[BSO] Los amantes del círculo polar
Es esa clase de obras que no pueden pertenecer a alguien que no sea Julio Medem.
Una historia de amor que nace en la infancia y se extiende hasta la juventud de sus dos protagonistas. Una historia a caballo entre Madrid y el Círculo Polar Ártico, en la que los dos jóvenes viven envueltos en un halo místico y mágico propio de las tierras escandinavas. La fragilidad aparente del hielo es una buena descripción para esta historia, que nos transporta a un entorno duro, serio y aparentemente sin sentimientos ni calor humano, pero que revela tímidamente sus emociones entre nieblas y noches de sol entre oro y plata.
Un sol melancólico y desprendido de calor, que dota a todas las vidas que vigila desde su altar de emociones intimas y profundas. Esa aparente tranquilidad, ese silencio casi sepulcral y la luz tenue pero incesante, podrían confundir y dar la sensación de vacío, escondiendo que en realidad bajo ese aspecto los sentimientos de la gente luchan a brazo partido por que alguien oiga sus gritos, sus alaridos desesperados por salir a la luz.
Es una película de frases no dichas, de besos no dados, de te quieros nunca entregados. Pocas palabras, muchos “por favor quiéreme” a escondidas, muchas cabezas bajas, muchas miradas no encontradas.
Un amor declarado pero no firmado. Muchas lágrimas guardadas en cajas hechas de recuerdos y de esperanzas.
El amor de Otto y Ana evoluciona con los personajes. De un amor infantil pasamos a un amor de juventud. Siempre fue el mismo amor, aunque encuadrado en diferente marco. De un amor que en principio vive el día a día y no es capaz de explotar, a un amor que la distancia evita que se toque con la punta de los dedos y que haya que ir detrás como quien pretende tocarse el codo con la mano de su mismo lado.
La distancia fue un vendaval y el amor un fuego. Si el fuego hubiese sido pequeño el vendaval lo habría apagado, pero como era grande el vendaval lo avivó mucho más. En este caso la distancia no fue impedimento para conservar el amor, pero si para disfrutarlo como se deseaba en común.
Magnífica la localización escandinava para hacer más evidente lo que se quería contar en esta historia. Nada mejor que el entorno polar para expresar esos sentimientos latentes, que aunque vivos nadie sabe que lo están. Es como si estuviesen congelados, esperando a la primavera para aflorar y reventar de color y calor. Esperando a una primavera que no termina de llegar para cerrar el círculo, que parece no querer rescatar de la melancolía del paisaje helado a dos corazones separados por el mismo cielo que los protege.
Julio Medem vuelve a contar con Alberto Iglesias como creador de historias musicales. Juntos nos envuelven en el círculo mágico de la historia. Una banda sonora que cuenta con tracks sublimes como “Día cero”, “La casualidad que estábamos esperando” o “Aviones de papel”.
Tracks que nos transportan y sumergen en la melancolía impaciente que no desespera a pesar de de la incertidumbre de la casualidad. Mantiene en una tensión clama al espectador que aletargado espera con impaciencia un golpe del destino que cambie el rumbo del devenir del personaje. Como siempre el Sr. Iglesias lo consiguió.