Mi mamá (está en América y ha conocido a Buffalo Bill), de Émile Bravo
En el mundo del cómic como en el resto de artes, uno de los temas recurrentes es el de la recuperación de la infancia. Este periodo de la vida a través de la narración de anécdotas, traumas o de pequeñas historias enganchan de una manera directa con la sensibilidad del lector y que, si la historia es buena y está bien contada, puede llegar a agarrarse a él para no soltarse en mucho tiempo. Este es el caso de “Mi mamá (está en América y ha conocido a Buffalo Bill)”.
Con guión de Jean Regnaud y dibujo de Émile Bravo (miembro honorífico de la generación que ha venido a llamarse “Nouvelle Bande Dessinee”, junto a David B, M. Satrapí, Sfar, Trondheim, Blain…), la obra fue publicada en 2008 por la editorial Ponent Mon e incluida en “Les Essentiels de´Angoulême” como uno de lo mejores títulos publicado en Francia en 2007.
Ubicado en la Francia de los 70, el protagonista es Jean, un niño de 6 años que acaba de salir de la etapa preescolar y comienza a dar los primeros pasos hacia la pérdida de la niñez y de la inocencia. Marcado por la ausencia de su madre, ésta se convierte en el eje central de la historia y el leit motiv de los 14 capítulos que conforman este excelente lienzo.
Comenzando por el inicio del curso escolar, cada uno de los capítulos cuenta un hito en la vida de Jean (la visita a casa de un amigo, la pelea por intentar ver la televisión, la llegada de la abuela, el miedo al psicólogo del colegio… ) finalizando, de manera circular, de nuevo con el inicio de la actividad escolar. Cada uno de los capítulos está separado por interludios que permiten a Regnaud completar la historia a través de un gag, una anécdota o simplemente una imaginación de nuestro protagonista.
Una de los aspectos más importantes de “Mi mamá” reside en lo visual. Émile Bravo hace un trabajo muy cuidado en cada una de las páginas del cómic. Al modo de los cuentos infantiles, cada capítulo posee una tonalidad diferente en donde ubica, con sumo cuidado, unas 4 viñetas por página, añadiendo o quitando según necesidades de la historia y marcando el ritmo de la narración. La expresión de su dibujo por medio de lineas curvas y sencillez de trazos es clave para comunicarse y transmitir sentimientos al lector, permitiendo, casi, contar la historia sin los textos de apoyo y bocadillos, los cuales sólo tienen sentido como complemento del dibujo y formando unos enriquecedores y diferentes niveles de lectura. Cada elemento gráfico que aparece en el cómic tiene sentido y una función, Bravo huye de lo accesorio y sólo muestra lo necesario para narrar ese momento.
En resumen, nos encontramos ante una obra imprescindible dentro del cómic europeo que consigue, de una manera admirable, transmitir complejos planteamientos como la “pérdida”, la “mentira” o la “desilusión” a través de la sencillez estética e ideológica y ofreciendo matices a cada una de las relecturas que posteriormente se le hagan.
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