Astérix y los Pictos, de Jean-Yves Ferri y Didier Conrad
La publicación de “El aniversario de Astérix y Obélix: el libro de oro” con motivo del 50º aniversario del personaje ya hacía presagiar el fin de la trayectoria en solitario de Albert Uderzo con los personajes. Unos meses después, coincidiendo con el Festival de Angouleme, anunciaba que sus héroes galos le sobrevivirían y que otros autores se encargarían de hacer realidad sus nuevas aventuras, tal y como ha ocurrido con clásicos como Spirou, Lucky Luke o Los Pitufos.
Los elegidos para el nuevo proyecto eran el guionista Jean-Yves Ferri (conocido por “El retorno a la tierra” -Bang Ediciones- junto a Manu Larcenet) y el dibujante Didier Conrad, autor de dilatada experiencia y que había trabajado en obras como “Kid Lucky” (con Yann al guión) o “Marsu Kids” (2011), que contaba las aventuras de las diferentes camadas del celebre Marsupilami, creado por Franquin. El reto de ambos era enorme, por un lado recogían unos personajes que han vendido más de 350 millones de ejemplares en todo el mundo, y por otro, un público desencantado con los pésimos últimos álbumes realizados por Albert Uderzo, en especial “El cielo se nos cae encima!”. Con todo ello, la llegada de este “Astérix y los Pictos” abre una nueva etapa y renovadas ilusiones para los amantes de este clásico de la historieta.
“Astérix y los Pictos” comienza con la llegada a la aldea gala de un picto, habitante de la lejana Caledonia (actual Escocia) en un témpano de hielo, víctima de un complot de Mac Abeo (jefe del clan rival y de un sorprendente parecido con el actor Vincent Cassel) para hacerse rey de todos los clanes y esposarse con la amada del malogrado protagonista. Tras recuperarse (y generar moda con el tartán), la aldea gala decide ayudarle a regresar a casa y poder hacer frente al clan enemigo y recuperar a su amada.
Ferri y Conrad han decidido que los héroes galos vuelvan a viajar (no lo hacían desde “Astérix en la India” – 1987 -) y les ha sentado muy, pero que muy bien. El planteamiento es sencillo y muy familiar: un amigo y su pueblo en apuros llega a la aldea y sus habitantes no dudan en echarle una mano a través de Astérix y Obélix, con su correspondiente viaje a otras costumbres (generador de los gags de Obélix) y restauración de la paz. Es decir, los mismos ingredientes argumentales que siempre han funcionado salpicados con pequeñas referencias históricas y casi ausencia de guiños a la actualidad, efectivos en el momento de su publicación pero perecederos a largo plazo.
Con 8-10 viñetas por página, el trabajo de Ferri se refuerza por la excelente labor de Didier Conrad, autor que gráficamente se mantiene muy fiel al estilo de Uderzo y que obliga al lector a fijarse en detalles que denoten que no es una obra de éste. La aldea, sus habitantes y el tono general de la viñeta respira al Astérix más tradicional (cuesta diferenciar el Obélix de Conrad del de Uderzo) pero, en ocasiones, en personajes como el de Astérix y Abraracurcix se aprecia cierta rigidez y vitalidad. En cambio, esto desaparece en las escenas de acción, más dinámicas y con un mayor uso de líneas angulosas que generan una composición más caótica de lo que estamos acostumbrados pero que dejan el sello del autor (también presente en el uso de planos casi cenitales).
En conjunto, nos encontramos ante un buen cómic que sabe poner el foco en aquello que hace a Astérix reconocible, sabedor de las dificultades de partida, y que consigue salir airoso del envite. La pareja de creadores deja buenas sensaciones y promete buenas historias en cuanto se vayan sintiéndose más cómodos en la mejor oportunidad de sus carreras. No se lo pierdan.