Crítica The Grandmaster, de Wong Kar-Wai

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grandmaster-2Película que se estrenó a principios de año tanto en China como en el Festival de Berlín y que ha pasado bastante desapercibida en el resto de occidente, pese a contar con un reputado director como Wong Kar-Wai, autor de películas como Deseando amar, 2046 o My Blueberry Nights, todas ellas con un marcado tono lírico, es decir, tramas donde los sentimientos, el ritmo y el aspecto visual del filme pueden desconcertar a cualquiera. Su paso por los más importantes festivales de cine europeos le han dejado no pocos premios: ha ganado en Venecia y en Cannes (Mejor director por Happy Together), entre otros.

Se trata de un biopic sobre uno de los maestros de artes marciales más famosos de la historia reciente de China: Ip Man que, entre otros logros, a los occidentales nos viene bien saber, por eso de situar un poco al personaje, que uno de sus más ilustres discípulos fue nada menos que Bruce Lee. Hasta hace bien poco no tenía ni idea de quién era este personaje, pero han sido bastantes las películas de artes marciales hechas en Hong Kong que lo han tenido como protagonista: en Ip Man y su secuela, Ip Man 2, se narraba prácticamente la misma historia que en The Grandmaster pero con un estilo totalmente opuesto, donde el sentido del humor y las espectaculares coreografías de kung-fu eran lo importante. Todavía queda una tercera, de inferior calidad que las dos mencionadas anteriormente, llamada The Legend is Born – Ip Man, que con una trama más rocambolesca narraba los inicios en las artes marciales del futuro maestro, también con un carácter lúdico y festivo alrededor de las peleas de artes marciales.

¿Dónde deja eso a The Grandmaster? Pues en un lugar a medio camino entre el homenaje a la figura del maestro y un canto a la nostalgia de una forma de ver la vida, a través de las artes marciales, que se fue perdiendo con el tiempo y con las guerras que asolaron el país, la II Guerra chino japonesa primero y la llegada del Imperio Británico después. Eso nos deja una película con un cierto toque poético que en su primera mitad se sigue bastante bien, pero que en su segunda parte llega a cansar, haciendo difícil al espectador no experto seguir toda la historia con la claridad necesaria como para empatizar con ella o con un protagonista que es bastante inactivo. Pero la cosa empieza muy bien: un espectacular combate bajo la lluvia –he leído por ahí que se tardó un mes en rodar-, donde el director tira de una enorme cantidad de recursos, donde el apartado técnico de la producción es sobresaliente –fotografía, sonido- y donde destacan las cámaras y el uso de la música. Las primeras se alternan con suma facilidad, de las cámaras lentas a las rápidas, los primeros planos de los combatientes y los planos detalle de todo lo que los rodea. La música es melódica, pero de vez en cuando sobresale con mucha fuerza a la hora de recalcar ciertos momentos de vital importancia para el devenir de los personajes.

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Ip Man reside en Foshan, al sur de China y la trama comienza cuando en la década de los treinta del siglo pasado, un famoso maestro de artes marciales proveniente del norte del país, Gong Yutian, anuncia su retirada, el nombramiento de su heredero Ma San y su intención de que el sur también posea un heredero o representante. Los Maestros del lugar eligen a Ip Man, lo que da pie a nuevas luchas de artes marciales mientras estos transmiten sus conocimientos al futuro heredero. Aquí hace acto de presencia la hija de Gong, Gong Er, también experta en artes marciales.

Entre la joven y el maestro Ip se crea una atracción que da pie a una de esas trágicas historias de amor no correspondido, interrumpida por la guerra. A partir de aquí la película cuenta varias historias a la vez: la caída en desgracia de Ip, abatido por la pobreza y la muerte de sus hijas y el camino de venganza que toma Gong Er cuando Ma San traicione a su país y a su maestro, asesinándolo. Todavía quedan algunas secuencias para el recuerdo de los amantes de las artes marciales, pero ya son las que menos. Ip Man se ve obligado a mudarse a Hong Kong para dar clases, pero se trata de un lugar donde ya hay muchos maestros y donde no es fácil hacerse una reputación. Lo mejor de esta segunda parte, una confrontación en la estación de un tren en marcha entre Er y el asesino de su padre.

The Grandmaster repasa unos treinta años en la vida de Ip Man, de la década de los treinta a la de los cincuenta, con ligeros apuntes de su nacimiento, formación y muerte en 1972. El protagonista está interpretado por Tony Leung, que ya había trabajado con el director hasta en seis ocasiones, Mejor Actor en Cannes por Deseando amar. Tampoco es un desconocido en este tipo de películas: aparecía en Acantilado Rojo o en Hero y en otras producciones como Infernal Affairs. Lo mismo se puede decir de su compañera, la guapísima Zhang Ziyi: Memorias de una geisha, La casa de las dagas voladoras, El camino a casa, Hero, Hora punta 2 o Tigre y dragón.

Esta película tiene más en común con las aproximaciones de Ang Lee o Zhang Yimou a las artes marciales, pero no se trata del género wuxia, donde el tono romántico lo impregna todo y los luchadores parece que bailen en vez de enfrentarse a muerte, salten por los árboles y vuelen con gracilidad. Sin embargo, tampoco podemos equipararla al cine de Hong Kong más tradicional, repleto de cabriolas y peleas multitudinarias, donde prima la aventura o el sentido del humor. The Grandmaster se encuentra a medio camino, una aproximación seria a un personaje histórico reciente que se vale del estilo preciosista de su director, que no renuncia a plasmar espectaculares coreografías en pantalla. Entretiene lo justo, sobre todo porque en su segunda parte queda muy dispersa, pero quedan para el recuerdo alguna que otra secuencia en realidad preciosa, muy trabajada y que pocas veces hemos visto en cine.

A día de hoy no tengo claro si se ha llegado a estrenar esta película en España o si lo hará algún día, si ha pasado por algún Festival o si acabará relegada al mercado del DVD. Pero sí sería una pena que aquellos que disfruten de las películas de artes marciales se la perdieran.