Batman: Shaman, de Dennis O’Neil y Ed Hannigan
Yo ni siquiera había nacido cuando el legendario escritor Dennis O’Neil presentó por primera vez a Ra’s Al Ghul como un digno antagonista, o cuando redefinió a Green Lantern y Green Arrow. Curiosamente, el primer comic de O’Neil que leí fue el número 1 de “Batman: la espada de Azrael” en los 90s. Incluso 20 años después de su emblemática etapa en Batman, este veterano autor seguía creando nuevos personajes. Supongo que ese es el asunto con las personas verdaderamente creativas, nos siguen sorprendiendo año tras año, década tras década. Obviamente, me convertí en un fan de O’Neil de inmediato. Y tuve la necesidad de encontrar algunos de sus trabajos previos.
Así que decidí comenzar con “Shaman” (publicado en Legends of the Dark Knight # 1-5, de noviembre de 1989 a marzo de 1990), el arco inaugural de un nuevo título que DC preparó para conmemorar el 50 aniversario de Batman. Hoy en día, con docenas de colecciones vinculadas con Batman, cuesta creer que a fines de los 80s sólo había 2 títulos: “Detective Comics” y “Batman”. “Legends of the Dark Knight” se convirtió en la tercera serie mensual, y claramente DC se esforzó en elegir a los mejores equipos creativos para estas nuevas y memorables sagas. ¿Y quién podría haber sido más adecuado que Dennis O’Neil para dar inicio a este proyecto?
Apoyándose en las premisas establecidas por Frank Miller en “Batman: Año Uno”, O’Neil se centraría en un joven e inexperto Bruce Wayne. En el capítulo inicial, Bruce todavía está entrenando para convertirse en el mejor detective del mundo, y es así como llega a Alaska. En una montaña solitaria, Bruce Wayne lucha contra un peligroso adversario, y apenas logra escapar: “Hace frío. Probablemente 30 bajo cero. Cincuenta, con las ráfagas de viento gélido. No tengo comida, ni fósforos, ni radio, ni luz de bengala, y llevo muy poca ropa. Estoy en algún lugar en el norte de Alaska. El pueblo más cercano está a una caminata de un día de distancia. La tormenta llegará pronto”.
Conectamos con Batman mejor que con otros superhéroes por una razón: a pesar de que es capaz de lograr hazañas imposibles, al final del día no es más que un ser humano. Pero él es lo mejor que podríamos aspirar a ser. Él ha entrenado durante años para dominar todas las técnicas de lucha, perfeccionando sus habilidades, entrenando el cuerpo y la mente. Y su capacidad humana, llevada al extremo, es lo que encontramos tan cautivadora. Contra viento y marea, Batman encontrará la manera de triunfar. O morirá en el intento. “Shaman” ejemplifica esta noción. Sobrevivir a bajas temperaturas sin equipamiento alguno se convierte en un reto difícil para Bruce Wayne. Pero él sabe que no puede darse por vencido. Debe seguir caminando. El frío es el enemigo, y si se detiene, siquiera por un segundo, morirá congelado. O’Neil describe la marcha agonizante de Bruce Wayne de tal manera que casi podemos sentir el descenso de la temperatura. Al final, Bruce Wayne es rescatado por un chamán y su hija; él sabe que les debe la vida, pero sigue siendo un joven inmaduro que cree que al regalar dinero demostrará su gratitud. Y ese es un error que desencadena una dramática secuencia de eventos.
Bruce Wayne regresa a Gotham, y un par de años más tarde, en las noches, comienza a patrullar las calles como Batman. Por supuesto, es ayudado por Alfred Pennyworth; en el pasado, él era simplemente un personaje secundario y ahora, en manos de O’Neil, es un co-protagonista más complejo y encantador. El “ingenio sarcástico” de Alfred y su ironía inglesa son ahora los rasgos de personalidad más conocidos del mayordomo más respetado de los cómics, y es todo gracias a O’Neil. En los capítulos siguientes, una serie de eventos aparentemente no relacionados señalan una conexión entre Alaska, el chamanismo, los ritos paganos y un nuevo adversario lo suficientemente poderoso como para derrotar a Batman en su primer enfrentamiento. No creo que sea una buena idea revelar el desenlace, así que no entraré en detalles. Pero sí mencionaré un par de mis momentos favoritos. El primero es el retorno a Alaska; allí Bruce Wayne descubre que el dinero que donó a la tribu mediante la Fundación Wayne ha corrompido su modo de vida, convirtiendo a los aborígenes en alcohólicos o drogadictos; la parte más triste es cuando Bruce encuentra al chamán que le salvó la vida, y lo ve realizando trucos baratos para los turistas y degradándose a sí mismo por una botella de licor. Ese es el tipo de escena que no creo que podríamos llegar a ver en un cómic de DC hoy en día, no porque los editores lo impidiesen, sino sobre todo porque nuestra generación realmente cree que todos los problemas del mundo se pueden resolver con dinero.
Otro momento extraordinario tiene lugar cuando la hija del chamán le explica a Bruce Wayne que, para aceptarse a sí mismo, él no tiene que usar una máscara, él debe convertirse en la máscara. Ese es el hilo conductor de este arco. Batman no es un héroe enmascarado a la manera convencional, no deja de ser Batman al momento de quitarse el traje. Él sigue siendo Batman, bajo cualquier circunstancia, siempre. Las portadas de estos 5 ejemplares, magníficamente ilustradas por Ed Hannigan y George Pratt (con un logo diseñado por Dean Motter), sin duda dan sustento a esta idea. El arte interior también es espectacular, gracias a los lápices de Ed Hannigan y las tintas de John Beatty; ambos son fieles al estilo innovador introducido por David Mazzucchelli en “Año Uno”, y al mismo tiempo aportan un toque novedoso. “Las figuras de Hannigan son una buena combinación de realismo y anatomía dinámica. Su gusto por el diseño le da una gran ventaja en la industria. La narración fluye rápidamente y sin problemas, combinando bellas tomas panorámicas con ángulos cinematográficos intrigantes”, afirma Michael Christiansen, y estoy totalmente de acuerdo con él. O’Neil y Hannigan fijaron un alto estándar para lo que sería indudablemente una de las mejores series de DC.
[AMAZONPRODUCTS region=”es” asin=”1401258050″]