Dublinés de Alfonso Zapico, Premio Nacional del Cómic 2012
Más que merecido Premio Nacional de Cómic 2012 para Alfonso Zapico (@AlfonsoZapico) por Dublinés. En numerosas ocasiones hemos elogiado la obra de Zapico en La Línea Clara (valgan los ejemplos de los posts sobre Dublinés – el cual reproducimos un poco más abajo-, su imprescindible making off la Ruta Joyce, Café Budapest o el propio Alfonso Zapico). Es un autor cuya obra lo sitúa entre los historietistas claves del actual cómic europeo. Una fuerte felicitación desde aquí.
Dublinés, de Alfonso Zapico
Zapico, uno de los dibujantes españoles más dotados de su generación (y seguramente de muchas anteriores), se despacha con una gran obra grande, Dublinés, la biografía de James Joyce. Se trata de una novela gráfica ambiciosa, bien dibujada y llevada firmemente de la mano de un guión sólido. No se la pierdan.
Con Alfonso Zapico no ve voy a andar con medias tintas: soy un fan suyo y cualquier intento de objetividad está destinado al fracaso. Se trata de un autor que apunta directamente a distintas de mis debilidades personales. La primera, su querencia por la historia. Sus tres álbumes publicados hasta la fecha están enmarcados en épocas de marcada trascendencia. En particular, Dublinés circula por las dos últimas décadas del XIX y algo menos que la primera mitad del XX, época que se puede considerar como clave para entender lo que el siglo XX será. Es un periodo apasionante, triste, emocionante, rupturista, revolucionario. En este sentido, el experimentalismo de la obra de Joyce es un excelente reflejo de la época (y en lo literario algo más, seguramente un destello seminal de lo que vendrá).
Una segunda de mis debilidades, a veces expresada en este blog, son las ciudades. Lo urbano me interesa, me apasiona, me interroga. Lógicamente, un comic book que discurre por Dublín, Trieste, Roma, Zurich y París, fundamentalmente, realizado con el dibujo preciso y expresivo a un tiempo de Zapico es un regalo para los sentidos.
Tercera obsesión, las biografías. Pocas cosas me han deparado mayores alegrías que el despertar del género biográfico en el mundo del comic. Lector contumaz de biografías convencionales (ya que estoy limitado a vivir una sola vida, la mía propia, al menos me doy la satisfacción que picotear en las de muchos otros), estoy disfrutando enormemente con obras como esta enorme biografía de James Joyce. Me congratulo de ver que nuestros autores nacionales se sitúan en la estela (o quizás en la proa, más bien) de obras como la también reciente de Bertrand Russell (el impresionante Logicomix del equipo Doxiadis, Papadimitrou, Papadatos y Di Donna al que volveremos pronto).
Cuarta debilidad, la sensibilidad. ¡Cuidado, que entramos en terreno pantanoso! De entrada vale la pena mencionar que no tengo el gusto de conocer a Alfonso Zapico más que por sus obras. Por ello, lo que ahora sigue es una inferencia absolutamente personal que seguramente está errada a todos los niveles. Vaya por delante mis disculpas a Zapico y a los lectores. Pues bien, hecho este disclaimer, cuando leo las novelas gráficas de Alfonso Zapico siento que late, y no en la profundidad sino en la epidermis, una profunda empatía por lo humano. Esta sensibilidad me parece claramente presente en el trato que el dibujante otorga a James Joyce.
Difícil no enternecerse ante un genio que lucha contra prácticamente todo y todos, incluyendo a sí mismo y sus debilidades en primer lugar, para emerger dificultosamente. Una vida trágica y apasionante, que cumple sobradamente con el precio de amargura y resquemor que la genialidad comporta. Rilke, en Cartas a Un Joven Poeta, ante la pregunta sobre si un potencial autor debe escribir, responde: “excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, si hubiera usted de enfrentarse a esta grave pregunta con un enérgico y sencillo debo, entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de ese impulso”. Yo, desde luego, estoy falto de la elocuencia y la profundidad para mejorar esta descripción del impulso primero y último que alimento la vida de Joyce. Zapico es capaz de captar este aliento y, repito, con una mirada humana y sensible, nos lo traslada. Difícil no sentirse próximo a Joyce y sonreír ante sus excentricidades, entristecerse ante los reveses, compadecerse de su mujer e hijos, alegrase de su éxito en vida.
No me alargo más. Si no lo ha hecho ya, mejor busque un rato, visite a su librero comiquero favorito y entre de la mano extraordinario de Alfonso Zapico en esta mágica Europa del 1900 que está a punto de romper y romperse en mil pedazos. Le espera una gran obra grande.