[Crítica] Enigma, de Peter Milligan y Duncan Fegredo
“Esta noche, Michael le hará el amor a su enamorada, Sandra. Lo sabe porque hoy día es jueves […] él se baña y caga una vez al día, y le hace el amor a Sandra una vez a la semana”.
Se han escrito muchas fábulas sobre el amor, y la conclusión a la que podemos llegar es que el enemigo más grande del romance no es el odio, ni los celos, ni la inseguridad, ni la edad, lo único que puede destruir lenta pero seguramente el amor es la rutina, este hábito pernicioso de hacer exactamente lo mismo, exactamente de la misma manera, por años y décadas.
Al inicio de esta miniserie, es evidente que la relación de Michael Smith está inmersa en la rutina. Y en consecuencia vive una vida sin significado, desprovista de emoción y entusiasmo. Y ni siquiera se da cuenta de lo que sucede.
Hasta que una serie de inexplicables muertes ocurren en su pueblo, Pacific City. Repentinamente, los muertos le recuerdan que, a pesar de todo, él todavía está respirando. El siniestro homicida responde al nombre de La Cabeza, y antes que la policía pueda averiguar su identidad o paradero, un vigilante enmascarado entra en escena, derrotando velozmente al malhechor.
Michael, no obstante, es herido durante la escaramuza y termina en el hospital. Está en coma y a punto de ser desconectado de las máquinas de soporte de vida. Los doctores creen que después de todo los daños cerebrales que ha sufrido, no sobrevivirá más que algunas horas, y Sandra, su enamorada, accede a dejarlo ir al amanecer. Pero el misterioso héroe enmascarado se las arregla para revivirlo. Cuando Michael despierta, los doctores y enfermeras quedan anonadados, y él decide que debe deducir quién es esta enigmática figura. “¿Qué sentido tiene la vida si no es entusiasmarse por algo?”, se pregunta.
El héroe, de hecho, es nada más y nada menos que Enigma, un personaje sumamente familiar para Michael Smith. Después de todo, Enigma fue su súper héroe favorito de niño. ¿Pero cómo puede existir un súper héroe de los cómics en el mundo real? Para responder esta pregunta, rastrea a Titus, el creador del cómic de Enigma, un escritor mediocre que se ha acostumbrado al estupor producido por las drogas baratas y el alcohol.
Titus no puede proporcionarle una respuesta, y es que estos cómics fueron escritos bajo la influencia de sustancias psicodélicas. Aún así, él reconoce algo sobre sus creaciones literarias: “Debería haberlos hecho hermosos a todos, encantadores chicos de veintitantos años, con cuerpos como el David de Miguel Ángel. Entonces no me molestaría que regresaran a acosarme”. Después de esta confesión, toca la pierna del protagonista, no como un gesto de amistad sino como una insinuación sexual, y Michael reacciona violentamente propinándole a Titus un puñetazo en la cara.
Después de un primer encuentro un tanto beligerante, Michael y Titus forman una incómoda alianza. Juntos, identificarán a otro letal enemigo de Enigma: La Verdad. Porque, ¿qué puede ser más peligroso para un enigma que la verdad? Aquí, sin embargo, La Verdad es una criatura de poderes extraños que obliga a la gente a confrontar sus verdades personales, eliminando todas las mentiras y engaños protectores. El resultado: algunos enloquecen, otros se suicidan. La verdad duele, dice un viejo adagio, pero en este caso duele literalmente… y aniquila a hombres y mujeres.
Enigma y La Verdad luchan entre sí, pero sus fuerzas están igualadas; esto cambia con la imprevista participación de Michael en la riña. Es entonces, y sólo entonces, que Enigma derrota a su adversario, pero no sin antes despertar inusuales sentimientos en la mente de Michael. El protagonista, arrodillándose frente al héroe enmascarado, es cautivado por el movimiento de la mano del hombre: “su mano se mueve lentamente… y Michael recuerda la primera vez que estuvo desnudo frente a una chica desconocida… porque es así como se siente ahora”.
Los Enigmas son sinónimos de misterio y de la necesidad por el secreto. Es lógico, por ende, que Michael se resista a revelar una verdad oculta. Michel Foucault escribió en “La historia de la sexualidad” que en el mundo de hoy uno experimenta una compulsión a revelar su sexualidad para confirmar su existencia en nuestra sociedad. De acuerdo con Foucault estamos en “una sociedad extraordinariamente confesante. La confesión ha propagado sus efectos por doquier: en el sistema judicial, en la medicina, en la pedagogía […] los crímenes son confesados, los pecados son confesados, los pensamientos y deseos con confesados, el pasado y los sueños son confesados”. La necesidad de confesar es tan grande que cuando La Verdad confronta a Michael, él entiende que ya no puede seguir enterrando sus deseos.
Obviamente, los personajes de un cómic no pueden irrumpir en el mundo real, y la aparición de la Liga del Interior, un grupo de villanos, demuestra que algo anormal está por ocurrir. De hecho, la Liga Interior desordena los muebles de casas elegidas al azar, y a causa de este desorden se producen estallidos de violencia entre los residentes de dichos hogares, que culminan en asesinatos perpetrados por miembros ‘normales’ de las familias… Nuevamente, la obsesión de la gente por la rutina (el orden perfecto, los sofás y mesas bien arreglados) son un caso especial de insania. Como siempre, la policía no tiene pistas, pero Michael es inspirado por un sueño bastante erótico: “Michael está mojado. Las sábanas están calientes y pegajosas, y se pegan a sus piernas. No ha hecho algo como esto desde que era un muchacho”. En su sueño, descubre que la Chica Sobre, un extravagante personaje de los cómics, podría tener la respuesta que tanto anhela.
Para entender la verdad sobre el pasado de Enigma, Michael descubre oscuros y olvidados secretos; y, cuando los dos hombres empiezan a hablar, es obvio que el momento de la esperada confesión ha llegado: “Sí, excitado. Pero un poco asqueados por mi excitación. Quiero decir, ¡yo no era gay! ¿Qué estaba haciendo? Así que me acuesto en la cama, queriendo dormir, queriendo el olvido. Intenté algo que solía hacer cuando era un chiquillo y no podía dormir. Me masturbé. Mientras lo hacía, intenté pensar en mujeres […] pero las mujeres seguían desvaneciéndose”, admite Michael con renuencia. ¿Por qué es tan difícil para él aceptar que las mujeres no lo excitan ni lo seducen? “Salir del closet” como concepto no existía hace un siglo, pero este proceso de admitir la homosexualidad puede interpretarse como una expresión de la urgencia por confesar.
El psicoanálisis, por ejemplo, representa la forma científica, moderna, de la confesión. Foucault ve al psicoanálisis como una legitimación de la confesión sexual. Allí, todo es explicado en términos de sexualidad reprimida y el psicoanalista se convierte en el intérprete único. La sexualidad ya no es algo que la gente oculte, porque es algo que permanece oculto para ellos mismos, y por ello se revive la minuciosa y teológica confesión. La homosexualidad de Michael había permanecido oculta para él, y es solamente ahora, cuando comparte esta información con Enigma, que puede darle forma apropiadamente a sus sentimientos y hacerlos suyos finalmente.
No obstante, Michael es incapaz de predecir lo que sucederá entre él y Enigma: “son dos criaturas que han expulsado la biología del sexo. Estos son dos hombre re-dibujando los mapas de sí mismos”. ¿La reproducción es la única cualidad redentora del sexo? Ciertamente no, el coito es necesario para la procreación, pero eso no significa que la sexualidad, condensando todo el comportamiento erótico, sea una categoría natural o necesaria. La sexualidad es más que el comportamiento sexual. La mayor parte de su significado yace en sus connotaciones culturales. Esto es especialmente cierto en el caso de un ser excepcional como Enigma, cuyos poderes e intelecto superior lo obligan a rebasar todos los límites sociales.
Michael, sin embargo, es un producto de la sociedad tal como es. Siempre ha seguido los dictados del orden simbólico: va a un trabajo que no le gusta, tiene una enamorada a la que no ama, y hace todo lo que hace, no porque quiere sino porque nuestro mundo civilizado así se lo pide. Para Foucault, la sexualidad es una cuestión de construcciones sociales, categorías que sólo existen un una sociedad, y que raramente son aplicables a otras sociedades. Por lo tanto, no podemos hablar de ‘homosexualidad’ en, por ejemplo, la antigua Grecia. Lo que ahora llamamos homosexualidad no puede existir fuera de nuestro contexto cultural específico.
Enigma le explica a Michael que había encontrado su vieja colección de cómics. De hecho, Enigma había “sentido el sudor de la devoción en los dedos del pequeño niño, que habían acariciado estas páginas”. Enigma necesitaba un ancla emocional que sólo podría existir en alguien tan devoto a la ficción como Michael, y para ganar acceso a ese mundo interior, Enigma había usado la máscara y el traje de este particular héroe de la infancia.
El último capítulo de la innovadora miniserie de Peter Milligan se titula “Queer” (sinónimo de marica). Y por eso me he referido a “La historia de la sexualidad” de Foucault, un libro pionero en la teoría queer. Pero si hay una conclusión válida en “Enigma” es que el problema nunca es el sexo, sino las demandas de la sociedad, y las construcciones culturales que jamás nos atrevemos a cuestionar.
Peter Milligan escribió “Enigma” hace casi dos décadas, pero sigue siendo tan poderoso e intenso, o más, que en los años 90. Me gustaría, eso sí, darle a los lectores una advertencia: “Enigma” no es un cómic típico, está plagado de surrealismo, teorías existencialistas, teatro de lo absurdo y muchas otras referencias a movimientos culturales vanguardistas del siglo XX. El arte de Duncan Fegredo, fiel a las intenciones del escritor, es rápidamente bosquejado y un tanto tosco en los primeros dos o tres números, sin embargo, conforme la historia progresa, se convierte en algo claro y bien definido, con una cualidad impecable que capturará la atención del lector. No olvidemos la agradable paleta de colores de Sherilyn Van Valkenburgh. Finalmente, Enigma no existiría si no fuese por la labor de dos fantásticos editores: Art Young y Tim Pilcher (quien, por cierto, también trabajó en un título que ya he reseñado: “Sebastian O”).
El verdadero enigma, al final, es una pregunta del escritor británico que podría ser expresada así “¿por qué seguimos ciegamente las instrucciones de esta estructura invisible a la que llamamos mundo?”. No hay respuestas, por supuesto, y tal vez por eso las páginas finales son un final abierto. Porque, después de todo, ¿cómo resolver el más grande enigma de la vida?