Ferals # 1, de David Lapham y German Nobile

Portada Ferals 1 USALas buenas historias de hombres lobo son escasas. Ni siquiera intentaré encontrar alguna en cómics, basta decir que en el cine, por ejemplo, no es tan difícil hallar producciones interesantes sobre Dracula u otros monstruos clásicos. Puedo pensar en varias obras extraordinarias sobre vampiros, como “Låt den rätte komma in” (“Let the Right One In”) de Tomas Alfredson.

No obstante, en años recientes las películas o cómics sobre licántropos son poco habituales y usualmente decepcionantes. Me complace ver que David Lapham ha creado una sólida narrativa que lleva al hombre lobo a un aislado y pacífico pueblo.

Cuando aparece el cuerpo de un hombre salvajemente mutilado, las teorías abundan. Para algunos, sólo un oso o un león montañés podría ser responsable de semejante carnicería, sin embargo, el oficial Dale se pregunta “¿Qué clase de animal metería el pene de un hombre en su garganta?”. Nadie puede explicar esta muerte y no hay sospechosos.

Así que cuando Dale se emborracha y se acerca una misteriosa aunque seductora noruega, llega el momento de lo ominoso. Mientras si dirigen al baño para tener sexo, la mujer exige ser golpeada, ella demanda violencia. ¿Cuál es la esencia del sadomasoquismo? Para algunos, la quintaesencia del placer sádico deriva de las afirmaciones filosóficas del Marqués de Sade. Pero para otros el masoquista es aquel que adopta una posición particular en la estructura sexual (el sadomasoquismo y el sexo, después de todo, son indesligables y esto explica por qué la escena de sexo entre Dale y la mujer es indispensable). El sujeto masoquista se convierte en instrumento de la voluntad de goce del Otro.

Un hombre lobo podría ser visto fácilmente como una manifestación de la otredad que tenemos en nuestro interior. El salvajismo, la bestialidad, la ira sin control… Hay, no obstante, un goce presente en la conducta del hombre -o mujer- que se transforma en animal. Un innegable goce que explica por qué el hombre lobo parece ensañarse en los órganos sexuales con especial ferocidad. La sugerente perversidad creada por la imaginación salvaje de Lapham ubica con éxito al monstruo clásico del cine a blanco y negro dentro de la colorida aunque desolada realidad del mundo actual.

Sin importar quién sea el hombre lobo, se trata claramente de un ser perverso. El perverso es la persona en quien la estructura de la pulsión está más claramente revelada, y también la persona que intenta llevar el principio del placer hasta el límite y más allá “aquel que va tan lejos como puede en el camino de la jouissance” (Lacan).

Este es un primer ejemplar muy prometedor pero, por supuesto, no sería lo mismo si no fuese por las maravillosas páginas de Gabriel Andrade. Gabriel le proporciona al lector un claro enfoque secuencial mientras retiene todos los detalles que necesitamos ver. Por ejemplo, los cuerpos salvajemente destripados se ven en su integridad, mientras que las escenas de sexo son eróticas sin ser demasiado explícitas gráficamente. Avatar Press, nuevamente, ha creado una serie que ningún fan del terror puede perderse. Están advertidos.

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