Los surcos del azar, de Paco Roca
Desde el enorme éxito que supuso Arrugas (1997), Premio Nacional del Cómic, cada salida de un nuevo trabajo de su autor viene precedido por una gran expectación en los aficionados, que luego suele convertirse en halagos y un consenso bastante extendido sobre la calidad de su obra. Todo eso hace muy difícil enfrentarse a la reseña de cualquiera de sus cómics, ya que son tantos los comentarios vertidos en la red, además de que es uno de los autores que más acceso tienen a la prensa generalista con sus obras, que resulta difícil formarse una opinión propia.
Si hacemos un rápido repaso a su carrera en los últimos años, dejando de lado las historias cortas, colaboraciones en prensa y recopilaciones, donde prima ese estilo costumbrista al que tanto partido le saca, Roca ha publicado cuatro novelas gráficas, de las cuales Las calles de arena (2009) quizás haya sido la menos alabada, por el brusco cambio que supuso al compararla con Arrugas. En mi caso es uno de mis trabajos favoritos de Roca, con ese realismo mágico que tan bien maneja. Su siguiente cómic fue El invierno del dibujante (2010), donde se contaba un famoso hecho histórico en el mundo del tebeo español, con lo que los aplausos del aficionado ya estaban más que ganados. Aun así Roca demostró lo buen narrador que es, entregando otra obra de enorme calidad. Con este currículum, ¿cómo juzgar su último trabajo?
Los surcos del azar se publica a finales de 2013 y guarda algunos puntos en común con su anterior trabajo, sobre todo en la excelente labor de documentación y la habilidad para plasmarla en la página, con todo lujo de detalles sin renunciar a su estilo visual, que sigue siendo deudor de la línea clara. Tan bien se aprecia una evolución en el uso del color, que ya desde Las calles de arena era un elemento indispensable de la narración, si bien es verdad que aquí se le da un uso distinto. En cuanto a la historia, narra las vicisitudes de un joven anarquista que se ve obligado a dejar España en los momentos finales de la guerra civil para vivir una vida dedicada a erradicar el fascismo de una Europa que se estremece bajo la II Guerra Mundial. El joven protagonista tendrá que sobrevivir a los campos de trabajo del norte de África, alistarse de nuevo, esta vez en el ejército francés y penetrar en Europa tras el desembarco de Normandía, para llegar a formar parte de La Nueve, la primera Compañía que entró en París para su liberación.
Dejando de lado la exactitud histórica, el Roca guionista se las ingenia para narrar la historia de un idealista enfrentado a una guerra con el firme propósito de volver a España y liberarla del fascismo. Lo que no deja de ser una tragedia, visto cómo acabó la cosa. Y al mismo tiempo hacer uso de esa habilidad que tiene para que sus personajes sean muy cercanos al lector, con sus secundarios, la introducción de algún que otro personaje histórico famoso más allá de los militares –Hemingway o Antonio Machado, al que se le debe el título del cómic- o una tierna historia de amor apenas esbozada. El Roca dibujante se explaya en una forma de narrar sencilla pero muy eficaz, donde no faltan escaramuzas bélicas de todo tipo, ya sean maniobras con pesados tanques o combates cuerpo a cuerpo. El rigor histórico también se traduce en muchos momentos en escenas duras de contemplar, con numerosas muertes y sacrificios. El comienzo del cómic es desasosegante.
Pero Roca todavía tiene una as en la manga, que añade otro nivel de lectura a la obra. La historia principal se ve constantemente interrumpida por la entrevista personal que tuvo el propio Roca, que se dibuja a sí mismo, con uno de los protagonistas de lo que está contando. Haciendo alarde de ese dominio de lo cotidiano, la entrevista no es solo una sucesión de preguntas, respuestas y anécdotas, sino la crónica de los días que pasó el autor en un pueblo francés intentando ganarse la confianza del anciano que presenció los hechos, entablando amistad con su vecino y sus hijos y redactando las ideas que luego darían lugar al cómic. Su estilo de dibujo varía totalmente en estas páginas y el color deja paso al blanco y negro. Parece un libro de bocetos, el detalle desaparece y las viñetas ni siquiera tienen marco. En cierto sentido, recuerda a la novela de Javier Cercas Soldados de Salamina.
Esto proporciona, una vez finalizada la lectura y comenzada la imprescindible relectura, nuevos puntos de vista para su disfrute y una necesaria reflexión sobre varias preguntas que se plantean a lo largo de toda la obra. Porque en realidad todo es ficción, excepto la parte detallada y a color que tiene lugar en los años cuarenta y este ejercicio metaliterario, una vez descubierto, le da una vuelta de tuerca al tebeo sin igual. Roca reflexiona sobre sí mismo y el derecho a narrar este tipo de historias, sobre los republicanos exiliados que lucharon en dos guerras y que ni así encontraron el reconocimiento ni la paz, sobre una sociedad que tiende a olvidar y recordar lo que le interesa.
No soy de la opinión de que la guerra civil y sus consecuencias aparezcan demasiado en el panorama artístico nacional, ya sea cine, literatura o cómic. Considero que hechos tan importantes y tan recientes en nuestra historia son un crisol de inspiración demasiado bueno para contar historias como para dejarlo de lado. Paco Roca consigue, de forma amena y entretenida, narrar los hechos de unos pocos personajes que vivieron esa época y lo hace en la que probablemente sea su obra más ambiciosa. Y el resultado final no podía ser más acorde con las expectativas. Es magnífico.
> Otra reseña de “Los surcos del azar” por BD_Vigo
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