El Incal, de Jodorowsky y Moebius
Desearía ser un políglota. Desearía poder leer a Dostoyevsky en ruso, a Goethe en alemán, a Proust en francés o a Dante en italiano. Pero, tristemente, eso no es posible. Lo que tengo es el inglés y el español. Eso significa que la mayoría de novelas y cómics que leo están o en español o en inglés. No confío en los traductores “traduttore, traitore” afirma un viejo refrán italiano. Y es por eso que, cuando no puedo leer algo en su idioma original, simplemente evito leerlo (hago excepciones, por supuesto, y por eso leí “Crimen y castigo” pero no “En busca del tiempo perdido”). Hoy día, sin embargo, deseo hacer una excepción a esta regla tácita.
“El Incal” fue originalmente publicada en francés, pero tiendo a confiar en la traducción española, especialmente porque la lengua materna de Jodorowsky es el castellano. Pero incluso si ese no fuera el caso, hay méritos más que suficientes en estas novelas gráficas para hablar sobre ellas.
A inicios de los 80, Jodorowsky creó el universo del Incal. En una bien conectada serie de novelas gráficas, describió un artefacto místico que otorgaría a sus usuarios habilidades y conocimientos de naturaleza divina. Todo empieza con John DiFool, un detective mediocre, un borracho, un perdedor que tiene como única meta en la vida ir de juerga a los establecimientos de homeoputas. Pero un día, un alienígena moribundo le da el Incal, una pequeña pirámide de cristal de poder infinito.
Pronto, la transformación empieza. El Incal cambia a John, e incluso a Deepo, su mascota, una urbana “gaviota de concreto”. Y de hecho esta es una ciudad bastante peculiar. Está diseñada como un pozo, y en el fondo hay un lago de ácido. Sobre la ciudad, flota una gigantesca ciudadela. Dentro de sus muros, el clon-presidente reina supremo en un paraíso de hedonismo y depravación sexual.
Pronto, el clon-presidente decide capturar a John DiFool, conciente de que el poder del Incal podría destruir toda la jerarquía. Pero al mismo tiempo, los bergs, una raza alienígena, están detrás de John. Y también lo están los tecnopadres de la Iglesia de los Santos Industriales. Y también lo está Tanatha, líder del Amok, un grupo rebelde que intenta destruir el palacio flotante del presidente y a todos los nobles que residen allí.
El Incal es una travesía de pura aventura, con acción sin diluir y emociones fuertes desde el principio. La segunda página nos muestra a John DiFool cayendo al abismo, a cientos de niveles del lago de ácido. Esta segunda página es, me atrevería a decir, una de las páginas más influyentes del noveno arte. El artista Moebius (Jean Giraud), pinta un mundo entero en una sola viñeta dramática. Vemos los cientos de niveles que están encima y debajo de John DiFool, con un dominio completo de la perspectiva y los detalles, Moebius logra algo que es imposible para muchos artistas: hacer que lo fantástico parezca real mientras que añade un extraordinario nivel de tensión dramática a la escena.
Seguramente, la historia de Jodorowsky no habría sido la misma sin un maestro como Moebius. Considerado, y justamente, como uno de los mejores artistas europeos, y superior a la mayoría de dibujantes de Estados Unidos, Moebius le entrega un sentido de humanidad e imaginación a un relato que aborda aspectos religiosos en un escenario de ciencia ficción.
La aventura nunca se detiene, y John DiFool escapa de un perseguidor sólo para caer en las garras de otro. Y las cosas se complican aun más. El Metabarón captura a John DiFool, pero él ha perdido el Incal a manos de Animah. A causa de las circunstancias, Tanatha y Cabeza de Lobo se ven obligados a trabajar junto con John DiFool, Deepo, el Metabarón y su hijo adoptivo Soluna (el futuro mesías andrógino) y Animah. Juntos, los siete logran reconectar el Incal Luz y el Incal Negro. Y cuando lo hacen, todo cambia. Las repercusiones van más allá del mundo o del sistema solar, y descubren que una amenaza cósmica podría causar la destrucción de la galaxia.
No tengo intenciones de narrar cientos de páginas de metáforas teológicas y guerras cósmicas. Todo esto se desarrolla en seis novelas gráficas (que pueden encontrar en muchos idiomas así que no hace falta ser políglota para leerlas): “El Incal Negro” (1981), “El Incal Luz” (1982), “Lo que está abajo” (1984), “Lo que está arriba” (1985), “La Quinta Esencia I: La galaxia que sueña” (1988), “La Quinta Esencia II: Planeta DiFool” (1989). Después de 300 páginas de “El Incal” me dio la impresión que Jodorowsky necesitaba más espacio para explotar ciertas ideas e hilos argumentales. Es curioso observar cómo la pauta norteamericana consiste en producir arcos argumentales de seis números, y a veces los escritores no tienen ideas pero aún así escriben extensos arcos. Estos cómics son a menudo un desperdicio de páginas, un ejemplo de extensión desprovista de contenido significativo. “El Incal”, no obstante, se centra en el contenido mas no en la extensión, sin duda, puede parecer una historia larga pero no es suficiente. Apenas raspa la superficie de un universo que Jodorowsky ha estado explotando por más de tres décadas.
Finalmente, me gustaría señalar la fuerza visual de Moebius. Sin el enorme talento de este artista francés el Incal no habría existido. O habría existido de una manera mucho menos impresionante. Deberíamos agradecer a la imaginación incomparable de Moebius, su sofisticado sentido de diseño y su creatividad única. Este es un artista que ha inspirado no sólo a su público sino también a muchos otros artistas. Su influencia puede encontrarse en Europa, en los Estados Unidos e incluso en Japón. Todos deberían darle una mirada a las páginas de “El Incal”, son una joya gráfica; son un verdadero tesoro.
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