Carmen de Salvador Távora
Es un hecho que el flamenco a pesar de ser una parte fundamental de nuestra cultura, no ha estado tan extendido entre el público en general como lo está ahora. Está de moda entre españoles y extranjeros, jóvenes y menos jóvenes. Llega al gran público y llega con fuerza. A través de los de siempre o a través de sangre nueva, gran número de espectáculos inundan los escenarios de pueblos y capitales. Los espectáculos tradicionales de flamenco puro se mezclan con nuevas puestas en escena que dan una vuelta de tuerca a lo que ya conocíamos.Pero dentro de esta mixtura de contemporáneo y tradicional, surge también algo que ya se puso de moda hace años en casi todas las disciplinas artísticas; la fusión.
Cuando supe del espectáculo de Carmen, a pesar de haber leído que no era la obra de Bizet a la que estábamos acostumbrados y principalmente atraída por la Banda de Cornetas y Tambores de La Esperanza de Triana de Sevilla, quise ver que nos ofrecía esta nueva versión. Muchas versiones ha habido y todas fantásticas, pero sin ofrecer algo nuevo, original. De espíritu sevillano y con el alma repartida entre la calle Pureza y la Plaza de San Lorenzo, no podía dejar pasar la ocasión de ver como empastaban Carmen y las cornetas y tambores de Nuestra Señora de Triana.Ni siquiera voy a gastar palabras en hablar del argumento de la archiconocida y genial obra de Carmen, pero si voy a intentar transmitir aquello que sentí cuando La banda entró en escena.
Fue algo mágico, de repente la obra salió del teatro impulsada por solos de corneta que no son de este mundo y voló a Sevilla. Se podían sentir los naranjos, el azahar mezclado con el suave olor a incienso que dejan los pasos a su espalda por las estrechas calles. El rumor de sevillanos de cuna y sevillanos de adopción cuando sus vírgenes y cristos se acercan y les miran con la ternura que mira un padre a sus hijos. Me sentí allí, me sentí en Triana. Me trasladé de corazón y casi de persona.
Como remate la aparición del caballo sobre el escenario. Giro sensacional que terminó por redondear una magnifica, mágica y trianera noche de actuación. Al igual que la canción dedicada a Sevilla por Pareja-Obregón, La Carmen de Salvador Távora te traslada a la Sevilla de los sevillanos, a la Sevilla que vive a golpe de redoble y toque corneta, que huele a incienso y azahar, que vive entre San Lorenzo, San Gil, Triana y el Cristo de La Salud, pero también entre terrazas, flamenco, sol y el Guadalquivir; a la Sevilla que vive entre el suelo y cielo.