Captain America: War and Remembrance, de Roger Stern y John Byrne

Portadas Captain America 251-252Al asumir la identidad de Captain America, Steve Rogers es la encarnación viviente del sueño americano. “¡Soy totalmente humano! Pero estoy luchando por una causa… ¡un sueño! Y eso hace toda la diferencia”, explica el Centinela de la Libertad. La fuerza del héroe no reside en sus músculos, sino en su corazón; lo que lo hace invencible no es su escudo, sino la convicción de actuar con justicia.

Roger Stern entendía muy bien por qué Captain America era tan especial: Steve Rogers, el hombre bajo la máscara, era igual de importante que el líder de los Vengadores. Gracias a Stern y Byrne, somos testigos de la vida privada de Steve Rogers. Como artista freelance, Steve tiene que esforzarse en la búsqueda de algún posible trabajo temporal en agencias de publicidad, y tratar de cumplir con los plazos de entrega, incluso si eso significa permanecer despierto toda la noche. A menudo me pregunto cuánto de la vida de los autores se refleja en las aventuras del superhéroe más respetado de Marvel.

Roger Stern y John Byrne también eran artistas freelance, bajo el injusto pero frecuente sistema de “trabajo por encargo” que todavía existe hoy día. Aquí vemos a un Steve Rogers agotado, después de patrullar las calles como Captain America, incapaz de dormir porque tiene trabajo pendiente, fechas límites, y si no termina a tiempo la agencia simplemente le pedirán a otro freelance que termine el trabajo. Aunque estas escenas puede ser entrañables en la ficción, tienen un origen bastante verídico sobre todo si tenemos en cuenta que Stern y Byrne pasaron muchas noches sin dormir, no sólo durante su etapa en Captain America, sino a lo largo de las varias décadas en las que le dedicaron toda su energía creativa a una industria que, en años recientes, los ha condenado al ostracismo y al rechazo.

En una de mis escenas favoritas de “El mercenario y el loco” (publicado originalmente en el Captain America # 251, noviembre de 1980), Bernie Rosenthal ayuda a Steve Rogers después de que él ha estado alrededor de 30 horas sin dormir. En ciertos momentos, casi podemos sentir que estamos invadiendo la privacidad del héroe, pero Stern presenta las situaciones con tal sutileza y astucia que realmente es una delicia averiguar más sobre el humano, después de todo, ya estamos bastante familiarizados con su lado superhumano.

Después de salir de su apartamento en Brooklyn Heights, Capitán América descubre que Batroc y Mr. Hyde están trabajando juntos. Ellos han secuestrado un barco de Roxxon que transporte incontables toneladas de gas líquido, suficiente como para quemar la mitad de New York, causando millones de muertes en el proceso; sus demandas son muy simples: un rescate de un billón de dólares. Después de un par de noches sin dormir, Captain America muestra signos de fatiga y por lo tanto es fácilmente derrotado por Mr. Hyde.

“¡Fuego frío!” (Captain America # 252, diciembre de 1980), da paso a la verdadera confrontación entre Batroc y Mr. Hyde; cada uno de ellos representa un tipo diferente de villano. Batroc, un mercenario francés refinado y un maestro en el combate mano a mano, no desea otra cosa sino una vida de lujos, mientras que Mr. Hyde quiere destruir New York, incluso después de recibir el dinero del rescate. Estos dos puntos de vista opuestos son adecuadamente resumidos en la declaración de Batroc: “Quitarle dinero a una multinacional petrolera como Roxxon, que nos roba a todos, es una cosa; ¡pero el asesinato en masa es un asunto muy diferente! Batroc no participará en algo semejante”.

Portadas Captain America 253-254A lo largo del capítulo, incluso el Captain America critica el gerente general de Roxxon por su total falta de interés en la seguridad de los ciudadanos de New York. De hecho, cuando Captain America visita al fiscal del distrito se encuentra con políticos corruptos que aceptan sobornos de empresas poderosas. Stern y Byrne resaltan constantemente problemas que continúan existiendo incluso ahora después de 3 décadas. “Steve Rogers es un patriota y un idealista, pero no es tonto ni un iluso. Cuando creció, vio la corrupción, la intolerancia y la hipocresía de primera mano”, explica Roger Stern. Por eso, tal vez incluso más que otros héroes, el Capitán América es el único que entiende de qué manera el egoísmo y la avaricia pueden ser negativos para cualquier sociedad.

Y también por dicho motivo, el Capitán América es el único héroe capaz de inspirar a la gente, incluso a los mercenarios como Batroc. De hecho, Batroc se arriesga para salvar a Captain America y lucha contra Mr. Hyde, un adversario tan poderoso que el francés apenas logra hacer tambalear. Después de una batalla impresionante (espectacularmente ilustrado por Byrne), Mr. Hyde es derrotado, y Batroc trata de huir con todo el dinero. Cuando es capturado una extraña complicidad parece tener lugar entre el héroe y el mercenario, Batroc es famoso por su código de honor, así que acepta su derrota con calma y con elegancia. Pero el Capitán América confiesa que si no fuera por el dinero, se habría sentido tentado a dejar que el mercenario huyese. Después de todo, aunque sea brevemente, habían sido aliados. Por cierto, la portada de esta edición fue hecha a lápiz por Al Milgrom y entintada por Joe Rubinstein.

“Si acaso las viejas amistades fuesen olvidadas” (Captain America # 253, enero de 1981) y “Sangre en los pantanos” (Captain America # 254, febrero de 1981) son un honesto homenaje a la Segunda Guerra Mundial y a la literatura de fantasía / terror (especialmente “Drácula” de Bram Stoker). Capitán América viaja a Inglaterra, para responder a la llamada de Lord Falsworth, anteriormente conocido como Union Jack, un héroe británico que fue miembro de los Invasores en los 40s. A Captain America le complace ver a Jacqueline Falsworth Crichton (alias Spitfire) después de tantos años, pero para ella, la presencia del Centinela de la Libertad es bastante dolorosa, ya que le recuerda su edad actual. Captain America no ha envejecido ni un sólo día porque estuvo en animación suspendida durante décadas, pero las personas que conoció durante la guerra ahora son ancianos, cansados y sin poderes. El villano es el malvado vampiro conocido como Baron Blood (Barón Sangre), para ganar esta batalla Captain America le pide ayuda a Kenneth Crichton (nieto de Lord Falsworth) y a su mejor amigo Joey Chapman, un joven de clase obrera. Al final, Joey Chapman se convertirá en el nuevo Union Jack, rompiendo así la tradición de aceptar solamente nobles como los héroes del Reino Unido.

Portada Captain America 255Por último, “La leyenda viviente” (Captain America # 255, marzo de 1981) recuenta el origen del Capitán América. Stern y Byrne hicieron todo lo posible para arreglar algunas incoherencias y errores de continuidad que se habían acumulado durante los años. El resultado es una maravillosa aventura auto-conclusiva, que también marca el fin de la era Stern-Byrne (la grandiosa portada es de Frank Miller). Stern ya había escrito los siguientes 3 números, y Byrne ya había dibujado a lápiz las 6 primeras páginas de lo que sería su décimo número, pero lamentablemente todo se detuvo de manera abrupta (por suerte esas 6 páginas se incluyen en el Marvel Universe Omnibus de John Byrne).

Muchos fans han intentado explicar la repentina salida de Stern y Byrne. John Byrne afirma que Jim Shooter, el editor en jefe, presionó a Jim Salicrup, el editor de Captain America, y como resultado, tanto Stern y Byrne renunciaron. Sin embargo, en una declaración más reciente, Stern señaló que en esa época no había pago de regalías a los creadores, y la única compensación adicional que ellos recibían era un “bono de continuidad” que se hacía efectivo después de que el equipo creativo completara 6 números consecutivos. Es posible que debido a los estrictos plazos de entrega (¡los mismos que obligaban a Steve Rogers a permanecer despierto toda la noche!), los editores propusieran un número de relleno (con otros autores), lo que significaba que Byrne y Stern no recibirían su próximo “bono de continuidad”. Insatisfechos con la forma en que estaban siendo tratados, Stern y Byrne renunciaron; a los lectores no los quedó otra alternativa que soñar con esos próximos números que, estoy seguro, hubiesen sido absolutamente fantásticos.

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