desnudo es ya bastante ridículo, pero verlo flexionando sus músculos para activar sus poderes es simplemente hilarante.
Flex Mentallo recuerda su pasado como súper-héroe, recuerda épocas más simples y más felices, recuerda villanos como Origami, el hombre que se doblaba, o la Pandilla del Número de la Suerte. Pero eso era antes y esto es ahora. El mundo ha cambiado. La desesperanza y el pesimismo aumentan, la gente se obsesiona con el fin del milenio y el inevitable apocalipsis. Mientras tanto, luego de consumir vodka, ácido y analgésicos, Wally Sage llama a un desconocido samaritano y trata de sintetizar la historia de su vida y su inacabable amor por los cómics. ¿Será capaz de hacerlo antes de morir de una sobredosis? Cuando Flex Mentallo visita “Chicos”, la escuela de jóvenes aliados encuentra aún más evidencia sobre la decadencia y la corrupción del mundo de hoy. Un grupo de niños que entrenan para convertirse en la próxima generación de jóvenes aliados repentinamente pierden a los héroes que admiraban, y ahora son “tribus nómades de aliados adolescentes, armados hasta los dientes y entrenados para matar. Chicos bestiales y atrevidos atletas jóvenes. Chicos mercurios súper-veloces en apretados trajes de cromo […]“.
Frank Quitely ha ganado el Eisner (el Oscar de la industria del cómic estadounidense) y muchos otros premios. Él es uno de los artistas contemporáneos más talentosos. Pero hace 16 años no era ni tan famoso ni tan laureado como ahora. Y sin embargo, algunas de sus páginas tienen el mejor arte que he visto en mi vida. Frank aprovecha el cómic como medio visual y acepta sin remilgos toda la candidez y el colorido de las extravagancias heroicas de la Edad de Plata. Es juguetón y lúdico, y tiene todos los elementos que hicieron de Hergé (Tintin) y Uderzo y Goscninny (Astérix & Obélix) autores inmortales. Movimiento, dinamismo, paneles creativos, ángulos inteligentes, y por encima de todo, Quitely tiene la insaciable necesidad de dibujar incluso el detalle más insignificante. El resultado es muy sofisticado e inolvidable.