Cuando Samuel Bronston convirtió Madrid en el Pekín Imperial

En los años 60 España fue caldo de cultivo para más de una superproducción cinematográfica americana. Quizás fuera por el clima idóneo para el rodaje, o porque el cambio del dólar a la peseta hacía más barato aun el trabajo de los técnicos locales, o porque Franco firmó una ley que obligaba a que todas las ganancias acumuladas por empresas extranjeras en negocios en nuestro país tenían que ser reinvertidas obligatoriamente en España ( los americanos hicieron grandes fortunas en la carrera armamentística en España) . Sea como fuere, uno de los grandes productores como Samuel Bronston eligió como residencia Madrid y allí estableció un centro logístico de ambiciosos rodajes que superaban cualquier producción que se estuviese realizando en cualquier parte del mundo. La más sonada fue la espectacular 55 Días en Pekín, que convirtió el norte de Madrid (más concretamente Las Matas) en toda una ciudad imperial al servicio de la epopeya cinematográfica dirigida por Nicholas Ray ( y más directores que no fueron acreditados) y protagonizada por Charlton Heston (Mayor Matt Lewis), David Niven (Sir Arthur Robertson) y Ava Gardner (Condesa Natalia Ivanoff).

Miles de asiáticos fueron reclutados por toda Europa para participar como extras en la película, fue necesario incluso crear un río artificial para dotar de más realismo al film, inmensos escenarios se alzaban a los ojos de quienes no daban crédito a la majestuosa obra, etc.. Todos los gastos eran pocos para convertir 55 Días en Pekín en todo un éxito mundial. Pero tras el estreno del film en Madrid en el cine Palafox el 19 de diciembre el imperio Bronston se derrumbaba como un gigante con pies de barro, su sonoro fracaso provocó el retiro del productor y practicamente el fin de la carrera de Ava Gardner, quien ya presentaba síntomas de agotamiento y delirio en el rodaje. Samuel Bronston volvió a California donde falleció pero sus cenizas reposan en Madrid, el lugar donde materializó sus sueños y donde dejó una huella imborrable en la historia de nuestro cine.