Ficcionario, de Horacio Altuna

Portada Ficcionario - Horacio AltunaEl sexo y la represión a menudo forman parte de una misma ecuación. Ya lo decía Freud hace casi un siglo: el origen de la neurosis es la represión sexual. Nosotros, como sociedad, cargamos con un fuerte legado represivo. En 1983, el autor argentino Horacio Altuna decidió hurgar a conciencia en esta aparente dicotomía: la sensualidad desbordada y el control riguroso, la voluntad de goce y la férrea imposición de la ley. Altuna, entonces, plantea un futuro alternativo que, pese a extravagancia, es absolutamente verosímil; un futuro en el que “hay ciudadanos de primera y de segunda, donde el estado es quien todo lo controla y donde sobrevivir es el pan de cada día”.

El protagonista de “Ficcionario” es Beto Benedetti, un inmigrante que vive y trabaja en una de las áreas de segunda categoría de City, ciudad anónima que representa muy bien el concepto de significante vacío: al ser una ciudad desprovista de nombre propio es la ciudad en la que vivo yo, la ciudad en la que vives tú, cualquier ciudad del mundo, o todas ellas juntas a la vez.

Altuna divide esta novela gráfica en 8 capítulos. En el primero, titulado “Fiel y sumiso”, Beto Benedetti experimenta en carne propia la impotencia de no poder presentar cargos luego de haber sido perjudicado por un ciudadano de primera clase. La frustración, la rabia, pero también el deseo de justicia, motivan al protagonista a buscar una solución alternativa. Es así como ingresa temporalmente al lado próspero de City y el contraste es brutal. Gracias a las espectaculares ilustraciones, para nosotros es fácil apreciar las diferencias entre ambos sectores de la metrópolis.

Página tras página, Altuna nos proporciona un verdadero festín visual, creando viñetas ricas en movimiento y en detalles que revelan la verdadera dinámica de esta urbe; en las primeras páginas, el artista argentino plasma de manera brillante la sordidez, la inmundicia y la pobreza extrema de los ciudadanos de segunda clase. La miseria es evidente en las viñetas en las que la gente se abalanza sobre un hombre recién atropellado para robarle la ropa y hasta los zapatos. En los tugurios, reina la prostitución, y es común encontrar espectáculos de sexo en vivo: a cambio de algunos centavos, las parejas follan a vista y paciencia de los transeúntes. El sexo callejero será un leitmotiv visual frecuente y recurrente en todos los capítulos.

En “El inmortal”, Benedetti conoce a un hombre muy especial. Este sujeto, apodado el Inmortal, es propiedad de una empresa que experimenta con su cuerpo, proporcionándole en el proceso longevidad y una salud perfecta; su vida es monitoreada y analizada por científicos las 24 horas del día. Sin embargo, harto de este cautiverio, el Inmortal escapa y elige como cómplice a Benedetti. Ambos recorren la ciudad, y en el diálogo se transluce la sensibilidad política del autor, quien seguramente todavía tenía muy frescos los recuerdos de la dictadura militar en Argentina. ¿Qué es mejor? ¿Vivir lujosamente aunque esclavizado o ser libre y sobrevivir en la más absoluta miseria? Para el Inmortal, la libertad es lo único que importa, pero para Benedetti, intercambiar la agobiante pobreza por un poco de comodidad y lujos es realmente tentador.

Altuna una vez más se luce con páginas vibrantes, de alto contenido erótico, y de aún más alto valor estético. Hay pasión en las secuencias en el prostíbulo, pero también hay paz y una intimidad honda en la escena final, cuando el Inmortal se sumerge en el mar por primera vez en su vida. Pero el tiempo se le acaba, sus minutos de libertad están por terminar. Por eso, también hay algo de melancolía en las páginas finales. Altuna, en todo momento, capta a la perfección toda esta gama de sentimientos.

“Love Story”, como el propio título anuncia, se trata de una historia de amor. Aunque, claro está, es una historia de amor más ligada a la catástrofe que al optimismo. Las autoridades advierten a la población de un inminente ataque nuclear. Todos huyen despavoridos en dirección a los refugios, pero sólo unos pocos cuentan con las tarjetas de autorización para poder entrar a estos recintos protegidos. Benedetti ayuda a un amigo suyo a encontrar a la chica de la que está enamorado; en el proceso, ambos son testigos de las locuras que hace la gente al saber que no serán admitidos en los refugios.

Hay destrucción, vandalismo, violaciones, suicidios, asesinatos, masacres, robos de último minuto y orgías de último segundo. Todas estas imágenes son retratadas por Altuna con una gran maestría y un dominio envidiable de la plumilla y la tinta china. Hace falta mirar con atención cada viñeta, para no perderse ni una sola de las imágenes irónicas, crueles y absolutamente delirantes que el artista argentino reparte pródigamente. Finalmente, las autoridades aclaran que se trató de una falsa alarma. Pero las consecuencias son evidentes: hay miles de muertos y heridos regados por doquier. Benedetti, con la introspección que lo caracteriza, afirma lo siguiente: “con un par de alarmas como esta no tendrán necesidad de tirar ninguna bomba”. Tiene razón.

“El cerco” narra minuciosamente los pormenores de la vida cotidiana para un ciudadano de segunda clase como Benedetti: los rigurosos controles a los que es sometido, los abusos por parte de las fuerzas del orden, las revisiones sistemáticas en su propia casa, en busca de “material clandestino” (o libros prohibidos, que al final es lo mismo). El escrutinio abarca incluso la vida sexual de Benedetti. De hecho, gracias a la biocomputadora que el estado asigna a todos los ciudadanos, hay un registro de las actividades más íntimas del protagonista. Todo es contabilizado, hasta el último orgasmo.

En “El muerto”, uno de los compañeros obreros de Benedetti es declarado como “fallecido” por el sistema informático de City. Aunque este hombre todavía está con vida, en cuestión de días pierde todo lo que lo identificaba: sus documentos, su departamento, su puesto de trabajo. Aunque Benedetti hace lo posible para ayudarlo, al final la batalla contra el sistema es imposible. Esta es quizás una de las historias más duras, y el final es tremendamente impactante y conmovedor.

Finalmente, en “Ida y vuelta” vemos qué es lo que les pasa a los ciudadanos de segunda clase cuando llegan a una cierta edad. Sin recursos, sin vivienda fija, son forzados a ir de una vivienda temporal a otra. El estado, obviamente, lo único que tiene que hacer es esperar con paciencia a que estas personas mueran. Pero en el caso de Sebastián, un inofensivo anciano, los resultados serán otros. Al principio Sebastián es acogido a regañadientes por Benedetti, quien apenas tiene espacio para él mismo en su minúsculo departamento. “Si no sirvo para consumir, no sirvo para nada”, sentencia el viejo. Y nadie puede refutar esa frase. Así que Sebastián decide acelerar su muerte en una de las empresas de eutanasia que abundan en City.

“Ficcionario” es una extraordinaria novela gráfica que conjuga un guión audaz y genuinamente original, con un arte magnífico. Es la primera vez que leo algo no solamente dibujado sino también escrito por Horacio Altuna, y he quedado encantado. Será motivo para rastrear más obras suyas. Además, siempre es importante, así sea solamente en la ficción, contestar las preguntas que formula el autor argentino.

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