Capitán América, de John Ney Rieber y John Cassaday (y 2)
Se ha dicho mucho sobre la destrucción del World Trade Center, el 11 de septiembre del 2001. Y muchos escritores han explorado este difícil y doloroso tema. Sé que he intentado hacer lo mismo con mi historia corta “Siempre es la estatua de la libertad” pero sin importar cuánto esfuerzo dediquen los demás o yo, cualesquiera sean las ficciones que inventemos, palidecerán en comparación con la realidad.
El Capitán América ha vivido los 2 momentos más terribles de su nación: Pearl Harbor y el 11 de setiembre. Pero la diferencia es que mientras en los 40s había un respeto por la guerra tradicional, esto ha desaparecido. Como bien esclarece Slavoj Žižek “ya no tenemos guerras en el viejo sentido de un conflicto entre estados soberanos en las que ciertas reglas se aplican (que tienen que ver con el tratamiento de prisioneros, la prohibición de ciertas armas, etc.)”.
Después de la ejecución pública de Faysal al-Tariq a manos del Capitán América, empieza la represalia a gran escala. Y en “Señores de la guerra” (publicado en Captain America # 4, setiembre del 2002), el centinela de la libertad sabe que este adversario del medio oriente no es el cerebro detrás de la operación. Era simplemente un peón. Y ahora, mientras persigue al verdadero criminal, el más grande héroe de Estados Unidos viajará a Dresden.
Y es en “Señores de la guerra: por encima de la ley” cuando Steve Rogers es interrogado sobre la guerra contra el terror de los Estados Unidos. ¿Quién es el verdadero enemigo? ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestra libertad para vencer al adversario? Tal como preguntaría Žižek “¿Qué pasaría si este ‘daño colateral’ es el verdadero objetivo de toda la operación? ¿Qué pasaría si el verdadero blanco de la ‘guerra contra el terror’ es la misma sociedad estadounidense, es decir, el disciplinamiento de sus excesos emancipatorios?”.
Curiosamente, en el film Capitán América: El Soldado de Invierno (una extraordinaria producción y una de las mejores películas Marvel a la fecha), las mismas preguntas son formuladas. Ya no todo es blanco y negro, no es fácil distinguir quién es el verdadero enemigo y, lo más peligroso, los estadounidenses están dispuestos a sacrificar su libertad si así garantizan su seguridad.
Para Steve Rogers, el hombre detrás del 11 de septiembre es un psicópata deseoso de hacer estallar la tercera guerra mundial; y él recuerda “Noventa por ciento de las muertes en la Primera Guerra Mundial fueron soldados […] Pero la mitad de la gente que murió en la Segunda Guerra Mundial fueron civiles. La mitad de 61 millones”. El Capitán América sabe perfectamente bien cuál es su lucha. Él no pelea por la supremacía norteamericana, ni por la conquista del Medio Oriente. Él lucha para asegurarse de que la tercera guerra mundial nunca suceda. Y sacrificaría su vida, si es necesario, para evitar la guerra.
Esa es la paradoja del Capitán América. Él es un soldado pero también un pacifista, es un símbolo patriótico pero también un rebelde al desobedecer a Nick Fury y la Casa Blanca con la intención de hacer lo correcto. Y ese es un aspecto que algunos escritores olvidan. El Capitán América no es definido por patriotismos excesivos o actos súper-heroicos sin sentido, se define por el sueño americano y por lo que representa, por ese ideal tan puro y efímero que no puede existir en la vida real pero persiste aún en las páginas de un cómic.
Realmente es fascinante observar el nivel de complejidad en el guión de John Ney Rieber. Desde ambigüedad política a hechos históricos, desde dilemas filosóficos a heroísmo tradicional, y más, las ideas presentadas en “Captain America” de Marvel Knights son maduras e inteligentes, y demandan ser leídas por un público igualmente maduro e inteligente.
Finalmente, debo decir una vez más que estoy impresionado por el magnífico arte de John Cassaday. Sus secuencias de acción son espectaculares. El Capitán América sujetándose de la bandera estadounidense es de un dramatismo innegable; el dinamismo y la energía cinética de la página doble es sorprendente; desde luego, el combate durante la confrontación final es también muy intenso. Y afortunadamente para nosotros, Cassaday se supera no sólo en el arte interior sino también en sus portadas; en particular la portada del sexto número sigue siendo una de mis portadas Marvel favoritas de todos los tiempos. Un gran escritor y un excelente artista hacen de esta etapa algo imprescindible.
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