Clásicos, ¿para qué? por Juan A. Ortega Anguiano

Clásicos, ¿para qué? por Juan A. Ortega AnguianoEl texto que viene a continuación fue publicado en la extinta AuladeComic (http://auladecomic.iespana.es/inicio.htm) por José Antonio Ortega Anguiano. Debido a su interés y la desaparición de su web original lo reproducimos tal cual fué escrito teniendo en cuenta que hay aspectos que, afortunadamente, han cambiado pero otros, en cambio, gozan de máxima actualidad.

(acerca de clásicos en el cómic) …siempre han existido buenas y malas obras. Unas se han borrado del recuerdo y las otras sobreviven al olvido del tiempo. Incluso, unas cuantas, emergen entre éstas para ocupar un puesto preeminente, primus Inter. Pares, y convertirse en elite de una producción selecta.

El arte está en constante cambio y esto se manifiesta en su propia evolución y en las formas de mostrarse. El Neolítico, el Románico, el Gótico, el Barroco o el Neoclásico no son iguales el uno al otro. Hay solo diferencias, y no grados de validez, puesto que la actitud del artista ante su obra, su deseo de sublimar, es idéntico en Altamira, Abu Simbel, Atenas, Florencia, París o Nueva York; por tanto, este anhelo de plasmar belleza es igualmente apreciable, independientemente del lugar o tiempo en que surja.

Si es arte todo proceso de creación pura, lo antedicho se refuerza aún más, ya que entonces, éste se supedita a la creación misma y, por lo tanto, la forma en que se difunde resulta accesoria. Tal máxima sobre la Teoría del Arte ha sido aceptada desde siempre por ser difícilmente rebatible. El cómic, como otra forma más de la expresión sensible del ser humano, tiene sus grandes clásicos. También a la Literatura, de la que el cómic es un hermano con “apariencia física”, le ocurre lo mismo, pero a diferencia del otro, en el ámbito del vehículo de las ideas escritas, siempre se ha aceptado como una máxima inalterable el que los clásicos son el cúlmen de su bagaje, y que su intangibilidad se una ley que no admite disensión.

Revista Bang!No vamos a pretender que el carácter intrínseco del cómic se asemeje al de otro medio que cuenta con más de cinco mil años de antigüedad, y que dispone en demasía de un reconocimiento acendrado entre lo más selecto que haya podido generar la civilización humana. Sin embargo, a pesar de las diferencias entre ellos, la importancia de los clásicos en proporción a su medio respectivo, es exactamente la misma, tanto en uno como en otro.

Alguien puede pensar que con el fin de legitimar lo antedicho, se recurre aquí a la argucia estúpida de comparar un vehículo de comunicación que tiene la barba blanca frente a otro que aún necesita llevar pañales. Habría que decir que, considerada y admitida la justa necesidad social de cada uno, esta validez debe ser adjudicada a ambos por igual, sin tomar en consideración su edad. Sin embargo, en este país, es fácil encontrar cualquier clásico de la literatura, y resulta muy difícil hallar alguno que pertenezca a otro medio.

Hace años, había mucho cómic de (pretendida) calidad y proliferaban por doquier todo tipo de Jornadas, Semanas, Muestras y algún Salón. Hasta los medios de masas se dignaban a hacerse eco de ello… pero no había una sola revista especializada. Prueba evidente de que los consumidores de tebeos no teníamos el menor interés por conocer los entresijos que les eran propios. Bastaba una simple lectura para matar el rato. No se iba más allá. Ahora también se celebran eventos de todo tipo, hay mucho cómic en el mercado, más que en ese tiempo pretérito a que se aludía, incluso, muchas revistas especializadas. Sin embargo, se insiste en el hecho de que en este esquizofrénico mercado no se ha podido encontrar la menor parcela dedicada a los grandes clásicos que nos legaron gente que está en la mente de todos.

Pero no crean que uno habla desde la prepotencia que da el saber. El que suscribe confiesa que conoce (mal) a algunos de ellos a pesar de haberse pasado media vida intentando hacer acopio de lo poco que se ha editado, no sólo aquí, sino también en los mercados de países tan dispares como Francia, Italia, Norteamérica, Portugal, Brasil y algún otro. Naturalmente que están en los idiomas que le son propios y uno, que es de los de francés en bachillerato antiguo (de los de piñón fijo, vamos; de los que no se enteraba un pijo de lo que leía a pesar de la pasta que se había gastado) seguía intentándolo aprendiéndose cuatro vocabularios y cuatro gramáticas distintas. Y todo eso para leerse tres tebeos.

Después de toda esta monserga se preguntarán: ¿Los clásicos? ¿Para qué?.

Revista ChicosEvolutivamente hablando, un siglo no es nada para el hombre. Puede que hayan variado los conceptos, pero no las formas. La creación artística no ha cambiado ni un ápice en ese tiempo. Ni incluso antes, y para afirmarlo no vamos a recurrir de nuevo a la cita del grado de sublimación a que llegaron movimientos tan dispares como el Renacimiento o la Grecia Clásica. Por ello, lo realizado en el campo de los cómics por algunos de los grandes pioneros de los suplementos dominicales de principios del siglo XX tiene la misma trascendencia ética y estética que lo producido en la Edad de Oro norteamericana el los primeros años treinta, en el mercado francófono de la primera mitad de la centuria, en los comic-books de los sesenta, en el Japón del final de los ochenta o en las pequeñas series limitadas del presente. Exactamente la misma.

Si leemos cómics y nos gustan tanto como para tener en nuestras manos una revista como ésta, se supone que deseamos conocer sus entresijos, que nos sentimos inclinados al análisis e, incluso, que nos puede interesar su Historia. Conocer su evolución global nos predispone a mirarlos desde una posición más ventajosa, ya que con ello no sólo accederemos al significado de una obra en concreto, si no que conoceremos qué la generó, qué la llevó al éxito, su lugar entre sus coetáneas y hasta su motivación política, social o histórica, que no es poco. Posar la mirada en cualquiera de las artes de una manera interesada requiere una formación multidisciplinar que necesita del conocimiento de materias como la Historia, la Filosofía, el arte, Política, Cinematografía, Literatura, etc.

Son ciencias absolutamente necesarias para acometer el análisis de un humilde tebeo, ya que la vivisección debe ser hecha a tenor, no de lo que se ve, que esto lo puede hacer cualquiera, si no de lo que se ha elidido, conscientemente o no. Si se tiene algo de SENSIBILIDAD para ver lo que hay más allá de las viñetas, si se posee un gusto mínimo para hacer LITERATURA y si se CONOCEN una serie de ciencias, aunque sea a simple nivel de Bachillerato bien aprovechado, se está a disposición de HISTORIAR los cómics, si es que nos hemos aproximado a la urdimbre que les han llevado a ser lo que son. Si consiguiésemos acceder a las claves que nos permitieran desmenuzar la Historia del medio, puede que ya no deseásemos abandonar un estadio cuyo nivel está muy por encima de la simple opinión, porque emitir juicios es muy fácil. Únicamente hay que abrir la boca y decir cualquier cosa que se ocurra.
Así, como si nada, nos íbamos a quitar de un plumazo a la mayoría de los que hacen crítica, reciclándolos e activos historiadores a los que diese grima el proferir cualquier criterio personal que no viniese avalado por un documento irrebatible, pero claro, antes tendrían que conocer a los inexistentes clásicos y la historia del medio. Los pocos que quedasen se acabarían por convertirse en una ayuda buena y necesaria para este vehículo de masas, dejando de ser lo que son ahora, pero no vamos a pedirle peras al olmo, ya que si algunos leen esto puede que les parezca que la cosa no va con ellos.