Upstream Color
Shane Carruth licenciado en matemáticas al que su trabajo como ingeniero no le llenaba, decidió gastar 7000 dólares para financiar su primera película “Primer”, excelente muestra de ciencia ficción que sorprendió al mundo por su complejidad y que le reportó el premio especial del jurado en el festival de Sudance del 2004. Carruth demostró con “Primer” que para hacer ciencia ficción no hace falta grandes presupuestos, no hace falta grandes efectos especiales, lo más importante es tener una historia que contar. A Carruth se le puede echar en cara que su primer trabajo fuera excesivamente críptico con una primera parte con demasiado lenguaje técnico y con un desarrollo de la historia con viajes en el tiempo que hizo que más de uno acabará por no entender nada de nada. Pero las propuestas mas exigentes con el espectador son las mas estimulantes y al igual que lo que logró Vincenzo Natalli con “Cube”, la película de Carruth supuso un soplo de aire fresco para las anquilosadas propuestas que sobre este genero llegaban desde el otro lado del charco.
Nueve años después Carruth presenta su segunda película “Upstream Color” que sigue las líneas marcadas de su anterior trabajo: una historia de ciencia ficción que puede resultar excesivamente hermética, haciendo que durante gran parte del metraje no acabemos de entender quien es quien y cual es su papel real dentro del conjunto de la historia. No vamos a encontrar en “Upstream Color” una película complaciente con el espectador, Carruth al igual que hizo con su primera película no va a ponernos la cosa fácil, el director y guionista no pierde el tiempo para explicarnos la historia, solo al principio contará un poco que efectos tiene el gusano en el organismo, lo que hará que nos enfrentemos a su película de una manera excesivamente cruda.
La idea de base de “Upstream Color” es cuando menos original: un gusano hace que se pueda controlar a la persona que tiene dicho organismo en su cuerpo. Dos personas afectadas por el (Kriss y Jeff), después de que su vida quede en ruinas, establecerán una relación especial donde nunca quedará claro si son ellos los que se sienten atraídos el uno por el otro o por la relación que se establece entre los animales que son ahora portadores del parásito. Pero si esto ya nos parece llamativo, Carruth riza el rizo presentándonos a un ladrón obsesionado con “Walden” de Thoreau que utiliza los gusanos para controlar a sus victimas y un extraño personaje que mediante el uso de música compuesta por sonidos grabados por el mismo extrae los gusanos de las victimas para implantárselos a los cerdos de su granja pudiendo así ser participe de la vida de las personas que han llevado el parásito dentro. Pero bajo toda esta complejidad y tras todos los personajes de “Upstream color” nos queda un regusto a déjà-vu, no son gusanos lo que toma Tim Robbins en “Código 46” sino virus de empatía, hecho que nos llevará a dudar de si el amor que siente por Samantha Morton es real o solo un efecto secundario de dicho virus. Si en “Código 46” el acercamiento entre los personajes principales se producía en el metro, en “Upstream color” este se produce en el tren, pero mientras en la película de Winterbottom el medio de transporte tenia un componente simbólico en la historia como base del sueño de Morton, en “Upstream color” no deja de ser un elemento decorativo mas.
Si algo se puede echar en cara a Carruth es el alto concepto que se tiene de si mismo a la hora de plantear y desarrollar la historia de “Upstream color”. La obsesión del guionista por el “Walden” de Thoreau (aquí nadie se va a vivir dos años y dos meses al bosque pero si que han de reconstruir sus propias vidas) hace que la sensación de que se nos escapen demasiados detalles para entender lo que Carruth quiere transmitirnos este presente durante gran parte del metraje, regalándonos escenas que nos descolocan totalmente como el momento en el que Kriss se dedica a recoger piedras de una piscina mientras recita fragmentos del libro de Thoreau. Parece mas que recomendable leer “Walden” antes de ver “Upstream color” solo así podremos tener la sensación de que hablamos el mismo lenguaje que el director y podemos entrar en el juego que nos propone sin desventajas, pudiendo entender la relación entre la película y ciertos fragmentos de la obra de Thoreau como: “Somos conscientes de que hay un animal en nosotros cuyo despertar está en razón directa al letargo de nuestra naturaleza. Aquel es reptil y sensual, y quizá no lo podemos expulsar completamente; es como los gusanos que están instalados en nuestro cuerpo, aunque estemos vivos y sanos. Es posible que podamos alejarnos de ese animal, pero jamás podremos cambiar su naturaleza. Temo que él mismo pueda gozar de cierta salud que le es propia; temo que nosotros podamos estar bien, pero no puros”. “Walden” es pieza fundamental para poder entender la película de Carruth.
Con todo estamos ante una muy interesante propuesta cinematográfica de un director/guionista/compositor muy a tener en cuenta y del que nos gustaría ver una colaboración con Brit Marling, guionista de dos grandes películas como “Otra Tierra” y “Sound of my voice” que mezclando drama con ciencia ficción parecen tener lazos en común con la película de Carruth. “Upstream color” una muy recomendable película para todos aquellos a los que les gusten los retos, el resto mejor abstenerse.
Lo mejor: La relación entre Kriss y Jeff
Lo peor: El alto concepto que Carruth se tiene de si mismo
Año: 2013
Genero: Drama – Ciencia Ficción
Duración: 96 min
Director: Shane Carruth
Guión: Shane Carruth
Interpretes: Amy Seimetz, Shane Carruth, Andrew Sensenig, Thiago Martins, Kathy Carruth, Meredith Burke
Sinopsis: La vida de Kriss y Jeff quedará irremediablemente unida después de haber sido infectados por un extraño gusano. Sus vivencias y su compenetración que llegará hasta sus más profundos recuerdos les servirán para sacar adelante sus destrozadas vidas.